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Verde botella, verde hierba

Luis García Donate

Bienvenidos un mes más, mis queridos contertulios, a nuestro espacio de charla pensamiento y reflexión. Espero que os encontréis bien y los cambios de tiempo no os tengan confundidos. Los días de calor ya tienen algún que otro momento de chaqueta . Dicho eso, si os place, vamos a ello. El asunto de hoy traerá recuerdos a los más nostálgicos. Pensándolo bien, muchos habréis vivido la experiencia sobre la que pretendemos tratar.

Hoy vengo a hablaros, como ya hice en otra ocasión, de la sidra. En este caso no de su nacimiento en los pardos días el otoño, sino de su profetizado final a manos de unos cuantos juerguistas. Llega el verano y con él las fiestas de prao. También festivales, romerías, giras campestres e incluso algún que otro ganadero que aún andando a la hierba mantiene sus costumbres de bon vivant. En todos esos menesteres se halla presente la sidra. Es curioso como el verde de la botella se entremezcla con el verde de los prados. Ambos conceptos parecen haber sido pensados para convivir, como estos edificios modernos que tratan de imitar los colores de su entorno para no romper la línea del paisaje.  Hay quien bebe agua,  combinados, cocktails, vino o incluso leche de pantera, pero allá donde se junten un puñado de asturianos, aparecerá tarde o temprano la sidra. El verano tiene sus olores como cada cosa en la vida. Para mí, siempre olerá a hierba curada, pero para otros siempre irá aparejado al ácido y familiar aroma de ese néctar de manzana. Por algo, digo yo, somos un paraíso.

Hasta aquí la reflexión de este mes. Espero, como siempre, que haya sido de vuestro agrado. Ya sabéis, ojo con lo que viene en botellas verdes, moderación, amistades y buena comida para acompañarlo. Si habéis disfrutado de mis letras, echaos un culín a mi salud. Hasta la próxima.

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