La última semana de marzo se despidió como la semana de tinieblas, entre nubes y claros con unas temperaturas muy bajas y con un efecto térmico tremendamente acusado tras los 20 y 28 grados de la semana anterior. Pese a ello, en el occidente la gente está contenta porque los pueblos se llenaron de visitantes, algunos oriundos y otros atraídos por los paisajes del ‘Paraíso Natural’ o por la calidad de nuestra gastronomía merecedora de todo tipo de reconocimientos a nivel nacional o internacional. Esto siempre es reconfortante, pero, creo que no es conveniente dormirse en los laureles por más que estos hayan sido bendecidos el Domingo de Ramos. Tras la Semana Santa retomamos la vida rutinaria, los visitantes retornan a sus lugares de residencia…y las caravanas llenan los viales (en donde los hay), a la vez que, de nuevo, los pueblos quedan sumidos en su soledad esperando un nuevo periodo festivo o algún que otro puente… Una Semana Santa que conmemoró la Pasión de Jesús, quien vino a redimirnos, hace dos mil años, pero fue acusado por los celos y las envidias de querer hacerse con el poder y precisamente quienes temían que hubiese venido a “quitarles el escaño”,…aquellos procónsules romanos que representando la justicia, en vez de actuar, se lavaron las manos, con lo cual las masas populares enardecidas y hostigadas por el poder, clamaron pidiendo que liberasen a Barrabás, que era quien había metido las manos en el arca de los dineros públicos; total, que Jesús vino para ayudarnos y terminamos crucificándolo. La historia se repite y como siempre pagan justos por pecadores. Tras la Semana de Pasión se levantan las tinieblas que envuelven toda nuestra vida. Ahora, entre nubes y claros, se van percibiendo rayos de sol que iluminan nuestras esperanzas, esperemos que tambien iluminen a los gestores y políticos que nos administran, y se alejen de de esa obsesión de utilizar lo público en beneficio propio y vayan solucionando algunos de los problemas de nuestra sociedad, algo tan simple, como puede ser concluir esa eterna obra de la autovía de La Espina o ese simple, pero interminable, tramo de la carretera a Naraval. Esperemos que surja una nueva esperanza para el mundo rural.
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