Palestina desde el chigre

Plácido Rodríguez

[La Mosconera]

«Si rodeas completamente a tu enemigo, no le das oportunidad de escapar ni le ofreces cuartel, entonces luchará hasta el final» Sun Tzu. (Siglo V a. C.)  ‘El arte de la guerra.’

En España pasamos en pocos años de ser expertos epidemiólogos, durante la pandemia, a vulcanólogos, en la erupción de la Palma. Luego, tras un periodo más laxo de debate científico, nos tuvimos que sumergir de nuevo en la profundidad de las tesis futboleras que en gran medida alimentan el alma del pueblo y dan sentido a la vida cuando las crisis económicas nos exprimen los bolsillos sin compasión. Un poco más tarde tuvimos que posicionarnos en el debate de temas geopolíticos que emanaban de la guerra de Ucrania, hasta que en los últimos días tocó reciclarnos sobre los contubernios de Oriente Medio cuando surgió, parece ser que de repente, el conflicto palestino-israelí. El detonante fue un ataque terrorista de los milicianos de Hamas en un concierto que se celebraba en Israel. A partir de ahí se creó la ardua polémica sobre la reacción de los que, en un principio, partiendo de ese execrable atentado, tienen derecho a defenderse.

En Grau, Grao, Grado, como no tenemos sede parlamentaria y el tedio de los plenos municipales no genera precisamente mucho fervor popular, trasladamos nuestros análisis y opiniones a los chigres, lugares más reconfortantes en los que, faltaría más, nos pasamos por el forro el reglamento, los contenidos y orden de intervención. El otro día, en medio de unas sidras, escuché una comparación, a mi juicio acertada: ¿Qué pasaría si hace unas pocas décadas, escudándose en el sanguinario comportamiento de ETA, el estado español hubiese bombardeado, tal como lo están haciendo en Palestina, el territorio de Euskadi, que más o menos tiene el mismo número de habitantes que la franja de Gaza? Dejando a un lado lo que a todas luces resulta ser la invasión por un estado reconocido que lleva muchas décadas desterrando, confinando, masacrando, a los habitantes de otro estado al que no se le quiere reconocer. Dejando a un lado lo que a todas luces se conforma como una fábrica de odio que genera aún más terrorismo, me planteo otra descabellada ficción. ¿Qué pensaríamos los moscones y mosconas si, por algún desafortunado devenir de la historia, se conformase una célula terrorista en nuestro concejo que nos condenase a morir sepultados bajo los escombros? ¡Uf! Creo que se me está yendo la olla. Mejor bajo al chigre a tomar algo y ver el partido.

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