Nacida en San Andrés de Trubia, fue la primera mujer gitana de Asturias en sacarse el carné de conducir


Trubia
Vecina de Trubia y muy comprometida con la localidad, en la que promueve un nuevo colectivo vecinal, Rosa Gabarre fue la primera mujer gitana de Asturias en sacarse el carné de conducir, primer hito de una vida activa que, con 73 años, aún no ha encontrado un “stop” en su lucha por derribar tópicos en pro de la dignidad y la igualdad .
Transmite serenidad y a la vez aplomo. Tiene la mirada limpia en unos ojos claros que se mueven rápido bajo unos párpados pequeños y muy vivos. Y su cara risueña -que a veces se pone seria- acompaña a una voz fuerte y clara. Una mujer con carácter. Y lo confirma la conversación en cuanto se cruzan con ella las primeras frases, dejando claro que Águeda Rosa Gabarre Jiménez va recto y por derecho, a su conciencia pero sin dejar de comprometerse de lo que han de ser la vida y las personas tal como a ella la enseñaron en su casa y en su familia. Unos principios por los que se siente orgullosa y respetada.
Y es que a sus 73 años, la vida ha dado mucho de sí para “la Tía Rosi”, como la conoce todo el mundo dentro y fuera de Trubia. Sigue trabajando en los mercados de Pravia, Luanco y Grado, dedicada principalmente a la ropa de cama, calzado y a los tejidos para el hogar. Lleva en ello más de medio siglo, tiempo en el que ha vivido mucho y en el que ha visto de todo. Y, de paso, también ha roto unos cuantos techos de esos que hablan los sociólogos, no sólo el “de cristal” sino también los asociados al pueblo gitano y a las mujeres. Así, Rosi fue la primera mujer gitana en Asturias -y también de las primeras mujeres en sacarse el carné de conducir en una fecha como 1973. Y haciendo uso de él para el trabajo, yendo al volante por todo el norte de España y Portugal para mover y poner a la venta el género que ella y su familia trabajaban. También crió a más de uno de sus sobrinos, y cuidó durante años a su madre y hermanos enfermos, siempre con coraje.
“Nací en San Andrés de Trubia”, cuenta, en una familia muy grande. “Vivíamos en chabolas, porque entonces, ya se sabe, nadie quería vivir con los gitanos. Íbamos de aquí para allá, pero en mi familia todos trabajaban”. Se bautizó en Pola de Lena, a instancias de “Don Amador, el cura, un hombre bueno que ayudó a todos sin excepción”. Su primer nombre viene de su madrina, que era paya y lenense, que se llamaba Águeda. Y ya de vuelta en Trubia, con poco más de veinte años, sucedió algo que le cambió la vida. Una noche, su cuñado llegó a casa bebido y desangrándose por una herida. Pese a los primeros auxilios, la hemorragia seguía y costó mucho encontrar un vehículo para llevarlo al Hospital de Oviedo. Pero como Escarlata O´Hara, Rosi puso a Dios por testigo de que si salía adelante, ella misma se sacaba el carné para que, si la familia se viera en otra igual, hubiese medios para actuar. Y salió adelante. Así que “me fui a la autoescuela Tuya, en la calle Covadonga”, donde “me dijeron que tenía que sacarme primero el Servicio Social, lo que era la “mili” de las mujeres en la época de Franco”.
Pero logró sacarse el permiso de conducción “y a la primera”, poniéndose al volante con la mercancía de la familia. Imposible contar los kilómetros que hizo y sigue haciendo. Más fácil es saber los vehículos que tuvo: “ocho furgonetas y ningún problema, ni en la carretera ni con la Guardia Civil. Prejuicios ha vivido pocos: “En mi familia nunca hubo machismo”, asegura, “y aunque mi padre no me dejara ir sola a Oviedo ni al cine, jamás dijo una palabra de que las mujeres no pudiesen conducir ni me prohibió nada que no fuera recto y de sentido común”.
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