Los regentes de ‘La Viña’ relatan la evolución de la localidad ovetense en el último medio siglo
F. Romero / San Claudio
El bar-tienda La Viña es un establecimiento clásico de San Claudio. Desde el año 1952 ha permanecido abierto ininterrumpidamente, todo un mérito en los tiempos que corren. Sus propietarios, el matrimonio formado por Leónides Cuervo y José Manuel González, a quienes ayuda su hija Margarita, han sido también testigos de la evolución del pueblo en los últimos 50 años, del esplendor a la decadencia causada por el cierre de las industrias de la zona. San Claudio ha perdido, dicen, su esencia de pueblo y hoy es una ciudad dormitorio de Oviedo “en donde hay gente que lleva aquí 30 años y no nos conocemos”, explica Leónides, quien recuerda que en los años sesenta y setenta del siglo pasado la localidad vivió su esplendor: “La cerámica de Loza daba empleo a 600 trabajadores, Fuente Trubia a 300, cerámica de San Claudio a un centenar… muy buenos tiempos después de una posguerra difícil. Eran años muy fructíferos, además del sueldo de la industria, todos tenían vacas o un cerdo, huerta y las grandes empresas generaban a su alrededor muchos pequeños negocios”, explica Leónides. José Manuel recuerda que cuando salía el turno a comer (De 12 a 1) “parecían las fiestas de San Mateo de la cantidad de gente que había por la calle. De noche ocurría lo mismo, al salir a las diez, nadie se iba a casa. Tiraban todos para los bares a jugar la partida y a charlar, fumar y beber. Eran otros tiempos”, explica. Había numerosas tiendas y bares: Casa Fila, La Manduca, Casa Consuelín, Casa Claudio, Casa Lidia, Casa Quico, Avelino (con bolera y sala de baile) Casa Tahoces, Gamonal, Pachicón, Casa Tiriqui, Casa Luti y Casa Cosme, entre otros”. Su madre Leónides Álvarez empezó en La Manduca (que primero era Casa La Viña) y luego se trasladó a su actual ubicación. Tenían también cine (actual edificio del banco Sabadell) y ahora solo quedan nueve negocios de hostelería”. El problema es que al cerrar la industria local muchos de sus empleados originarios de Grado, Trubia y Las Regueras regresaron a sus pueblos. Aquel San Claudio fue muriendo y dejando paso a otro, con el arranque del siglo XXI, con más edificios modernos habitados por personas que trabajan en Oviedo y duermen en la localidad “pero que apenas se relacionan en el pueblo y hacen muy poca vida social”, afirma Leónides. “Lo que más echamos de menos ahora es la convivencia que había antes. Nos conocíamos todos y era un ambiente más familiar”, explica la regente de La Viña que ve un futuro “chungo” para su pueblo “porque del sector servicios solo no vivimos sin una industria cerca. Muchos bares no se recuperarán de esta pandemia y los que lo hacen están luchando por sobrevivir porque tienen muchos gastos y la renta del local”, concluye.
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