Por Nando. F. ARIAS
[Paisaje y paisanaje de Grado]
El dos de agosto de 1904 se inaugura la línea del Ferrocarril Vasco Asturiano que une San Esteban de Pravia con Oviedo. Se quejaba D. Álvaro Fernández Miranda en su libro “Grado y su concejo” que no habían acudido muchos moscones a la estación a celebrar tan importante acontecimiento. Sin embargo, el 19 de abril de 1936, un anuncio en el diario Región, con motivo de la primera Flor de Grado, informaba de que había trenes especiales desde Oviedo, Collanzo y San Esteban para asistir al evento. Lo mismo ocurrió, que yo tenga constancia, con motivo de las fiestas de Santana del año 1945 y 1955, de lo que se deduce que “los moscones” ya se habían dado cuenta de la vital importancia que tenía este medio de transporte.
Dos años más tarde se inaugura el tramo Fuso de la Reina a Figaredo dando comienzo una época de brillante desarrollo de las zonas por donde discurría el tren.
Los clásicos vagones de madera para pasajeros eran arrastrados por máquinas de vapor; en ocasiones escoltados por vagones de mercancías que transportaban los más diversos productos que alimentaban el tejido comercial e industrial de la zona. Paralelo a este servicio de viajeros unas potentes locomotoras tiraban por una serpenteante columna de vagones que transportaban el carbón desde las cuencas mineras hasta el puerto de San Esteban.
Vecina a la estación se inauguró, el 27 de julio de 1945, la Fábrica de Extractos Curtientes del Norte de España, “La Cardosa”. Hacía pasta para papel, que trasladaba en el tren, principalmente, a Bilbao. En Pravia se distribuía en trenes la sal para el sazonado de pescado a todos los puertos de la zona. También se almacenaba el carbón contribuyendo al poderío económico de la villa.
El trasiego de trenes era constante las veinticuatro horas del día. Trabajadores, estudiantes, comerciantes, turistas eran diariamente transportados por tan cómodo y seguro tren. De Grado salían los productos frescos de sus huertas hacia toda Asturias e incluso hacia Madrid. Era habitual ver en muchas tiendas de la región el cartel: “Lechugas, repollos, fabas, etc. de Grao”. Por otra parte, el comercio y la industria de Grado recibían diariamente los suministros necesarios.
El trasiego de trenes era constante las veinticuatro horas del día. Trabajadores, estudiantes, comerciantes, turistas eran diariamente transportados por tan cómodo y seguro tren
Quién no recuerda a las célebres “carretonas”, que hacían los encargos de los comerciantes en la capital. Y las “vendedoras de pescado” que subían desde San Esteban, la Arena o Cudillero. Era normal ver también en la estación cajas de madera con respiraderos que contenían otro de los productos de los que Grado gozaba de gran fama: los pasteles. Los dulces entre los que se encontraban los afamados “tocinillos de cielo” se distribuían en tren.
En la década de los 60 se sustituyen las ya vetustas locomotoras de vapor por otras de diesel y poco después los ya destartalados vagones de madera son cambiados por otros con autonomía propia.
En 1972 el Vasco Asturiano se integra en FEVE. El descenso de la producción de carbón desde los años 80 trae consigo que las líneas se conviertan en un importante y necesario tren de cercanías.
En 1989, lamentablemente, se tira la estación de Oviedo, un edificio emblemático. A pesar de que el conjunto arquitectónico aparentaba frialdad, sobre todo aquellas interminables escaleras de cemento, una vez en el interior el edificio se volvía muy acogedor, especialmente aquel corredor de madera que había que atravesar para acceder a las vías y a la siempre abarrotada “cantina del Vasco”. En la zona de las vías un tren de anuncios comerciales dibujados en azulejo le daban un encanto especial (hoy están en la estación de FEVE de Oviedo). En 1999 se desmantela el tramo de Fuso a Oviedo por la construcción del cinturón verde y desaparece uno de los encantos de la línea, el bullicioso cruce de la estación de Fuso de la Reina y el paso del tren por el majestuoso puente de hierro sobre el río Nalón.
En nuestros días el abandono de la línea es sobrecogedor llegando a peligrar su existencia, por aquello de “la pescadilla que se muerde la cola”; es decir: el abandono del mantenimiento trae consigo que los usuarios opten por otro medio de transporte. Y los responsables alegan que no puede haber inversión por el bajo ratio de usuarios. Nos queda una duda, mientras el resto de Europa apuesta por un buen ferrocarril aquí tiramos por la borda más de cien años de historia y cerramos líneas sin tener en cuenta el “servicio de utilidad pública”. Alguien tendrá la respuesta, ¿no?
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