Las causas de los incendios: la culpa fue de Prometeo

Plácido Rodríguez

Normalmente pasa por preguntar. En palabras de Salustiano García, maestro tornero en la antigua fábrica de la Vega y filósofo materialista a tiempo parcial: “Si tienes ganas de hacer una cosa, y te da por preguntar, fijo que algún amargado de la vida te dice que no se puede”.

Restituto Pérez, peón albañil, a secas, pasó año y medio fumando un “trujas” a las siete de la mañana mientras esperaba en la parada del autobús de Colloto para ir a la obra de Montecerrao. Aunque siempre fue de carácter dócil, tenía un careto muy marcado que alternaba rasgos de perro rottweiler, aborigen de las antípodas y fenotipo estándar de asesino en serie. Como en apariencia era un caso flagrante de inadaptado rabioso, en todo ese tiempo nadie se quejó por el humo del tabaco.

Un día, tras innumerables intentos de encender el cigarrillo, una vez que tenía la yema del dedo gordo en carne viva, cayó en la cuenta de que el mechero no tenía gas. Por primera vez en todo aquel tiempo Restituto sintió la perentoria necesidad de comunicarse con el resto de usuarios del TUA. Después de quedarse dormido un día en la obra con un pie metido dentro de una caldereta de cemento rápido, podría decirse que pedir fuego fue el segundo grave error de su dilatada carrera en el mundo de la construcción.

La voz que salió de su garganta para nada se correspondía con su apariencia de trol cantábrico, fue en extremo tímida, como la de un niño recién operado de las anginas. A la sutil e individualizada pregunta de: “¿Alguien tiene fuego?” Le sobrevino la avasalladora contestación grupal de: ¡Noooo!

Si Prometeo hubiera preguntado si le daban fuego en el Olimpo, seguro que alguno de aquellos pomposos dioses le hubiera dicho que no; tal vez fue por eso que se lo robó.

Y este acto de mayúsculo y sagrado atrevimiento invita a formular una pregunta existencial. ¿Fue un error entregárselo después a los hombres? Pues ahí supongo que cada uno opinaría de la feria según le fuese en ella; de comerse un costillar a la parrilla a tener que masticarlo crudo hay una cualitativa diferencia. También supongo que, si se pudiese encuestar a los habitantes de la antigua Roma en tiempos de Nerón, la cosa no estaría tan clara.

Tal vez yo cometí el error de preguntar a la dirección de este periódico sobre qué podía escribir en esta edición, porque me contestaron que lo hiciese sobre las causas de los incendios.

Después de muchos años trabajando de bombero, entre los que se incluyen un par de ellos en una brigada de investigación de incendios forestales, si hay una cosa que me resulta cansina, de la que no me apetece escribir, es acerca las causas de los incendios.

Tal vez el motivo de este rechazo sea una especie de angustia metafísica provocada por la frustración que se genera cuando año tras año, década tras década, se repiten los mismos patrones incendiarios en cuanto a las causas y también en lo concerniente a la ordenación del territorio.

Mientras, las diferentes administraciones tejen una tela de araña de hilos kafkianos en torno a los incendios, y las élites políticas practican el tiqui-taca, pasándose la pelota unos a otros, porque nadie tiene el arrojo de emprender la jugada.

Unos tratan de quitarse el marrón de encima con acusaciones cruzadas: que si los ganaderos, que si los ecologistas, que si las empresas madereras, que si la especulación urbanística… Otros con simplificaciones infundamentadas: que si los pirómanos…

Pues bien, de los cientos de incendios que se produjeron en Asturias en lo que va de año ꟷy no digo que alguno no fuese producto de una mente perturbada, que se podría encasillar como pirómanoꟷ el resto fueron fruto de incendiarios, que son los que tienen algún tipo de interés en quemar el monte.

En cualquier caso, cuando el fuego atraviesa sin contemplaciones un concejo tan extenso como el de Valdés, es porque el modelo de ordenación, el que permite esa peligrosa continuidad de pinos y eucaliptos, muchas veces pegados a las casas: no funciona.

Con independencia de que la causa sea un rayo, negligencia, pirómano o incendiario, que estos últimos son la gran mayoría; si no se corrige el modelo, es cuestión de tiempo ꟷy bien que me jode hacer de agoreroꟷ que haya víctimas mortales. Si eso llega a pasar buscarán algún chivo expiatorio a quien, y perdón por el humor negro, cargarle el muerto. Quién sabe, tal vez le echen la culpa a Prometeo.

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