Nuevos vecinos: el cerrajero Claudio Barrantes, de Madrid, lleva desde 2006 afincado en Proaza, «aquí hay muy buena gente»

F. R G./ Caranga Baxu
Claudio Barrantes Valdivia, aunque criado en Madrid, se vino joven, con 26 años, a buscarse la vida a Asturias, en donde se formó como carpintero metálico. Posteriormente completó su formación como cerrajero fuera del Principado (dice que no hay ningún sitio en que te formen en esta especialidad en Asturias). Hoy está establecido en Caranga Baxu, trabajando para todo el valle y otras zonas.
Ofrece dos tipos de servicios: cerrajería con aperturas, instalaciones copias de llaves antiguas y urgencias 24h, así como carpintería metálica con restauraciones, portillas, puertas. También realiza trabajos de soldadura. “Trabajo a lo largo de los valles del Trubia, Proaza, Quirós, Teverga, Santo Adriano, Trubia y los concejos colindantes, la zona rural, que al final es la que me gusta”, explica.
Pero además, Claudio es un estudioso de la herrería tradicional de manera autodidacta, que completa viajando y conociendo sus misterios, por ejemplo en Toledo y León. Sus principales encargos son, mitad y mitad, aperturas de urgencia y trabajos metálicos, “entre las dos ramas hago un sueldo”.
Llegó a Proaza en 2006 con 26 años y estuvo viviendo en Serandi. Por aquel entonces trabajaba como montador y soldador de estructuras metálicas.
Claudio se quedó en Asturias “me enamoré del lugar y su gente, si no fuese así ya habría marchado a otro lugar”. Cree que se puede vivir y trabajar en un pueblo “yo lo estoy haciendo desde hace ya unos cuantos años y espero seguir muchos más, aunque estuve los primeros años dándole muchas vueltas para conseguirlo, mientras trabajaba en talleres de ciudades asturianas y en montajes metálicos por España”, afirma. Propone algunas mejoras para favorecer la llegada de gente joven a la zona rural: “Aquí los accesos al lugar y a la sanidad son complicados, apenas hay autobuses y la ambulancia se comparte entre los concejos”, relata. De los vecinos solo tiene buenas palabras: “Recuerdo que cuando llegué a ver la casa de Serandi salió una vecina a recibirnos, Maruja, luego Pili y Fermín, siempre pendientes de lo que pudiéramos necesitar. Luego estaba el alemán (asturiano pero trabajó allí mucho tiempo) con el que charlaba paseando los perros todos los días. Son muy buena gente”.
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