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¿Después de Tola, qué?

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[Desde mi antojana]

Por José María RUILÓPEZ

Los osos son el símbolo de Asturias. La historia empieza cuando Juan Díaz Faes, llamado “Xuanón de Cabañaquinta”, mataba osos en los montes asturianos, algunos a acuchillo, cuerpo a cuerpo. Dicen que hasta 92 ejemplares. Había nacido en 1821, y tenía una estatura de casi dos metros, tuvo trato con la Reina Isabel II y con Alfonso XIII. Se dice que era simpatizante carlista y la fama le venía, no tanto como cazador, como por su fuerza demostrada en combates preparados con otros forzudos de la época.
No podemos olvidar a los osos de Oviedo capital, Petra y Perico, encerrados durante años en un reducto mínimo y denigrante en la década de los cincuenta del siglo XX, en el Campo San Francisco, que se convirtieron en espectáculo para los pequeños en visita dominical. La muerte de ambos llenó páginas de periódicos.
Lo mismo ahora con el fallecimiento de Tola, que ya había cumplido 29 años, la osa encerrada en el cercado de Proaza, junto a Paca. Dos oseznos rescatados de los furtivos, que han crecido en una amplia zona vallada durante todo ese tiempo bajo supervisión veterinaria y al cuidado de sus vigilantes.
Pasó la época de las cacerías de osos en los concejos de los Valles del Trubia, llevadas a cabo por aficionados como los propietarios del palacio de Entrago, la familia Cañedo, que se ayudaban de conocedores del terreno, los monteros, y eran acompañados por cazadores locales. Éstos fueron los sucesores del mayor cazador de osos de Asturias, Ignacio Rodríguez, nacido en la Villa de Sub, Teverga, en 1831 llegó a matar hasta 99 ejemplares.
Ahora los osos en Asturias, no sólo son un símbolo, sino una especie protegida por los funcionarios del Seprona. En los últimos años ha proliferado el número de ejemplares, y se pueden ver en zonas cercanas a poblados, o en los montes por donde se mueven, siempre que se vaya acompañado por conocedores del terreno. Hace unos días, según contó LA VOZ DEL TRUBIA, una osa se llevó un rebeco malherido por un cazador madrileño, que tuvo que renunciar a la pieza porque la osa ya estaba comiendo al herbívoro.
Con la muerte de Tola hay una orfandad en el cercado de Proaza. Paca parece que echa en falta su compañía después de tantos años de convivencia. La disyuntiva está en traerle una nueva compañía a Paca o esperar a que fallezca ésta para acabar con ese cercado turístico que tantas visitas concita. El aumento de ejemplares en libertad empieza a traer problemas a la gente de los pueblos. La escasez de comida debido a la despoblación de las aldeas más altas, la desaparición de los animales domésticos o de las colmenas obliga a los plantígrados a bajar a zonas pobladas en busca de recursos alimenticios. La primavera pasada se vieron ejemplares en Entrago, Teverga, entre las casas, a plena luz del día, comiendo cerezas en propiedades particulares hasta dejar las ramas peladas.

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