De Barcelona a Candamo en busca de una vida «más lenta»

La diseñadora Natalia Suárez abandonó la gran metrópoli hace tres años para instalarse en El Valle y vivir una vida más relajada

Natalia Suárez

Inés Paniagua/Candamo

“No volvería a Barcelona por nada del mundo. Hay gente que se ve atrapada en un pueblo, yo me vi atrapada en una ciudad”.

Natalia Suárez, natural de Laviana, estudió Bellas Artes y desarrolló su carrera profesional como diseñadora gráfica en Barcelona, donde vivió más de dos décadas. En Candamo, en el pueblo de El Valle, se compró una segunda residencia, que su pareja y ella estuvieron arreglando durante diez años y viniendo de vacaciones, hasta que una Semana Santa se dio cuenta de que la vida estresante que llevaban en Barcelona no era lo que quería para ella ni para su hija. Así que decidieron mudarse a Asturias en busca de un modo de vida más lento, más sencillo y con menos estrés.

Ahora que ya llevan tres años viviendo en el campo se han dado cuenta de que ser de pueblo hoy en día no es como ser de pueblo antes. Que puedes tener muchas más comodidades, aunque confiesa que “a veces se echa de menos la fibra óptica o más oferta cultural”, Reconoce que tener un jardín, unas vistas o un taller como tiene aquí en Candamo, sería un lujo en Barcelona. “Mis amigos me decían que cómo me venía a vivir a un pueblo, pero cuando venían a visitarme veían lo que tenía y flipaban”.

Otra ventaja que tiene viviendo en el campo es que puede tener su propio espacio creativo, su taller Woodic. La idea de crear un taller cerámico surgió porque ella usa la cerámica como vía de escape y relajación. La inspiración le viene sola porque nunca había tenido tanto tiempo, disposición y un espacio de trabajo adecuado como éste. Además de hacer sus propias piezas, hace talleres que ahora están restringidos a cuatro personas por la situación sanitaria. “Yo llamo a esto un espacio creativo cultural porque yo lo que quiero es que la gente tenga una experiencia además de comprar piezas, dar una opción cultural dentro de la zona rural. Yo quiero que la gente venga a un pueblo y no solo tenga una oferta gastronómica o dar un paseo, sino que puedan ir a los pueblos y hacer cosas”. Está empezando con este proyecto, ya que abrió en noviembre de 2020, pero ya está recibiendo reservas de gente de Madrid para el verano. Con la difusión de las redes sociales es más sencillo promocionarse, porque en la ciudad es donde más interés hay por este tipo de experiencias y de compra. Ella no es la única que ha decidido hacer este cambio. “Desde el momento cero empezamos a encontrar gente como nosotros: una pareja en Santianes de Pravia y otra en Arboleya, un pueblo de Cabranes”. Con esta última está deseando colaborar para hacer una pieza híbrida con textil y cerámica.

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