Por Loli GALLEGO
Tuvieron que pasar dos días para que mi espíritu se fuera serenando del impacto emocional que me provocó la nefasta sentencia sobre un hecho deleznable que hizo que nuestra sociedad sin que hubiera convocatoria se levantara en un clamor que traspasó nuestras fronteras.
Titulo esta carta con tres palabras, pues a mi juicio dan significado a los hechos acaecidos.
Rabia fue la sensación que me invadió, y me saltaron las lágrimas por la impotencia de ver cómo unos señores que tienen como misión impartir justicia hicieron lo contrario de lo que ésta representa.
A la Justicia se le cayó la venda que cubre sus ojos atónita viendo desvirtuados el conjunto de valores sobre los que debe de asentarse una sociedad, que son el respeto, la equidad, la igualdad y la libertad.
En este caso esos valores fueron pisoteados rompiendo el equilibrio entre ellos y por ende despreciando a la Justicia, con una sentencia que favorece a los monstruos que cometieron la infamia que todos conocemos, condenándolos con una sentencia laxa, mediante la cual en poco más de un año estarán fuera de la cárcel y dada su constitución amoral y sin empatía volverán a las mismas mañas, pues este hecho ruin, asqueroso y vil les ha a salido gratis.
Lo que me enfadada es que con nuestros impuestos los estamos manteniendo en la cárcel, de donde no debían de salir pues estarán preparando su próxima fechoría, ya que tienen por lema la violación.
Dolor por la víctima, una persona joven con todo un futuro y en lo mejor de su vida, ésta se ve truncada por una acción deleznable que ella tuvo que sufrir en aquellos momentos, sola, y volverlos a recordar en un juicio, quedando en su memoria para siempre la vejación a que fue sometida.
Me pregunto ¿qué ocurriría si esta persona tuviera un parentesco con alguno de los jueces ?¿Sentenciarían de la misma manera? ¿Tendrían en consideración el voto en contra del magistrado, el cual según la sentencia, vio satisfacción en la persona agredida?. Presumo que no, que la sentencia sería otra y que se aplicaría la petición de la Fiscalía de veintidós años de prisión.
Pero no, se hizo un juicio “salomónico” ante la petición de libertad presentada por el juez disidente: ni libertad ni violación, solo abusos.
Estamos retrocediendo a las épocas en las que el Código Penal, ante una situación semejante, castigaba a la mujer y dejaba libre al violador.
Aunque físicamente no conozco a esta persona, vaya para ella mi respeto, admiro su valentía, pues tuvo la dignidad de no quedar callada, como tantas otras mujeres, que por vergüenza no denuncian los abusos y violaciones a las que están sometidas.
Pena, al contemplar cómo nuestra sociedad se desmorona, perdiendo los valores fundamentales que son los que hacen a una nación sana, física y moralmente.
Cuando estos valores fallan la sociedad se va degradando, cayendo en un pozo nauseabundo del que será difícil salir.
Hecho en falta alguna opinión a este caso por parte de la Iglesia, siempre dispuesta tomar partido por cualquier causa que consideren faltar a la moral.
Pues en este caso sí debería de salir a condenar como ciudadanos que pertenecen a esta sociedad la aberración de la sentencia. Pero no, está callada sin aportar una palabra de aliento y solidaridad con las mujeres. Solo dos monjas, un cura y el obispo de Tánger que publicó en su twitter: «La manada abusó sexualmente de una mujer indefensa»; me pregunto si la sentencia no es un nuevo abuso contra esa mujer, una mujer que un día se vio desvalida por la fuerza física hoy se habrá visto más desvalida ante la fuerza de la ley.
Finalmente ¿Qué se va a esperar de los representantes de la Iglesia Católica, si durante muchos siglos consideraban a la mujer como un ser sin alma y solo sometida al hombre?. En esta institución el machismo es lo que impera.
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