Balbino Martínez espera que llueva para que los arroyos muevan de nuevo los molinos para la escanda
Beatriz Álvarez/ Quirós
Durante muchos años el pan fue el alimento básico e imprescindible de la dieta de muchos hogares. El “pan nuestro de cada día” o que “no nos falten el pan y la sal” son expresiones comunes no sólo de aquella época de “fame” y necesidad, sino que hoy mantienen plena actualidad. En Quirós no podemos hablar de gastronomía y tradición sin mencionar al “pan de escanda” un pan muy sabroso y apreciado, sobre todo, para aquellos que tuvimos la suerte de poder disfrutar del que hacían nuestras madres y abuelas. Es un pan oscuro, no especialmente tierno, que se conserva muy bien y que encierra en sí mismo parte de la historia y costumbres quirosanas.
En un momento en que muchos hogares han vuelto a interesarse por la fabricación artesana del pan, no está mal recordar un proceso, el de “hacer pan”, que nos retrotraerá a muchos de nosotros a aquellas mañanas de calor en pleno verano junto a la cocina de carbón mirando como “lleldaba” la masa, deseando que tu “güela” te dejará formar un “bollín” de cuernos o colocar un “huevín” cocido en medio de la bolla que llevarías de romería el día de Alba o el de San Roque. Era un tiempo larguísimo el que teníamos que esperar mientras se “arroxaba” el horno, se “enfornaba” y, por fin, se sacaba la “forná” Es en este momento, el de “qué forma más guapo”, “qué buen color”, “qué bien te salió esta vez” cuando las mujeres respiraban orgullosas y colocaban los panes en la masera a esperar que enfriaran, era el tiempo de descansar un rato o de seguir con las tareas cotidianas tras un día que había empezado muy temprano. Mientras tanto, los más pequeños sólo esperábamos poder comer un buen pedazo de aquel pan caliente y prohibido porque podía hacernos mal a la barriga, que había llenado de olor a pan todos y cada uno de los rincones de la casa.
Tres elementos son necesarios para que el milagro del pan de escanda se produzca: la escanda, los fornos y las mujeres.
La escanda es una variedad de trigo que se cultiva en estas zonas de montaña porque tiene una mayor resistencia a las condiciones del clima. Durante muchos años las tierras de pan eran incluso mucho más abundantes que las de maíz, el otro cereal fundamental en la época. Hoy, sin embargo, el cultivo de escanda en Quirós se encuentra reducido a pequeñas tierras que se siguen sembrando por costumbre y casi únicamente para el consumo familiar. Así quedan tierras de pan en Bermiego, Cortes, Toriezo, Faedo y Las Llanas. En la seronda, dicen que en Salcedo en Rechampo llegó a sembrarse escanda incluso en enero, empieza la siembra del cereal. Se siembra la “erga” (el grano de escanda antes de haberle quitado la cascarilla), se “salla” y se “arrianda”. Llegado el fin del verano, entre agosto y setiembre, se recoge la escanda. Es un trabajo muy laborioso para el que se necesita a toda la familia. Las espigas sólo pueden cogerse a mano, una a una, o como mucho con “unes mesories” (especie de tenazas de madera que sirven para arrancar las espigas de la planta) y te permiten, cuando aprendes a usarlas, coger varias espigas a la vez. A la tierra a “coller” pan hay que ir con manga larga para que las plantas de pan no te arañen. Recogido el pan se lleva al hórreo para que se sequé y de ahí, al rabil en dónde las espigas se chamuscan para quemar las aristas y se mallan para deshacerlas. Se introducen por la tolva y bajan a la piedra para quitar la cáscara del grano. La cáscara es muy ligera y para separarla del grano se ayudan con un ventilador. Ese deshecho es la llamada “poisa”. De manera que en el rabil es dónde sale la escanda separada, cayendo a una especie de cajón que recoge los granos de escanda limpios. De el molín de pisar al molín de moler, que son cosas diferentes. En el primero se separa el grano de escanda de la cáscara y en el segundo la escanda se muele. Ambos son hidráulicos, es decir, empiezan a funcionar cuando el río trae agua para poder mover la maquinaria.
