«El pequeño tamaño de nuestras explotaciones y su dispersión es una garantía para que nuestras caserías puedan ser un modelo de gestión de residuos sostenible», afirman
Redacción / Grado
Asturias Ganadera ha pedido al gobierno regional que presiones para modificar el decreto de purines, que perjudicaría a las explotaciones asturianas. «El proyecto de Real Decreto sobre la aplicación de purines, tal y como está redactado, puede hacer inviables las pequeñas explotaciones ganaderas asturianas. Medidas de imposible cumplimiento como la obligación de inyectar el purín en la tierra, que exige utilizar maquinaria pesada que ni siquiera podría manejarse en la mayoría de la superficie agrícola de Asturias (recordamos que más del 90% de la tierra agraria útil tiene más de un 10% de inclinación, y el 60% del territorio tiene más de un 30%), u otras tan desproporcionadas como el imposible alejamiento kilométrico de los apilamientos de cuchu a las casas más cercanas, o los plazos reducidísimos en que podría permanecer apilado el estiércol. Imposible también asegurar la alternativa de enterrar en menos de cuatro días el abono: ¡Cuántas veces queda impracticable para el arado el terreno durante meses!», señalan desde esta asociación.
Por el contrario, entienden que precisamente el pequeño tamaño de la mayoría de las explotaciones asturianas y su dispersión en el territorio «es una garantía para que, con una serie de medidas muy sencillas y fáciles de aplicar, nuestras caserías puedan ser un modelo de gestión de residuos verdaderamente sostenible».
A juicio de esta asociación las condiciones específicas de las explotaciones agropecuarias asturianas, generalmente pequeñas y dispersas, e intrincadas en una red de núcleos rurales muy próximos entre sí; las abundantes precipitaciones, el difícil relieve y los malos accesos a las pequeñas fincas, etc. «hacen verdaderamente absurdo un planteamiento a todas luces diseñado por personas que desconocen absolutamente la naturaleza del campo asturiano. Eso en el mejor de los casos, pues tenemos la impresión de que existe una política deliberadamente contraria a mantener las pequeñas explotaciones y volcada a concentrar en macro-granjas la producción, justo la opción que, además de otros muchos perjuicios, resulta la más contaminante».
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