Publicado el: 05 Sep 2019

Marketing eclesiástico

Severino A. HEVIA

La Iglesia es una institución pujante que siempre ha estado, está y estará a la altura de las circunstancias por complejas o difíciles que sean éstas y viene ello a cuento porque leo ensimismado una noticia reciente sobre la instalación de datáfonos en las iglesias o, mejor dicho, como ellos mismos los definen, “cepillos digitales”.

Según ellos, en su plan de modernización poco a poco empezarán a instalar terminales digitales para recoger donativos que quieran darse bien con tarjetas de crédito o bien con aplicaciones móviles, y por lo que he leído ya han instalado uno aquí en Oviedo, concretamente en la Iglesia de San Juan.

Estoy seguro de que ya en los seminarios han implantado una asignatura de carácter obligatorio sobre la digitalización en la iglesia y están preparando a los ávidos seminaristas para que asesoren a los potenciales piadosos clientes en el uso de tales tecnologías, como es de suponer sólo y como única medida para que en futuro próximo consigan un cómodo acceso al bienestar celestial, que todo tiene un coste.

Así que, parroquianos, ir acostumbrándose a acercarse al Señor acompañados siempre de la tarjeta de crédito que el agua es un producto muy caro, véanse las luchas fraticidas entre los operarios del sector (Cadasa, Aqualia, Acciona Agua, etc..) por el control de la misma y no os digo nada del sobrenatural coste del bendecirla.

El comportamiento de los representantes de la Iglesia a lo largo de su historia ha sido siempre demencial, casi nunca han sabido estar a la altura de lo que predicaban y se han caracterizado por realizar todo lo contrario intentando que la implantación de sus postulados llevase aparejado el incremento de sus bolsillos y en toda su existencia se han preocupado mucho más de la cantidad económica que podía aportar el cliente que de la calidad espiritual de los creyentes, que aún siguen siendo muchos para el ejemplo que les dan, máxime cuando tenemos a aquellos andando por ahí como Cristo por su casa.

Pero no se puede en ningún caso ignorar su gran capacidad intelectual. Cuando llegaron a estas tierras, a este Suroccidente nuestro, y de aquella cuando no existían apenas vías de comunicación en un territorio extremadamente abrupto e inhóspito, pudieron in situ comprobar como nuestros antepasados vehementemente veneraban a los árboles como buenos y legítimos descendientes de los celtas.

Imagino que hicieron un gran estudio de mercado para llegar a una conclusión sensata: si instauramos aquí la Virgen del Rosario, la Virgen del Pilar o a Cristo Nuestro Señor a éstos podemos acercarlos al culto, incluso hasta obligarlos, pero lo que es devoción y adoración ni con la Santa Inquisición, porque éstos van a seguir adorando a los árboles, algo que viene, reitero, de su genética celta.

Y así, astutamente decidieron arrimarlos a sus ascuas aprovechando sus mismas armas y creando y consolidando aquella adoración y devoción pero ya dentro de la propia iglesia, confirmándose como los primeros ecologistas y conservacionistas de la flora local en pro de la defensa de nuestras especies arbóreas, de nuestros árboles, siendo además pioneros del movimiento ecológico puro, ya que de aquella los ecologistas no vivían de subvenciones.

Crearon entonces en Grado la Virgen del Fresno, a día de hoy también Arciprestazgo del Fresno, en Cangas del Narcea la Virgen del Acebo, también a día de hoy Arciprestazgo, y la Virgen del Carballo, en Pola de Allande la Virgen del Avellano, en Laciana La Virgen de Carrasconte (el carrasco) y en Ponferrada la Virgen de la Encina, esto solo por nombrar los de más trascendencia. Esto es que desde Grado y Cangas del Narcea por todo el Suroccidente y hasta El Bierzo crearon una gran estructura clientelar eclesial aprovechando las propias creencias de los moradores de la zona. Y esto no se hace solo con inteligencia natural por mucho que vayas de la mano de Dios.

Y aún se les olvidó crear, aunque yo creo que no fue tal olvido si no todo ello perfectamente premeditado, la Virgen de la Vid, que de aquella ya existían los viñedos tanto aquí como en El Bierzo, pero es que la vid, el vino, el Dios Baco que es un Dios romano y pagano y estos de aquí, seguidores de Epicuro aunque desconocieran su existencia, ya saben (“si Dios que es la suma bondad, bebiendo aquí nos tiene, será porque nos conviene, hágase su voluntad” – Epicuro siglo I antes de Cristo), todo ello junto podía dar lugar a equívocos en la adoración.

Ya quisieran a día de hoy en pleno siglo XXI grandes empresas como por ejemplo El Corte Inglés contar con estudios y estudiosos del mercado como los que manejaban éstos.

Personalmente, analizado todo lo anterior y actualizado a día de hoy, si tuviese una pequeña o mediana empresa, no ya grande que eso es otro cantar, el estado, bancos, subvenciones, latrocinio en general, nunca se me ocurriría contratar a un Director Comercial ni a un Coach Manager, a mi me bastaba con tener al cura cerca.

 

Comentarios:
  1. pilar lópez García dice:

    Hablas con bastante desprecio de la Iglesia.
    Creo que no eres muy asiduo de entrar en ellas y enterarte de lo que se hace.
    Los edificios hay que mantenerlos,la luz hay que pagarla.
    Y las obras sociales y de ayuda al necesitado,te lo pasas por alto.
    En mi parroquia,en una población de Barcelona,se acaba de unstalar un datáfono de esos.
    Nadie obliga a poner nada en él.
    Pero hay gente generosa que en la medida de nuestras capacidades colaboramos.
    La charlatanerìa barata contra la Iglesia siempre ha estado de moda.
    La ignorancia siempre se ga dicho que es muy atrevida.

  2. pin dice:

    Nun tienes preciu como historiador, gallu. Tú interpretación de la historia y los hechos nun tien desperdiciu. ¿Cómo ye que nun tienes una columna diaria en el país ni una cátedra en oxford, oh?

  3. Javier dice:

    Muy ácido y crítico.
    A nadie se obliga a colaborar, pero hay mucha gente que conociendo las necesidades y lo que la Iglesia hace con los menos favorecidos, colabora y apoya nuestra acción. No estaría mal que el autor pasase por las Caritas de nuestra parroquias y viese cómo y a quien se atiende y cómo se van restaurando los templos y como se trabaja en bien de los demás…
    El tal D. Severino es cruel en su constatación y muy poco objetivo, me parece.

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