En la actualidad hay un rabil funcionando en el pueblo de Bermiego. Balbino Martínez ha rehabilitado y puesto en funcionamiento un molín de pisar que pertenece a Diego el de Proaza. Balbino habló con Diego y le comentó que podía ser interesante limpiar y echar a andar de nuevo el molín. Hoy este molín recibe escanda de Lena, Aller e incluso de la zona de Langreo, también de los pocos quirosanos que siguen teniéndola. Existe al menos otro rabil en Veiga, pero en la actualidad no está funcionando.
Pero el pan de escanda no sería tal sin los “fornos artesanos”. Fornos que desde siempre han estado integrados en nuestras construcciones tradicionales, de manera que muchas casas los conservan siendo fácilmente reconocibles. Desde afuera en las casas hay adosada una especie de construcción circular cuya boca o puerta habitualmente está en la cocina. Hoy mucha gente enforná en casas de sus antepasados en las que han conservado los fornos mientras que las casas modernas o reformadas o bien no los han incluido o simplemente los han quitado. Mientras la mujer realiza el proceso de amasar en una masera en la que se coloca mitad y mitad de harina de trigo y de harina de escanda, más o menos, dependiendo un poco del gusto de cada familia y para lo que se ha usado el “furmientu” (de la última masa fermentada, las mujeres retiran un pedazo que usarán para fermentar la nueva masa). Se prepara el forno mientras la masa llelda. Para ello se enciende utilizando distinto tipo de madera que puede ser de avellano, de fresno y de haya, ésta última es muy buena debido a su alto poder calorífico. Se trata de conseguir que los ladrillos estén en caldea, esto ocurre cuando el forno por dentro está blanco hasta la puerta. El horno ha alcanzado ya la temperatura ideal para cocer y no para quemar. Utilizamos aquí varias herramientas propias de esta tarea. El “serraorio” una vara larga con la que mover las brasas para ir repartiendo el fuego dentro del horno, eso se llama “sorrascar” y tradicionalmente hay que hacerlo al menos ocho veces. Una vez listo el horno y preparados para introducir los panes que hemos ido formando, se barre el horno con una escoba de sabugos o de boje que aportará aroma al pan. Le llega entonces el turno a la pala de enfornar, que es una pala de panadero con un mango muy largo sobre la que se pone de uno en uno cada pan que queremos ir colocando dentro del horno. Es un proceso que hay que realizar con cuidado porque los panes no pueden estar muy juntos para que no se peguen, ni tocando las paredes del forno para que no se quemen. Por ultimo, se usa la “cayá” que finaliza el proceso de colocar los panes dentro del forno y con la que los acercaremos a la puerta para sacarlos al finalizar la cocción. En algunos sitios debajo de cada pan, para que no se manche, se coloca una hoja de berza. Una oración y a esperar.
Miedra pan que la cama se t’esfai
Pan en el forno, Cristo sobre todo.
A San Isidro Labrador, a San Antonio Bendito
Nos defienda’l ganao y a nosotros de todo pecao
Amén, Jesús.
Por último, nada de esto sería posible sin las mujeres. Las mujeres quirosanas que se esmeraban y se esmeran tanto en esta labor ancestral de hacer pan. El pan con el que alimentar a sus familias y agasajar a sus invitados. Se levantaban muy pronto para poder llevar a cabo todos los pasos de esta liturgia y si todo salía bien, que casi siempre sale, se llevaban los parabienes y felicitaciones de toda la familia. Plegaban la ropa utilizada, la masa del pan se envuelve en mantas para que suba lo que tiene que subir, y recogían hasta la próxima “forná” que podía ser en dos o tres semanas, dependiendo de los panes que hubieran salido.
No es posible hacer pan de escanda sin la confluencia de escanda, forno, pues nunca se va a obtener el mismo resultado en un horno de gas o eléctrico y mujeres que por creencia, tradición o costumbre rezaban para que todo se llevará a buen fin y bautizaban los panes antes de meterlos en el forno haciendo la señal de la cruz con un tenedor sobre ellos. Sea este un homenaje a cada una de ellas sin excepción.
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