El Valle, un centro que enseña a poner los pies en la tierra

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Por el espacio terapéutico de  Santo Adriano han pasado en sus 35 años 1.400 residentes con distintas adicciones

«Llegué a gastar 2.000 euros en una noche», relata uno de los internos, que destaca que la terapia «es como una cura de humildad. Estoy mucho más sereno, pero hay que partir de cero otra vez»

De izda., a dcha., Sara Fernández, Desiré Abello, Francisco Budiño, Mercedes Torres, María Álvarez y Serapio de la Lama, parte del equipo terapeútico de El Valle

F. Romero / Santo Adriano

Unos 1.400 personas con diversas adicciones han acudido en los últimos 35 años al centro terapéutico El Valle, situado en mitad de la naturaleza en el concejo de Santo Adriano. Sin duda, el sonido de los pájaros, el rumor del río Trubia, el silencio y el estar rodeados de montañas es ya en sí mismo una terapia para cualquiera. Pero además, las personas que hacen sus tratamientos en El Valle cuentan con un equipo de 11 terapeutas que buscan las raíces de los problemas individuales que traen los residentes, las razones que les han llevado a apoyarse en drogas y en hábitos negativos para ellos y para su entorno. «Lo primero que enseñamos es a poner los pies en la tierra», explica Mercedes Torres, la directora del centro.

Mucha terapia, mucha ocupación, trabajo al aire libre, reflexión y meditación… rutina y rutina. Forman parte del método curativo de este centro, que nació en 1986 de la mano de la Asociación Pedagógica Terapéutica de Asturias, sin ánimo de lucro, que compró la finca y hoy es un complejo de líneas sencillas y muy integrado en el paisaje. En El Valle cada día se trabajan distintas habilidades sociales, se enseñan técnicas de resolución de problemas, se lleva a cabo una rehabilitación integral, también neurocognitiva, ya que las drogas también producen daños en la mente de las personas que hay que trabajar, como la memoria o la capacidad de planificar, para lo que el ajedrez es un buen aliado. El Valle aplica también la técnica del mindfullness, una manera de meditar para la toma de conciencia de los problemas y para aprender a aceptar las situaciones sin necesidad de juzgarlas. «Somos partidarios de una terapia de aceptación y compromiso. No todo es felicidad, como nos vende constantemente la cultura occidental, es un mensaje vacío que choca con la realidad. Somos contrarios a la psicología positiva», explica Mercedes.

Taller ocupacional de madera

Aunque lo habitual es que el centro albergue a 25 residentes, debido a la pandemia se ha reducido a 21, mayoritariamente hombres. Al centro acuden a tratarse personas de todas partes de Asturias, aunque fundamentalmente de las zonas urbanas como Oviedo, Gijón, Avilés o las cuencas. No hay un perfil único de los que acuden a este centro. Gente con adicciones a sustancias o a hábitos sin sustancia, aunque la mayoría son politoxicómanos. Predominan las adicciones a la cocaína, a otras drogas y al alcohol, aunque también se han tratado ludopatías, pero no han llegado aún casos de adicciones a apuestas on line, tan en boga en la actualidad.

Es un problema que no discrimina en cuanto a la extracción cultural o social. «No siempre llegan a desintoxicarse y hay recaídas. Hay que tener en cuenta que es una enfermedad crónica», explica la directora. Se puede ingresar de dos formas a El Valle, una, gratuita que está subvencionada por el Principado, a través del Sespa, y otra de manera privada, en la que el residente o su familia tiene que afrontar los costes. Suelen permanecer en el El Valle una media de seis meses y la salida al exterior va siendo gradual, con un control por parte de los terapeutas y con un seguimiento ambulatorio. «Es un régimen cerrado, aunque pasada la primera etapa hay salidas a casa programadas, aprenden a comportarse en sociedad, a relacionarse». Mercedes insiste mucho en que el equipo es estrictamente profesional, «no hacemos como otros centros en donde hay exresidentes que asumen tareas de terapeutas». Hay médicos, psicólogos clínicos, educadores, trabajadores sociales, integradores y monitores de talleres. El Valle es ya muy conocido en su entorno, especialmente en el pueblo de Villanueva. «Nunca ha habido conflictos, aunque bien es verdad que estamos a este lado del río y eso nos hace estar un poco al margen de la vida vecinal». Sin embargo en ocasiones han participado en actividades del ecomuseo La Ponte, han representado obras de teatro en Villanueva o han trabajado en la biblioteca «es una relación muy constructiva». Serapio de la Lama, que también forma parte del equipo directivo del centro y que es educador social, subraya en que «la clave de este centro es la atención individual».

Un residente trabajando en la huerta del centro

«Llegué a gastar 2.000 euros en una noche»

Uno de los residentes del centro El Valle accede a relatar su historia guardando el anonimato. De 31 años y vecino de Siero, ingresó el 20 de enero de este año con un historial de consumo de cocaína y alcohol. El confinamiento le hizo recaer, tras haber pasado por Proyecto Hombre. «La situación era insostenible» explica.

— ¿Cómo entraste en El Valle?

-Hay un trato muy afable. Vi que el sitio era adecuado y no esperé a la subvención, por voluntad propia y con apoyo familiar ingresé

– ¿Cómo ha sido tu vida hasta ahora?

-Todo lo que comencé no lo acabé. Llevo consumiendo drogas desde los 16 años, lo que me bloqueaba para seguir estudiando, a pesar de tener buenas notas. Luego trabajé en empresas de hostelería.

– ¿Cómo fue tu relación con las drogas?

-A los 16 años consumía porros. Era un entorno en donde tenía una actitud rebelde. Quería salir de la normalidad. Una cosa lleva a la otra. Con 17 años ya pruebo la cocaína, la MDA y la quetamina, hasta los 20. Luego bajé el consumo. De los 27 a los 29 años fue mi etapa más drogadicta.

– ¿Cómo decidiste buscar ayuda?

– Por un acontecimiento familiar traumático decidí entrar en Proyecto Hombre. Gastaba muchísimo dinero a causa de mis adicciones. En una noche llegué a gastar 2.000 euros. Luego te arrepientes y te das cuenta de que no eres en realidad esa persona que hace todo eso. Lo que empieza siendo algo recreativo acaba siendo una adicción.

– ¿Cómo es tu tratamiento?

-Trabajamos el porqué de las drogas. Me adapté muy bien a las rutinas y a la vida tranquila. Buscamos serenidad, actividades, lectura, autoconociminto, reflexión, introspección.

– ¿Ya puedes salir para ir a tu casa?

-Sí, desde junio. Fue mi reencuentro con el mundo exterior. Estoy mucho más sereno, hasta en la manera de expresarme. Te sientes mejor de la cabeza. Es como una cura de humildad. Las primeras veces que salí estaba más nervioso por los estímulos de la vida exterior.

– Supongo que ahora cambiará tu entorno, tus amistades…

– Sí. Aquí hacemos una terapia integral, no solo dejamos las drogas, partimos de cero, y tenemos que evitar las personas tóxicas. Es como saltar de una liana y agarrarte a otra, como dicen por aquí. Aprendemos cosas importantes. Por ejemplo, cuando estaba deprimido o de bajón, recurría al alcohol, y aquí me enseñaron a tolerar la frustración.

Uno de los edificios

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