Por Antonio MASIP
Hace días asistí en la librería Santa Teresa, que para mí conserva, en su radical renovación, un punto de la nostalgia de su vetusto espacio causahabiente, a la presentación del libro “Descubriendo los secretos de la Vega”. Entre el material fotográfico que se proyectó, Sonia Santacoloma, la autora, nos introdujo una magnífica fotografía de los años veinte que, en juego futurido, podría evocar el reciente traslado de la Vega a Trubia, que conllevó 55 despidos tecnológicos sin posibilidad hasta ahora de recuperarse estúpida y arbitrariamente en las nuevas contrataciones.
Valorando esa exposición oral, la imagen, en efecto magnífica, me trajo el recuerdo del origen temático del arte cinematográfico con la famosa “salida de la fábrica” de los hermanos Lumière. Hoy me entero de que dos científicos americanos de la Universidad de Columbia, conservan en una molécula de ADN la llegada del tren al apeadero de La Ciotat, otra de las películas legendarias y pioneras de los Lumière.
La Vega está, aunque se olvide y se haya saqueado, en el ADN de Oviedo. Los 55 gravitan en esa molécula como integrantes del ser de esta ciudad/concejo tal lo vio Clarin en la descripción de su Vetusta. Lo sucedido con los 55 es, parodiando al clásico francés, “peor que un crimen, un error”.
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