Una Revolución de dos horas

Trubia cumplió durante la insurrección obrera de 1934, hace ahora 90 años, un importante papel surtiendo a los comités revolucionarios de armamento, especialmente en la toma de Oviedo

La plazoleta de Trubia unos años antes de la Revolución / Archivo de Valentín Álvarez

Fernando Romero / Trubia

Este mes de octubre se celebra el 90 aniversario de la Revolución de 1934, insurrección obrera que se declaró en toda España, aunque finalmente sólo tuvo éxito en Asturias, por la potencia del movimiento obrero asturiano y la alianza entre UGT y CNT, al que luego se sumaron otras fuerzas de izquierda. 

La entrada en el Gobierno Lerroux de ministros de la CEDA, que habían declarado públicamente que iban a acabar con la democracia y establecer un poder similar al que entonces había en Italia y Alemania (Musolini y Hitler) unido al descontento social de los trabajadores, fue el detonante. En Trubia la Revolución triunfó y los obreros controlaron la localidad durante doce días. 

El movimiento comenzó el 5 de octubre, aunque ese día nada ocurrió en la fábrica de armas, a pesar de que se habían dado órdenes en toda Asturias para levantarse. Posiblemente la orden insurreccional se perdió y no llegó hasta la noche en que un enlace revolucionario de Oviedo llegó a la fábrica. Entonces se celebró una reunión en la que participaron 300 trabajadores en un monte próximo a la fábrica. En esta asamblea se decidió la toma de la planta. 

En la fábrica había en ese momento 24 jefes y oficiales y una guarnición de 25 soldados bajo el mando del coronel Félix García Pérez. Por entonces trabajaban 1.400 obreros que venían de un largo conflicto con la dirección durante todo el año 1934. Sobre las 10 de la mañana un grupo de obreros entra armado tras vencer una pequeña resistencia en uno de los pabellones. El ataque fue muy rápido y sorpresivo en el taller de montaje. Un teniente temió ser detenido y saltó por la ventana. Fuera, el comandante Azuela ordenó a 15 soldados que ocuparan el piso alto para contener a los obreros. 

El sonido de varios disparos era la señal para detener la producción y para que toda la plantilla se apoderara de todas las armas posibles. Algunos oficiales que se opusieron resultaron heridos. El comandante Hernández Pomares se parapetó con varios números y en la refriega resultó muerto. En las oficinas, junto a algunos oficiales, el director de la fábrica se hizo fuerte. Pero los revolucionarios emplazaron un cañón del 10,5 frente a las oficinas y aunque solo lo rellenaron con pólvora, tras el estruendo los militares se rindieron. 

Tomado el control de la fábrica, los revolucionarios se trasladaron al cuartel de la Guardia Civil, situado al lado del mismo edificio. Les intimidan con un cañón y los guardias se rinden sin oponer resistencia. Todos los detenidos fueron conducidos a la fonda de oficiales. 

La insurrección obrera en Trubia no sumó más de dos horas. A partir de ese momento, Trubia cumpliría un importante papel en la Revolución, surtiendo a los comités revolucionarios de armamento. Los cañones empezaron a salir hacia los trenes con destino a Oviedo. Se blindó una máquina de tren en 48 horas y fue utilizada para atacar posteriormente la Estación de Oviedo y tomarla. Además de los cañones se obtuvieron millares de proyectiles de todos los calibres y 8.000 cascos de acero. 

La noticia corrió por los valles del Trubia y en Teverga los mineros se unieron a la Revolución e impidieron la feria caballar que se celebraba en Las Vegas. Posteriormente los mineros se concentraron ante el Ayuntamiento en Samartín, algunos de ellos armados. Allí tomaron el consistorio y en Entrago ocuparon el cuartel de la guardia civil. Tras controlar la situación, los mineros fueron a Trubia a ayudar a sus compañeros insurrectos. 

En la madrugada del 17 de octubre, cuando ya las tropas gubernamentales tenían prácticamente dominada la Revolución en toda Asturias, salieron de Oviedo en dirección Trubia. Iban las temidas tropas africanas en dos columnas, a las órdenes del coronel Yagüe, tristemente conocido tras la Guerra Civil como el ‘carnicero de Badajoz’ por los asesinatos masivos que cometió contra la población de esta localidad extremeña. 

Cuando las tropas llegaron a la altura de Sograndio, observan que en los montes de los alrededores se lanzan cohetes. Era la señal para avisar a los insurrectos de Trubia de que llegaban los militares. Los soldados gubernamentales responden a los tiros que, desde distintos puntos elevados, recibieron de ametralladora. 

Posteriormente una avanzadilla de revolucionarios se aproxima en son de paz para parlamentar con Yagüe, quien les impuso unas condiciones inaceptables para su rendición, provocando su huida. Yague quería tomar Trubia a la una de la tarde. Apostó una columna en un monte con vistas a Trubia, pero los soldados fueron incapaces de vadear el Nalón, por lo que tuvieron que pasar la noche al raso y esperar al día siguiente para atacar. Un cabo desorientado fue a buscar a su batallón y se perdió, llegando a Trubia y observando que los revolucionarios habían huido. 

Yagüe, que había estado toda la noche enfermo en una ambulancia, ordenó la entrada en Trubia. Los regulares accedieron a la fábrica, liberaron a los prisioneros y ocuparon el monte de Villarín. Trubia quedó en manos de las tropas gubernamentales. Los insurrectos se dispersaron por distintas localidades asturianas para seguir apoyando la resistencia, que ya se agotaba

Deja un comentario

La dirección de email no será publicada.