Publicado el: 16 May 2022

Cuando Trubia tenía Gota de Leche

Luis Hernando de Espinosa, que fue director de la fábrica entre 1915 y 1919, hizo numerosas mejoras en la villa cañonera, entre ellas una institución para garantizar la salubridad del alimento de los más pequeños

La Gota de Leche, en la calle del Medio. Cortesía de Valentín Alvarez

Por Roberto Suárez Menéndez/Trubia

Todos en Trubia hablamos del general Elorza o del coronel Baeza por su importante labor social; pero hubo otros que se nos han pasado desapercibidos aún cuando cuenten con una calle en la localidad. Hoy vamos a referirnos, para no dejar en el olvido, a Luis Hernando Espinosa, director que fue de la fábrica de Trubia de 1915 a 1919.

Cuando llega a Trubia trae bajo el brazo una importante experiencia militar tras haber dirigido la Fábrica Nacional de Toledo a donde fue destinado, por R. O. de 7 marzo de 1911 y hace su presentación oficial ante, su hasta entonces director, el coronel Rodrigo Loño, el 22 de ese mismo mes. Dicha fábrica, que en la actualidad acoge dependencias de la universidad de Castilla La Mancha, fue creada por Carlos III en 1761 como Fábrica de Armas Blancas en la antigua Casa de la Moneda y, desde 1875 nombres de artilleros tan prestigiosos como Elorza, Morla, o Azpiroz -cuyos bustos fueron fundidos en Trubia- montaban guardia permanente a la entrada del edificio. Pero pronto se quedó pequeña y es entonces cuando se encarga a Sabatini un nuevo edificio situado a orillas del Tajo, para aprovechar su fuerza hidráulica. En 1906 pasa a llamarse Fábrica Nacional de Toledo y en 1960 forma parte el grupo Santa Bárbara.

Ya durante su estancia en esta villa, Espinosa dejó patente su preocupación por mejorar las condiciones de vida de la gente bajo su mando. Una prueba de ello fue la decisión que tomó, de acuerdo con la Junta Facultativa, de suspender los festejos de Sta. Bárbara en diciembre de 1912, por entender que sería más provechoso «destinar los fondos que habrían de emplearse al fomento de ciertos planes que redundarán en beneficio de la gente trabajadora» de dicho centro fabril. Por este gesto la prensa de la época le testimoniaba su agradecimiento del que no sólo eran deudores sus obreros sino todo Toledo «por los muchos y buenos propósitos para con esta ciudad». Y es aquí, en esta ciudad que en tanta estima le tenía, donde casa a su hija Dolores Hernando en la capilla castrense de dicha fábrica, actuando tanto él como su mujer, M.ª Ángeles Romillo, de padrinos de dicha ceremonia.

Pero su bagaje no se ceñía únicamente a la península, ya que en agosto de 1895 había conseguido una de las diez plazas para integrarse como capitán en el Cuerpo de Artillería destinado en Cuba. Cuando llega a Trubia y bajo su mando, allá por 1919, trabajaban en la fábrica cañonera unos dos mil obreros. Por aquellas fechas esta villa tenía grandes necesidades de transformación, entre ellas, la creación de lugares de recreo, esparcimiento e instrucción.

Afortunadamente Trubia estaba ya atendida en sus necesidades sociales básicas, merced a la sensibilidad y buen hacer de los diferentes directores: contaba así con una escuela de formación profesional obrera, escuela de música, atención sanitaria; e incluso desde 1900 se había creado una clase de idiomas-anexa a la Escuela de Artes y Oficios- para los obreros con inquietudes en el manejo de lenguas como el inglés o el francés, pero ante tan elevada población, ya se hacían cada vez más patentes nuevas necesidades.

Al hacerse cargo de la dirección y mando de la fábrica, Hernando Espinosa se dedicó a estudiar la vida del pueblo, hallando ciertas deficiencias que trató de solventar y así mejorar la vida del pueblo, trabajando con gran interés por su embellecimiento y mejora.

Su primera idea fue emprender obras de gran necesidad, construyendo un magnífico comedor para obreros, una moderna y lujosa casa de baños, levantó un piso a gran número de casas en el barrio de Junigro, higienizó otras, instaló agua corriente en todas, colocó en la plaza pública un cinematógrafo, edificó una buena plaza de abastos, un hermoso teatro, un círculo obrero dotado de una voluminosa biblioteca, trabajó para la implantación de la cooperativa militar y en un moderno edificio, hecho exprofeso, fundó una Sala de desinfección y la Gota de Leche.

Con esta última iniciativa se venía a resolver una necesidad de vital interés para el pueblo, pues en Trubia, dada su situación topográfica y clima húmedo, se propagaba considerablemente la tuberculosis y otras enfermedades contagiosas, las cuales se transmitían por falta de higiene y de elementos de desinfección. Por otra parte, las madres, generalmente por desconocimiento, cometían verdaderos errores en la crianza de sus hijos.

En este sentido, la Gota de Leche supuso una gran mejora. Había consulta diaria y gratuita donde las madres, celosas de la salud y desarrollo de sus hijos aprendieron, siguiendo los consejos del doctor, los fundamentos de la alimentación del niño y aquellas que por pocos recursos no podían criarlos, recibían la cantidad de leche necesaria para alimentar correctamente a sus hijos. La primera de estas instituciones –la sala de desinfección– constaba, además de otros aparatos, de una estufa «Metezger», vapor de agua, vapor de presión y vacío, con o sin formaldehido, con aparato inyector de formol. Una cámara de fumigación a base de «Clayton» para desinfectar toda clase de objetos, una lejiadora «Metezger» de 1.200 milímetros de ancho por 1.100 de alto, con una capacidad de 350 litros y 30 kilogramos de ropa. Esto era de gran importancia para desinfectar la ropa que no podía someterse a la desinfección de vapor y un aparato «Torréns» para producir gases de formaldehido y amoniaco.

La segunda –La Gota de Leche– constaba de un depósito colector de 200 litros de cabida con un tamiz doble, que servía para filtrar la leche, limpiándola de sus mayores impurezas al entrar en él. Una desnatadora-purificadora «Alfa-Laval» accionada por un electromotor, la que servía para extraer de la leche la cantidad sobrante de nata, purificándola de sus impurezas microscópicas, un pasteurizador, una máquina para la homogeneización, un esterilizador de leche modelo original «Honneberg», el cual constaba de cuatro pisos con cuatro cestas, en las cuales se podían colocar 120 botellas por piso esterilizando la leche a 95-97ª C. Como se podrá observar, esta institución poseía los mayores y mejores adelantos de la época y, dado que la creación de las Gotas de Leche respondía más a una influencia de las instituciones médicas y benéficas de la localidad que a los niveles de mortalidad infantil ya que su implantación no era un proceso fácil ni ágil, pues su gestión no estaba exenta de dificultades, la mayor parte de ellas económicas. Esto que ocurría en otras partes donde se implantaban estas instituciones, en Trubia, una vez más, este proceso se vio agilizado y favorecido gracias al mecenazgo de la Fábrica de Armas y, cómo no, al buen hacer y empeño particular que en ello puso su director, Luis Hernando de Espinosa al que, sólo por este logro, muchos niños de la época deben sus vidas.

Deje su comentario

La Voz del Trubia