Publicado el: 19 May 2021

El pintor Manuel del Río y su amor por Ribera de Abajo

Priorio debería tener un espacio para acoger parte de su legado artístico, que inmortaliza el paisaje de las riberas del Nalón, Caces, Siones, Latores y Palomar

Ángel de la Fuente

El día 25 de diciembre de 2007 falleció el catedrático y pintor Manuel del Río. Gallego de nacimiento y asturiano de adopción enseguida mostró sus aptitudes para la plástica pues no en vano se valía del dibujo de manzanas y peras para visualizar el valor aritmético de los números. Una vez finalizados los estudios de secundaria cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando a los que seguiría a partir de 1951 una estancia de seis años en París, ciudad desde la que viajó a Bretaña, Provenza, Mónaco. Fue esta época en la que tuvo la oportunidad de conocer la pintura impresionista y postimpresionista. A partir de 1958 comienza su carrera profesional como profesor, se casa con Pilar Balsa y de este matrimonio nació su única hija, Sandra, fallecida en accidente de tráfico en el año 1986. La pérdida de su hija implicó dejar de lado la pintura y se centró más en la escultura y en el dibujo. Diseñó la tumba en la que hoy descansa y en la que se han estampado dos inscripciones con un profundo sentido: “Si pensáis, si sentís como yo, si me queréis, os queda el recuerdo de uniros a mí en algún lugar”. “A ese lugar”. El conjunto funerario destaca por una maternidad esculpida por él y de la que su hija estaba prendada. Reproduce aquella reflexión del genial Cézanne: “Todo en la naturaleza se modela según la esfera, el cono, el cilindro. Hay que aprender a pintar sobre la base de estas figuras simples; después se podrá hacer todo lo que se quiera”. Contemplar esta imagen nos lleva a pensar en la figura de un bolo a priori, pero va más allá, ahueca magistralmente el volumen para acoger la figura del niño. No se trata de una representación que pretenda buscar la belleza ideal, ni mucho menos es un retrato, es simplemente la plasmación plástica de una idea en un bloque pétreo con una rugosidad que recuerda a primera vista al non finito del maestro florentino del siglo XVI. Esta textura rugosa atenúa la rigidez del granito, así como la maestría con la que esculpe mediante el vaciado el rostro de la madre y del hijo.

El pintor de La Corrapiedra suele ser encasillado en el grupo de paisajistas, pero ese grupo era heterogéneo, solamente compartía un objetivo y este no era otro que interpretar cada uno el mismo tema, pero con su técnica y recursos. Es un artista Manuel del Río pleinairista. Villa Pastur lo consideró como pintor independiente. Otros referentes en la obra de este gallego-asturiano aparte de Cézanne Van Gogh, Gauguin e incluso en algún cuadro Bodegón del paño rojo se puede atisbar una reminiscencia de Matisse, sin olvidar la admiración por Rembrandt que ha quedado patente en el lienzo Autorretrato con pelliza. 1973. La temática que sale de su paleta se centra en paisajes, bañistas, bodegones, retratos. Las riberas del Nalón, las parroquias de Priorio, Caces, Siones, Latores, Palomar (Ribera de Arriba) fueron inmortalizadas con el color gracias al cual construye los volúmenes. Cuando contemplo Peña del Palo, La Magdalena o La Peña del Llano recuerdo a la tan repetida Montaña de Santa Victoria del pintor de Aix-en-Provence. Sus cuadros muestran una paleta variada, pero a mi embarga la captación del paisaje en el otoño por esa intensidad cromática, que también se refleja en los árboles en flor. Los bosques, los roquedos calizos que afloran alrededor de su domicilio transmiten ese carácter íntimo, melancólico que a veces mediante la disposición de la arboleda consigue darles profundidad a través de la perspectiva científica porque estos actúan como líneas de fuga. El paisaje no incluye la figura humana, se puede deducir cuando pinta Árboles en Casielles o Siembra en Las Caldas porque alguien ha plantado esos frutales y sembrado los campos. Rioja en LNE del 5 de noviembre de 1981 escribió: “Manuel del Río es un pintor de sensaciones. El campo está vacío, acaso para que el hombre o los animales no le resten protagonismo”. Aparte del paisaje del concejo ovetense y alrededores también reprodujo las riberas del Miño o el paisaje castellano de San Mamés de Campos sin olvidar el desnudo femenino: Coristas, Aglae, Eufrósine y Talía, El Baño y Desnudo sentado. El artista no busca el erotismo, ni la representación de la belleza. Una vez más muestra el gusto por la intimidad. Otro campo es el bodegón en el que a través de las manzanas consigue jugar con esa esfericidad en cuanto al volumen, pero también con el color y la luz sin olvidar la composición espacial en las que aparecen porque la multiplicación de los duros pliegues de los paños que cubren los soportes -mesas- avanzan hacia el cubismo, así como el recurso a la perspectiva invertida, sin olvidar la importancia de la luz y las sombras, la transparencias de las copas de cristal y las calidades táctiles de las jarras de cerámica que coleccionaba; sin embargo, el Bodegón con bota y el Bodegón castellano ejecutados con una gama de colores fríos son más sobrios que aquellos en los que el tema central son las manzanas. Finalmente, su producción se centra en el retrato: El tío Casimiro, Mi madre, Mi suegro La tía Constancia, Tejedora, Madre e hija, Jugadores de cartas. Hace casi tres lustros que ha emprendido el último viaje a ese lugar, pero su obra permanece.

La consejería de Cultura debe ser sensible con el legado de este pintor, la parroquia de San Juan de Priorio tendría que disponer de un espacio para acoger de por vida parte de este legado que ha contribuido a enriquecer nuestro patrimonio histórico-artístico. La administración local también debiera hacer algo para reconocer el talento del pintor que es un desconocido para sus vecinos y para muchos ovetenses y asturianos. Se desprecia lo que se desconoce, se valora y se estima lo que se conoce. Creo que todos los que hemos nacido y vivido en este hermoso y único valle, en el que en tan pocos kilómetros cuadrados la Naturaleza y la Historia tanto nos han legado tenemos una deuda pendiente con el hombre, con el artista, con el vecino. ¿Alguna vez será posible organizar en nuestra parroquia un reconocimiento a su trayectoria artística? Pienso que una vez superada o al menos controlada esta pandemia el hotel de Las Caldas podría acoger una exposición y la parroquia brindarle un homenaje póstumo en el lugar que descansa junto a su hija y su suegra. Amigo Manuel, allí donde estés, en ese lugar, descansa en paz.

Deje su comentario

La Voz del Trubia