De reyes y venenos

Luis GARCÍA DONATE

Bienvenidos seáis de nuevo a este lugar de pensamiento, tertulia, conocimiento y alguna tontería, aunque esto último lo dejo en vuestras manos puesto que el juzgar la obra del escritor compete al público. Me alegro de veros bien, así se debes estar. Dicho esto debo pediros que me acompañéis, hoy toca viajar en el tiempo, vamos allá.

El caso es que con todo este jaleo de vacunas ( los esperados antídotos para esta extraña era), contagios y demás, que parece volverse más engorroso a cada día que pasa, hace unos días me puse a pensar y a mi mente acudió un solitario nombre: «Mitrídates”. Poneos cómodos porque como siempre todo está conectado y su vida tiene miga. Nacido en una época en el que la República romana empezaba a alzarse entre sus siete colinas y miraba al mundo con codicia, nuestro joven rey se consideraba heredero por sangre de Ciro II de Persia y de Antípatro de Macedonia, uno de los comandantes y sátrapas del niño rey, Alejandro Magno. Cómodamente asentado en su reino de Ponto, en lo que hoy es Turquía, se dedicó a causarles problemas a los romanos pues continuamente les disputaba y arrebataba tierras en sucesivas campañas motivadas por sus delirios de grandeza que le empujaban a restaurar el esplendor de la civilización helenística. Guerras y conquistas a parte , uno de los acontecimientos por los que este hombre es recordado a día de hoy es porque, según cuenta la leyenda, estaba obsesionado con evitar los intentos de asesinato, en particular los envenenamientos y tras mucho experimentar se dice que encontró el antídoto contra todos los venenos. Lo que ocurrió después fue lo que muchas veces pasa, Mitrídates cumplió su destino tomando el camino que debería haberlo evitado porque la guerra es un tirano y después de tantas derrotas como les había hecho padecer a los romanos, los hijos del Tíber
terminaron por vencer a sus huestes. Tanto es así que cuando ya oía como las espadas rascaban contra las puertas de su fortaleza, desesperado y con el único pretexto de evitar la venganza que sin duda iba a sufrir en manos del enemigo, tomó un frasco de veneno y cuando debía reír por el éxito de su última treta, huir de la tortura, lloró porque no le ocurría absolutamente nada, el antídoto ideado para salvarle iba a ser su mayor desgracia.

Bueno, hasta aquí el artículo de este mes, me reservo lo que le acaeció a nuestro invitado después porque podréis suponer que no fue agradable. Los compuestos y las pócimas nos traen de cabeza desde antes de considerarlos ciencia. Espero que os haya gustado. Hasta la próxima.

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