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Las escuelas de Sograndio, en Oviedo

Manuel Fuente, padre de la maestra Doña Emilia, construyó en 1907 el edificio y lo cedió al pueblo

Patricia Bermejo/
Sograndio

Gaspar Melchor de Jovellanos, asturiano de pro, ya escribía en el S. XVIII que “la educación ha de contribuir a la felicidad y a la perfección de los hombres, cuyo ser es el único dotado de una perfectibilidad indefinida. La educación me permite ejercer sus facultades físicas e intelectuales y perfeccionar su razón por medio del conocimiento». Pero la educación no es sólo un derecho. Cada hombre está obligado respecto a sus deberes cívicos y los de su puesto particular en la sociedad. Los padres tienen la obligación de desarrollar las habilidades físicas e intelectuales de sus hijos, y respecto a los maestros dijo Jovellanos: “¿De qué sirve que atesoréis muchas verdades si no sabéis enseñar? Para comunicar la verdad es necesario persuadirla, hacerla amable”. 

La instrucción primaria elemental se caracterizó durante todo el siglo XIX por tener unos programas limitados, reduciéndose los conocimientos que se impartían a los de carácter instrumental: lectura, escritura, cálculo, doctrina cristiana y algo de historia patria, y secuenciarlos por edades y secciones teniendo en cuenta el escaso material disponible. Respecto a Sograndio, antes de la construcción de la escuela las clases se impartían en el cabildo de la iglesia, y es de suponer que mucho tiempo antes, el pórtico de aquella sirviera también para tales menesteres. 

A finales del siglo XIX la escuela también estuvo ubicada en la planta primera de la casa de Doña Emilia Fuente González (Casa Milia), lo que un siglo después fue el bar «Puzzle» de Sograndio, junto a la carretera nacional, accediendose por la parte de atrás mediante una escalera de madera adosada al edificio. 

En 1907 el padre de Doña Emilia, Don Manuel Fuente González ( el Ferreru ) construye el edificio de las escuelas a lo que seguramente no es ajeno que otra de sus hijas fuese maestra. Cedió el edificio al pueblo mientras las escuelas funcionaran y tuviesen alumnos. En el balcón central, sobre el dintel, figura aún hoy la fecha de 1907, junto a las iniciales M.F. ( Manuel Fuente, constructor y benefactor). 

En la base sobre la que se eleva el campanario figura un escudo nacional de aquella época, labrado en piedra sobre un fondo de murete de ladrillo visto. 

El edificio tenía delante de su fachada principal un terreno muy pendiente, a propósito para que se transformase en patio de recreo. En sus primeros años el patio estaba surcado por varias hogueras y en uno de sus dos extremos dos moreras, que aún recuerdan varios vecinos actuales. En la parte posterior había un pozo que abastecía de agua a la escuela. 

Por aquellos años la moral de la época y los buenos principios pedagógicos prescribían la separación de sexos. Así el edificio de la escuela estaba dividido en dos partes: las aulas de niños y las de niñas, como en su parte superior, donde se encontraban las viviendas de los maestros. 

A lo largo de 100 años se han ido produciendo diversos cambios en el funcionamiento de las escuelas, derivados de la legislación y normativa. Así la Ley de Enseñanza Primaria de 1945 está vigente hasta que en 1970 , año en que entra en vigor la «Ley General de Educación» iniciándose un periodo de mayor apertura que culminará con el advenimiento de la democracia. La aplicación de esta ley, junto con la escasez de alumnos, hace que en 1976 se clausure el aula de niños de Sograndio, siendo el maestro Jesús Chamorro Pérez, mientras que la de niñas siguió funcionando hasta 1998 siendo la última maestra María Encarnación Ordóñez Valle. Así se cerraba un ciclo de enseñanza y aprendizaje en el edificio que duró 91 años. 

Al cerrarse el aula de niños, la incipiente asociación vecinal con acta fundacional de 1979 solicita al Ayuntamiento de Oviedo el uso del aula como local social de la asociación, lo que autoriza el alcalde Luis Riera Posada. 

Posteriormente el inmueble revertió en los herederos de Manuel Fuente, quienes negociaron su venta al Ayuntamiento de Oviedo y tras muchas negociaciones, se ubicó en él el Centro Social de Sograndio, inaugurado el 11 de mayo de 1999 por el alcalde Gabino de Lorenzo Ferrera. 

El actual centro social tiene varios salones muy amplios y aulas taller para realizar actividades recreativas, artesanales, deportivas, culturales y todo tipo de reuniones. También disponer de despachos para la delegación de la institución municipal y de las asociaciones, así como de una gran cocina totalmente equipada, posiblemente la mejor del concejo de Oviedo, donde se realizan cursos de cocina. 

Debido al gran crecimiento demográfico de Sograndio y a la construcción de tantas viviendas nuevas son muchos los vecinos que aún sueñan con volver a ver una escuela con niños en el edificio. Yo considero que un ciclo ha terminado y que el futuro es siempre incierto, aunque no lo veo probable. 

Me gustaría hacer constar el nombre de María Balbín, que jamás dejó de escribir sobre las escuelas y reproducir aquí uno de sus poemas, este dedicado a los maestros y titulado «En la Jubilación»: 

«Setenta años. Una fecha 

qué nunca el maestro olvida; 

fue deseada y temida 

y quedándose llegó. 

Sin palmas y sin laureles 

una inmensa mayoría 

cesaron en aquel día 

que la Ley les señaló. 

Si pocos hallaron gloria, 

todos hallaron cariño, 

porque al corazón del niño 

siempre supieron llegar. 

Y en esta limpia ternura 

se cimentó su tesoro. 

No buscaron fama ni oro, 

no el recibir, si no el dar. 

Y a vosotros, compañeros, 

los que seguís en la brecha, 

deseamos que en la fecha 

de finar vuestra labor, 

como el premio más hermoso 

para el maestro ya anciano 

recibáis en vuestra mano 

de cada niño, una flor». 

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