El historiador Fernández Conde recopila 25.000 topónimos tradicionales de Candamo

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«Fue un regalo que le debía a este lugar. Detrás de cada uno de ellos hay una historia, la historia del paisaje cristalizado»

Javier Fernández Conde / Foto de Esther Martínez

Esther Martínez / Candamo

Javier Fernández Conde (Piarnu, 1937) es doctor en historia por la Universidad de Oviedo,  catedrático emérito de Historia Medieval de la misma y doctor en historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana de Roma. Llegó a Candamo en 1994 por decisión propia para ocuparse de varias parroquias rurales.

“La Edad Media es la tierra, soy aldeano y necesitaba compartir  esa etapa de mi vida con gente sencilla ligada al campo, volver a sentir la cercanía en las relaciones humanas y conocer de primera mano las dificultades de esa sociedad campesina de la que procedo”. Junto a sus alumnos realizó varios trabajos sobre el paisaje rural y las estructuras agrarias medievales del concejo.

“Recogimos  más de 25.000 topónimos tradicionales de Candamu. Detrás de cada uno de ellos hay una historia;  la historia del paisaje cristalizado. Es importante recuperar estos términos tal como los decían los paisanos del pueblo, porque esos topónimos tradicionales son los que nos dan pistas para la investigación, por eso es  necesaria la aprobación de los  decretos que oficialicen este proceso de recuperación”.

Conde es miembro de la Academia de la LLingua Asturiana y cree que es mal momento para el asturiano porque considera que una lengua para que se consolide es necesario que  sea  cooficial. “Hubo  varios momentos que podía haberse conseguido, pero los políticos asturianos de la transición creyeron más importantes otros temas y no supieron gestionarlo”.

Conde publica ahora la Historia de Candamu, desde los orígenes hasta el siglo XV, en 2014. “Fue un regalo que le debía a este lugar. Esta tierra tiene importantes vestigios que era necesario investigar y valorar; San Pedro Mangón con una villa medieval, otra en el Valle y un castillo, el castrum Ventosa en el picu Nolín relacionado probablemente con una explotación de hierro cercana,  fueron enclaves decisivos para el desarrollo social y administrativo. En la capilla de San Pedro hay dos piedras en las que puede haber grabados prerrománicos; es una hipótesis. En el  triángulo Los Llanos de Ventosa, el Bufarán y el castillo de Gauzón, los enterramientos paleóliticos y megalíticos, son hitos de demarcaciones territoriales importantes, pero por supuesto la seña de identidad de Candamu es la Cueva de la Peña”.


Siempre llama la atención la escasa o nula romanización de este territorio.  “Era un lugar de tránsito, no hubo fuerza romanizadora, estaba rodeada de enclaves con fuerte presencia del imperio: Las Regueras, Pravia o Grao”.

«El futuro tanto de Candamo como el de Asturias pasa por la recuperación de los pastos, los huertos urbanos, las explotaciones comunitarias, las concentraciones parcelarias, la modernización de la ganadería y especialmente el fomento del cooperativismo que choca con la educación individualista»


La contribución personal  del historiador al acervo cultural  de estas tierras está patente. El libro fue elaborado con el rigor metodológico de una historia local, de un espacio concreto convertido en territorio desde tiempos muy remotos, pero con el mimo de quien se siente parte de ese terruño.

“La historia de Candamo evidencia la presencia de un pasado muy activo desde el Paleolítico, que continúa con la cultura castreña, y posteriormente con los poblamientos en zonas llanas. Los alfoces medievales el de San Tisu y el de Candamu,  la posterior  unión a Grao, y la independencia en el siglo XIX.  Quiero que los candaminos se sientan orgullosos de su historia milenaria”.

Dice que el  historiador le aportó al cura, un relativismo sano, libertad y un estado de alerta permanente contra el conservadurismo y el inmovilismo.

Cree que el futuro tanto de Candamo como el de Asturias pasa por la recuperación de los pastos, los huertos urbanos, las explotaciones comunitarias, las concentraciones parcelarias,  la modernización de la ganadería y especialmente el fomento del cooperativismo que choca con la educación individualista de los asturianos. “Jaime Izquierdo expone en  La casa de mi padre  el ejemplo de cómo se debe actuar. Aunque las estructuras agrarias permanecen, en los últimos años la vegetación desfigura el paisaje”.

Conde dice que ve el mundo desde una perspectiva de izquierdas; hace poco en una clase dejó perplejos a sus alumnos al afirmar que “ser conservador es pecado”.

En los tiempos de la clandestinidad del PCE y CCOO era rector del seminario y  lo abrió para que se celebrasen reuniones de militantes y al centro de formación permanente del clero llevó a todos los políticos de la transición desde Gómez Llorente a Fernández Inguanzo. “Quería que los chavales les viesen la cara a los políticos”.

Dentro de unos meses verá la luz su ultimo libro “Crónica del Obispo Don Pelayo. Edición Crítica y Estudio” .

Es  presidente del Comité Oscar Romero de Cooperación al Desarrollo de ayuda a Hispanoamérica. Colabora y supervisa “in situ” un proyecto en  Rengo (Chile)  donde  se han formado cincuenta panaderos y en Brasil apoya desde Cáritas Candamo, un plan de ayuda a madre jóvenes.

Javier Fernández Conde, cura, docente, investigador, defensor de la cultura asturiana, incluida la liturgia, cree que la historia no puede seguir viviendo de valores tradicionales.

 

 

 

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