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[Tribuna Libre] Levantar la voz

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Xuan Cándano
Xuan Cándano (Foto Diagonal)

«EL PROBLEMA MÁS GRAVE DE ASTURIAS  NO ES EL PARO NI EL ÉXODO JUVENIL,  SINO LA CAÍDA DEMOGRÁFICA Y EL DESPOBLAMIENTO DE LAS ZONAS RURALES»

Xuan Cándano, periodista

Mi abuelo Manolo era maquinista del Vasco y por eso fue a vivir a San Esteban, la última estación de la línea carbonera. Cuando estalló la guerra en julio de 1936 la noticia le pilló de camino a Oviedo. Era un republicano socialista y eso le debió convencer de que como en casa en ninguna parte, en aquella España que avanzaba hacia la tragedia. Así que fue andando hasta Siones, donde había nacido y donde vivía su familia. Luego trasladó a mi abuela y a su innumerable prole al pueblo. Así fue como mi madre y sus hermanos pasaron la guerra lejos de las bombas en la bucólica paz de Siones. En el pueblo los más viejos aún se acuerdan de ellos, sobre todo de mi tío Albano, que era el más revolvín.
Cuando acabó la guerra mi abuelo tardó en volver a San Esteban por miedo a las represalias. Se adelantó mi abuela, que encontró la casa saqueada con unos okupas falangistas dentro. Luego Manolo pudo volver a conducir la máquina del Vasco.
Por eso nací yo en San Esteban y ahora aquella modesta casa con corredor y huerta, donde increíblemente vivían mi madre con mis abuelos y sus diez hermanos, es mi pequeño paraíso estival. La vida me ha llevado a varios lugares, pero nunca me sacará de San Esteban.
En San Esteban desemboca el Nalón, que vertebra a toda la comarca. Por el valle del Nalón se conoce popularmente en Asturias a Langreo y los concejos carboneros de la parte alta del río, pero para mi empieza en Trubia y acaba en San Esteban. El tren sigue el cauce del río, trajo la industrialización con el esfuerzo de legiones de obreros como mi abuelo y con ella la riqueza asociada al carbón que ennegrecía las aguas. Ahora las aguas bajan limpias y mi valle del Nalón, de Trubia a San Esteban, no tiene más riqueza que la de sus gentes. El viejo puerto carbonero cerró por defunción porque Asturias no sabe explotar sus riquezas y cuando huyó el capital vasco que sacaba por San Esteban el carbón del Aller y del Caudal el pueblo inició una decadencia que amenaza con convertirlo en un fantasma desafiante ante la bravura del Cantábrico. Es la misma crisis de Trubia, donde las fábricas repletas de obreros también empiezan a ser un evocación del pasado.
El problema más grave de Asturias no es el paro y el éxodo juvenil, que son dos tragedias colectivas, sino la caída demográfica y el despoblamiento de las zonas rurales, las dos caras del mismo fenómeno. Porque antes está la vida que los números, aunque en los gobiernos piensen lo contrario.
Por eso la aparición de La Voz del Trubia es una de las escasas noticias alentadoras que podemos celebrar en los últimos años los vecinos de mi valle del Nalón. Para que la vida, la riqueza y los monos de los obreros vuelvan a estos parajes regados por el río totémico es imprescindible la masa crítica, esa caldera que mueve a las sociedades, como el carbón hacía funcionar la máquina que conducía mi abuelo.
Que el proyecto lo ponga en marcha y lo dirija Fernando Romero, uno de los mejores periodistas que conozco y un luchador infatigable, es una verdadera garantía y un privilegio para sus lectores.
Ya iba siendo hora que en el valle del Nalón levantáramos la voz.

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