[Perfil] Estrella Pérez, «güela del Aramo»: «El futuro de los pueblos no está claro»

La quirosana, natural de Rano, de 84 años, recibirá mañana la distinción en la Fiesta del Corderu del prau Llagüezus, junto al lenense Ismael Martínez

Estrella Pérez, ante el bello paisaje de Rano/ Foto de Beatriz Álvarez

Beatriz Álvarez/Quirós

Me llego a Rano a visitar a Estrella Pérez Menéndez, la güela del Aramo de este año 2017, en el último día de un junio, que no sé muy bien a qué estación pertenece. Me espera Ángel, su hijo. Desde que quedó viuda hace ya más de veinte años, cuando parecía que el matrimonio aún joven iba a empezar a vivir un poco, sus dos hijos, Ángel y César, están pendientes de ella. Van y vienen varios días a la semana y aunque está muy bien (“doler no me duele nada, pero los años están encima y trabajaos”) no está de más mirar por lo que tienen, una madre que en septiembre cumplirá 84 años. Estrella nació en 1933, antes de una guerra de la que recuerda vagamente a un soldado que una vez le dio “un chusco de pan, yo cogilu, qué sabíamos nosotros quiénes eran aquellos hombres ni qué era la guerra”.

En la cocina de la casa hace un calor muy agradable. La güela del Aramo de este año es menuda y ágil de movimientos y de cabeza, despierta y de sonrisa amable y mirada expresiva. Una mujer de blanquísimo pelo que sonríe todo el rato y que no deja de expresarnos su agradecimiento por la atención que estos días ha levantado.

Nunca salió de Rano. “Aquí  nací, aquí me críe y aquí sigo”, me dice. “Ésta época es otra cosa, antes xuncir las vacas, sacar el cucho, una que ye ruin…”. A lo que Ángel interviene para decirle “pequena sí, pero ruina no”. “Ir pal puerto de Cueva a Cubiellos todo hasta el Gamoniteiro, eso conózcolo bien yo, la Bargana, la braña de Rano y subir la escalera de Gabitos de madreñas, marchar al puerto a por leche todo el mes de junio y salir a las dos de la tarde y volver a las nueve de la noche cada día.”

Fue la pequeña de cuatro hermanos, “la pequeña y la criada”, y se quedó en casa con los padres. Se casó en San Blas con César de Murias estableciendo en Rano su hogar y su familia a pie de sus padres, Ángel natural de Rano y Amalia de la cercana Murias, a los que acompañó y por los que miró hasta que faltaron. Madre de dos hijos y una hija que murió de nena, abuela de dos nietas, sigue trabajando la huerta donde tiene un poco de todo, “escanda por si hacemos un bollo que amasa Ángel, frejoles, patatas, cebollas,…”

Aunque estaba “fartuca de vacas” se enfadó mucho cuando hace un par de años los hijos decidieron que era hora de deshacerse del ganado. Aún se lamenta de ello, tenía dos vaquinas en el corral a pie de casa que atendía ella misma por el invierno. Hoy vive acompañada de Laika una mastina que defiende lo suyo y a los suyos, les pites y los gatinos.

Cuando le preguntó por la vida en el pueblo me cuenta que “la vida en los pueblos fue dura, de jóvenes no teníamos otra distracción que sentarnos en la fuente unas mirando pa abajo y otras pa arriba a charlar, acuérdome una vez que pasó una mujer de Muriellos y díjonos “bien se conoce que no tira el carbiel.lu” y allí quedamos discurriendo que nos había dicho, porque aquí en Quirós se habla muy distinto de un sitio a otro”.

Respecto al futuro de los pueblos me dice gráficamente que “no sé ve muy claro, acaba todo”. No hay gente en Rano, echa de menos a Belarmina una vecina con la que charlaba mucho y especialmente a Josefina, la su prima, que se recupera de un accidente doméstico por el que rompió la cadera a pie de casa de Estrella.

Dicen que en Rano hay un matriarcado, será porque está habitado por mujeres o será porque las mujeres que hay son especialmente fuertes y aglutinan en torno a ellas a sus hijos y familias.

Salimos de casa a hacer unas fotos, yo quiero hacerla al lado de la cocina de carbón y ella me dice “vamos fuera que Rano ye muy guapo y tien muy buenas vistas”. Desde detrás de su casa vemos Villamarcel, Villajime, Ronderos y el Pradal de Ricao y desde la quintana se ve al fondo la capilla de Santa Rita, entre los árboles un poco de la capilla de San Blas y los montes quirosanos, montes que un día fueron prados y tierras de labor y hoy son… bueno son lo que son, la imagen de un tiempo nuevo que como dice Estrella Pérez Menéndez “no se ve muy claro”.

Estrella junto a su hijo Ángel/ Foto de Beatriz Álvarez

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