Publicado el: 31 May 2019

Votar o no votar, afortunado sea el dilema

Plácido RODRÍGUEZ

─ Bueno, Juanín, bueno; ya estás hecho un hombretón, creo que es la primera vez que puedes votar. ¿Ya tienes una idea política formada?

─Sí, abuelo, ya sé que a ti eso no te convence, pero lo tengo bien pensado: soy apolítico. No vas a conseguir liarme.

─ ¡Humm! Apolítico. Interesante. ¿Estás seguro?

─ Esta primavera no hay más que votaciones a cada poco, y todos se pelean por un trozo del pastel. No me interesa meterme en ese jardín. Paso.

─Tal como corresponde a la naturaleza caprichosa de una estación que alterna nubes, sol, viento y humedades, esta primavera podrá recordarse por una climatología electoral muy cambiante. Una vez transcurrida la vorágine plebiscitaria,  los medios de comunicación y las redes sociales se afanarán en cultivar jardines llenos de gráficos coloreados que transforman las flores en siglas, escaños y pactos postelectorales. ¿Es ese el jardín al que te refieres?

─ Sí, todo ese follón de cosas forma parte de la democracia; mejor ser apolítico.

─Ya, esa miscelánea tan actual de nuestra democracia mantiene por un lado cierta esencia que emana del pueblo, oloroso de sudor proletario y de lucha obrera; por otro lado se percibe la fragancia burguesa, el incienso de la Iglesia o las flatulencias perfumadas de la nobleza. Pero aún tiene que seguir madurando el fruto serondo de un árbol que se plantó en la antigua Grecia, y al que no permitían se acercaran extranjeros, mujeres y esclavos.

─ Pues ahora ya puede votar todo el mundo. ¿Y de qué nos sirve una democracia con políticos corruptos y campañas llenas de mierda electoral?

─ Desde aquellas asambleas primitivas atenienses se han cambiado muchos pañales para hacer crecer a la criatura lo más aseada posible, tratando de evitar que se ensucie con sus propias heces. Hoy es necesario continuar mimándola, limpiándola de contaminantes, para que pueda alcanzar algún día la mayoría de edad que la haga autosuficiente.

─Yo ya soy mayor de edad, y soy libre, y apolítico.

─ Tú sí eres mayor de edad, la democracia aún no. Y resulta paradójico que sea de la mano de esa democracia adolescente donde se produce una negación de libertad que choca con la opción de votar. Porque la democracia niega la libertad de ser apolítico.

─ No me quieras liar, abuelo, que tienes una labia…

─ Cuando alguien puede elegir, desde ese momento se decanta por una primera y fundamental opción política, sólo en el caso de que decida votar asume una nueva elección para escoger a quién. La primera opción de votar o no votar no permite, por tanto, ser apolítico.

─ O sea, según tú…, ¿mientras pueda votar no puedo ser apolítico?

─En efecto. El fundamento de los hombres y las mujeres apolíticas no es más que la resignación, y la tristeza de los regímenes totalitarios en los que el sufragio se encuentra mutilado por los intereses de quienes obstruyen el derecho al voto. Las personas apolíticas son las que asumen la negación al plebiscito, y no van a votar, no por decisión propia, sino por la falta de libertad que genera la ausencia democracia.

─ Lo sabía, sabía que me acababas liando.

─ Pues, ¡anda! Piénsalo mejor y vete a votar el domingo.

 

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