Caen las hojas y sopla el viento

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Por Luis GARCÍA DONATE

Pasad y servíos algo caliente, ya soplan los vientos, enconados y cada vez menos cálidos, que preceden al invierno. Bienvenidos un mes más al humilde rincón de este bardo, un lugar especial si me permitís, en estos tiempos, pues es en el invierno cuando las viejas historias hacen falta para mantener viva la llama de la esperanza hasta la primavera. Hoy
os traigo esta. Dice así la leyenda: Hace siglos cuando los espíritus vagaban libres, antes de caer atrapados por los prejuicios y la timidez de los hombres, el cambio de las estaciones era controlado por las cortes del pueblo Fae, las hadas, que a lo largo y ancho de la tierra orquestaban el comienzo y el fin de cada época, controlando el danzar del sol sobre los campos, la periodicidad de la lluvia y los cambios de la Luna. Reinaba la armonía y los habitantes del mundo cumplían con sus destinos ignorantes de que bajo él, los Druchi, unos seres oscuros surgidos de la tiniebla y la piedra por capricho de los Titanes, tramaban un plan para robar el poder de los nobles Fae y romper el ciclo, aprovechando tal poder para sus pérfidos fines. Sirviéndose de engaños y artimañas, aprovechando la hospitalidad de las hadas, un embajador druchi penetró en sus dominios y robó el orbe que encerraba el poder de las estaciones. Al enterarse, los Fae libraron una guerra en las profundidades del mundo mientras este se desgarraba en un cataclismo de tempestades, frío y yermo. Transcurrida una Edad, durante la cual se libraron las épicas batallas que narran los bardos del reino de las hadas, los señores Fae recuperaron el orbe y restablecieron el orden en la tierra pero para su sorpresa, sus enemigos se habían hecho con una parte de su magia, por eso la cadena habría de permanecer incompleta, quedando el mundo frío y
sin vida una vez al año, sin que ni siquiera las hadas pudiesen evitarlo. Por eso los hombres, los seres imperfectos que con nuestra voluntad hemos domeñado el mundo, debemos soportar resignados, el invierno.

Hasta aquí el artículo que un mes más me hacéis el honor de leer. Espero sinceramente que haya sido de vuestro agrado. Con él no pretendo ofender a los descreídos, agraviar a los creyentes o perturbar a fuerzas desconocidas, faltaría más. Recordad, las leyendas no son historias falsas, son verdades construidas mediante símbolos, aunque esta no es
ni lo uno ni lo otro, solo una fábula inventada por este contador de historias que queda, como siempre, a vuestro servicio hasta el próximo mes.

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