La Güestia

Manuel García Linares

Llega el otoño y con él la fiesta de los muertos; el día de Todos los Santos, un homenaje anual a todos los seres de la familia y amigos que ya nos han abandonado; el otoño es la estación de las “hojas muertas” de los árboles caducifolios, que van alfombrando el entorno por el que transitan los espíritus que vagan y penan buscando su lugar en otra estación y al igual que la primavera es la estación de los nuevos brotes. Así, los humanos, tras el otoño de la vida, que les lleva a la muerte, pueden encontrar la primavera del espíritu con los brotes del renacer. En nuestra sociedad se van abandonando las tradiciones; la gente ha perdido la fé, pero el día 1 de noviembre de nuevo se llena la iglesia; toda la parroquia se vuelca para el homenajear a los muertos, a esos seres queridos que han abandonado el “paraíso terrenal” de las miserias humanas.

En las noches otoñales por el tiempo de las castañas y el mosto de manzana, a la lumbre de la sariega, nacen las leyendas de la güestia, de la santa compaña y de los aparecidos, los fuegos fatuos o “ánimas en pena” que en las noches, a tu paso, te persiguen por la sierra en las proximidades de “Cutarietso”, quizás buscando una oportunidad para salir del purgatorio. Recuerdo aquel cuento de la apuesta de un valiente que entraba al cementerio en la noche, sin temor a los espíritus pero al salirse quedó enganchado a un palo y temiendo que fuese un espíritu, allí falleció por el pánico. Antes que llegase a esta tierra la celebración americana del Halloween, o carnaval de otoño muy utilizado por el comercio de los chinos, en el pueblo los niños vaciabamos calabazas para hacerle unos huecos, con una vela dentro que simulaban calaveras y las colocábamos en los cruces de los caminos para ahuyentar a la Güestia y a la Santa Compaña y así evitar que esos fantasmas nos arrastraran con ellos. Desgraciadamente, nuestra sociedad ha enloquecido, sustituyendo el D. Juan Tenorio, de representación obligatoria, por las masacres que nos convierten en muertos vivientes a través de irracionales guerras y masacres en nombre de no se qué; nuevamente los Jinetes del Apocalipsis cabalgan por nuestros pueblos y estos no son almas en pena, estos son los portadores de las pestes, las guerras, el hambre y la muerte. Miserias humanas.

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