Publicado el: 12 Dic 2020

¿Por qué se deshiela la nieve de un día para otro?

Por Fernando ROMERO

Ayer se produjeron importantes riadas y desbordamientos en Belmonte y Somiedo y, en general, los ríos asturianos que se nutren del caudal de las corrientes de las montañas, bajaban cargados, veloces y arrasando árboles y objetos. Afortunadamente parece que hoy se recupera poco a poco la normalidad, evitando males mayores. No es la primera vez que esto ocurre. El desbordamiento de ríos por lluvias intensas y muy violentas en poco tiempo empieza a ser un fenómeno conocido en los últimos años.  Sin embargo, las incidencias de ayer tienen otra causa. En la última semana la temperatura aumentó, en las zonas de montaña, entre 4 y 10 grados centígrados. El pasado fin de semana nevó intesamente en muchas cotas altas, bajando hasta los 600 metros.  Este cambio brusco de la temperatura hizo que toda esa nieve se derritiese en poco tiempo y, en forma de agua, alimentara muy generosamente nuestro ríos, que bajaban bravos desde la Cordillera.

Científicos y ecologistas llevan mucho tiempo advirtiendo del daño que el ser humano y su modelo desarrollista de producción está causando en el medio ambiente, que además parece ya irreversible. Precisamente hoy se cumplen 5 años del Acuerdo de París firmado por 195 países con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global promedio por debajo de los 2 °C en comparación a los niveles pre-industriales, y perseguir esfuerzos para tratar de no superar los 1.5 °C. Un objetivo que se queda en meras declaraciones institucionales. Los gobiernos hacen gestos, quieren cambiar algo para que todo siga igual desde una mirada política cortoplacista infantil que solo nos traerá desastres  cada vez más inmediatos como los que ya estamos viviendo.

Nada de lo que está ocurriendo en nuestros días, incluyendo el covid 19, es ajeno a la actividad humana. La pérdida de la biodiversidad, la deforestación del planeta, el monocultivo, la contaminación, la concentración de las poblaciones en grandes ciudades, el consumismo desenfrenado…, son partes de un mismo todo, de un sistema interconectado cada vez más complejo y, por tanto, más expuesto al colapso. No se puede confiar en la varita mágica de la ciencia y de la tecnología, que solo sirve para tranquilizar conciencias, para hacer creer de manera infantil que cualquier cosa se puede hacer porque luego vendrán los científicos a sacarnos del atolladero.

No hay marcha atrás y además es muy urgente cambiar nuestra manera de hacer las cosas. Pero para ello lo primero es ser capaces de analizar en profundidad y ver las causas estructurales de las plagas y males de nuestros días. La solución ha de ser radical, en su sentido más literal, es decir, desde la raíz del problema. Podemos conseguir vacunas para las pandemias, construir muros para proteger a las poblaciones de las riadas, mejorar el sistema de contención de incendios, encontrar filtros eficaces para la contaminación, producir alimentos (cada vez más caros) para los cada vez más consumidores que tienen intolerancias alimentarias, gastar miles de millones en la concienciación del reciclaje de nuestros plásticos mientras no baja la producción de los mismos por la gran industria y nadie les pone freno…. pero el problema seguirá. Son parches que no resuelven el problema, quizás lo aminoren unos años, pero al final aflorará, porque, como dice la sabiduría popular, no se pueden poner puertas al campo y el mar presta pero no da.

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