José González, muy conocido en Oviedo por estar detrás de proyectos culturales de gran dinamismo (La Lata de Zinc, el Local Creativo Paraíso) apostó por volver a su tierra natal, Teverga, donde sigue haciendo honor a su etiqueta de ‘agitador cultural’ desde la Taberna Narciso. Pero cuando alguien no para, no para: también es una de las almas de la Escuela de Teitáu, un proyecto de recuperación de las construcciones típicas de Teverga y Somiedo, hoy seriamente amenazadas. Junto a él está Macario Iglesias, arquitecto y artesano de la bioconstrucción, que desde 2016 está involucrado en la recuperación de las técnicas constructivas tradicionales. Juntos han creado una escuela autogestionada que combina la visión teórica de porqué es esencial conservar y revitalizar este patrimonio con la capacidad práctica de sumar voluntades, y ponerse en marcha. Así lo han hecho, lanzando la escuela con un estupendo soporte web (puede consultarse la página en escueladeteitau.com) y organizando los primeros talleres, que se celebraron en septiembre y octubre, y contaron también con el cantero y cestero Roberto Puertas, y el carpintero Armando Graña. además del apoyo de teitadores locales. El último grupo vino de la Universidad Autónoma de Madrid, de la Escuela de Arquitectura, lo que da idea del interés que ha suscitado la iniciativa. «Fueron todo un éxito, cumplimos sobradamente el objetivo. Hubo tres talleres, todos con el mismo número de alumnos, 12. Un tercio de los participantes vino de Francia», señala José González, que destaca que la intervención se centró en una casa vivienda de teito, en Somiedo, «quedan solo tres y dos son museo. En Teverga no hay ninguna». Y es que la idea que han puesto marcha en la escuela es sumar intereses: los de los participantes, que quieren aprender y a la vez viajar y estar en contacto con la naturaleza, y la del propio territorio y sus habitantes, que cuentan así con respaldo para defender y frenar en lo posible el deterioro de los teitos.
«Esti taller ta pensáu como una estancia na que practicar distintes técniques de bioconstrucción nuna redolada natural d’enorme guapura, onde llevar a cabu los llabores de caltenimientu d’una construcción de piedra y cubierta vexetal, con tol procesu, dende la recoyida de materiales pela redolada (escoba, vares d’ablanu, magre…), hasta l’aplicación y puesta n’obra», señalan los promotores. Unon de los problemas con los que se enfrentan es, por ejemplo, la recolección de la escoba, «crecía en pastizales y hoy muchos de ellos están comidos por el matorral».
Y es que las cabanas de teito de Teverga y Somiedo estaban vinculadas a una forma de vida que se prolongó hasta finales del siglo XX y ya está casi extinguida. «Las cabanas de teito son construcciones de piedra con cubierta vegetal situadas en las brañas, que eran poblados estivales para aprovechamiento de pastos de montaña. Se encuentran en los concejos de Somiedo y Teverga, ambos zonas protegidas en Asturias. Las cabanas o “teitos” están formados por cuadra en planta baja y pajar en el bajo cubierta. Se empleaban tanto para guardar las vacas y la hierba seca, y en ocasiones disponían de una habitación para el pastor. Representan una forma respetuosa y centenaria de aprovechamiento y gestión del territorio», señala la escuela de Teitáu.
La migración masiva a las ciudades, el desplome de la ganadería extensiva, y una política de protección del patrimonio que no está dando resultados han puesto al borde de la desaparición a estos teitos. La Escuela de Teitau pretende oponerse a esta tendencia, desde la acción directa, es decir, poniéndose manos al tejado (ya que estas cabanas necesitan renovar la cubierta vegetal una vez cada cinco años, más o menos) y también desde la difusión, con la organización de visitas guiadas, y otras actividades.
L. S. N./ Teverga
Una imagen vale más que mil palabras. Se puede escribir mucho sobre cómo se protege el patrimonio asturiano, pero la Escuela de Teitáu ofrece en la portada de su web una síntesis demoledora: una gran imagen de la braña de La Pornacal en 1982, tomada por Astur Paredes. En el extremo, hay una flecha, y si tiras de ella ves la misma toma de la misma braña, 42 años después. En medio de los teitos, los huecos, como una boca desdentada muestran el imparable deterioro de estas construcciones. Dos pequeños carteles de la Escuela de Teitau hacen el brutal balance: de 19 a 8 teitos en cuatro décadas.
«De los más de 300 teitos inventariados en los años 90, podemos atestiguar que tan solo unas decenas han llegado hasta nuestros días en buen estado de conservación. La gran mayoría se han convertido en ruina, o van camino de serlo próximamente. Una de las señas de identidad del Patrimonio cultural asturiano desaparece en silencio», asegura la Escuela de Teitáu. Al tratarse de construcciones vinculadas a un estilo de vida rural ya casi completamente desaparecido, su sostenimiento tradicional, motivado por la necesidad y el uso, ya no existe, pero tampoco ha sido sustituido por un plan programado y exitoso de conservación de un patrimonio del que cualquier territorio estaría orgulloso.
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