Juan Carlos AVILÉS

[Nos tocó la china]

¡Menudo añito dejamos atrás! Menos mal que 2021 ha presentado ya sus credenciales y nos queda la esperanza de que el nuevo embajador del incierto futuro haga bien su trabajo. Por parte de un servidor confieso que cada día tengo más incertidumbres y suspicacias, supongo que porque cada vez tengo más años y menos fe en los que manejan el cotarro. En ese estado de duda ascendente, me ha dado por leer a los agnósticos, a los negacionistas, a los antisistema, a todos aquellos que ponen en tela de juicio las intenciones de quienes orquestan nuestra crisis pandémica y todo lo que conlleva, y ya no sé si apuntarme al bando de los ´responsables´ o al de que lo ponen todo patas arriba. Pero como la verdad no es una, sino la suma de muchas, supongo que me quedaré como he estado siempre, en medio, y que me lluevan hostias por ambos lados, también como siempre. Así que buscando otras miradas que no sean las insufribles estadísticas diarias me encuentro con que la desempolvada gripe de 1918, mal llamada “española”, se llevó por delante a cincuenta millones de almas, la mayoría jóvenes y niños, y el mundo no se paró. Claro, que había una guerra mundial que se encargaba de ello.
La diferencia con aquella triste situación es que no existía la sociedad de la comunicación ni el dichoso “pásalo”, y ahora sí; no había una OMS con su nutrida corte de intereses, y ahora sí; no teníamos a Gates, ni a Bezos, ni a otros gurús, y ahora sí. Hoy no existen fronteras para difundir la zozobra y el miedo a gran escala, y ya no se necesitan guerras con las que hacer pingües negocios, sino noticias bomba y medios sofisticados donde difundirlas. Y los ricos, cada vez más ricos, y los pobres, más pobres.
Así que, lo dicho. Que con tanto lío ando hecho un ídem. O sea que, por si acaso, en vez de normalidad he pedido a los Reyes un karaoke y que el cisco me pille más contento que unas pascuas y cantando a Mojinos Escozíos.