Publicado el: 30 Oct 2021

Teresina la de Pontonga, testigo de un siglo en Quirós

Teresa Álvarez Valdés, que fue cartera rural en el concejo en tiempos de difíciles comunicaciones, celebró sus cien años de vida rodeada de sus seres queridos y vecinos

Teresa Álvarez Valdés, hace unos años

Beatriz Álvarez/Quirós

Los manzanos de Pontonga florecieron ayer para celebrar el aniversario de su vecina más querida. Teresa Álvarez Valdés, a la que hace quince días se le rindió un cariñoso homenaje coincidiendo con el día de la Mujer Rural, cumplió 100 años rodeada de familiares y amigos. El día fue un goteo de visitas de personas cercanas y culminó con una entrañable fiesta donde no faltó la música y el humor.
Una jornada de armonía y paz, la de esta familia, que compartió generosa la bendición del cumpleaños de la tía Teresa con sus vecinos.

Telesforo e Isabel, quirosano y trubieca de Perlín, padres de Teresa, se conocieron en Trubia. Él era maestro y trabajaba de jefe de estación del ferrocarril minero y ella era una mujer de excepcional sensibilidad a la que su nieta Isabel Alvarez-Cienfuegos describe como «muy especial, que nunca olvidó su lugar de origen ni sus negrillos». Telesforo era mayor que ella pero a Isabel le enamoró su forma de hablar y de expresarse. Vivieron allí y tuvieron a sus primeros cuatro hijos: Juan, Pilar, María y Antonio.

Más tarde se trasladaron a Quirós donde nacieron los pequeños Luisa, Jesús y Tere. Nada hacía suponer a aquel matrimonio que aquel bebé diminuto, séptima de sus hijos, iba a recorrer un camino tan largo. Era tan pequeña que a los dos días de su nacimiento la llevaron a bautizar a Vallín. Su vecina Germana siempre le decía de niña que era «tan pequeña como unas tijeras». Pero creció Tere, creció y fue una niña rápida como el viento (solo Emilio Carpintero era más rápido que ella corriendo en la escuela) y muy inteligente, despierta y traviesa como son los niños que crecen en familias donde son queridos, que crecen en ambientes que cultivan conocimiento y emoción. Y se convirtió en una mujer trabajadora y abierta al mundo, de risa contagiosa y fino sentido del humor, viajera que no tuvo problema en cruzar al otro lado del océano a conocer a la familia de su hermano mayor, Juan, emigrante en Méjico o a meterse en un Alsa y cruzar media Europa para visitar a su sobrina Isabel a la que le une hoy una visible complicidad.

Teresa siempre vivió en Quirós, en la casa familiar que aún echa de menos algunas tardes, aunque viva al lado mismo del lugar donde nació. En Quirós desempeñó labores propias de una mujer de su tiempo, agrarias y ganaderas, acompañada por sus hermanos en especial por Antonio a quien relevó como cartero y María, maestra a la que aún recuerdan con cariño sus alumnos y alumnas hoy metidos en años. María ejerció su labor en muchos pueblos del concejo hasta que se jubiló en Bárzana.

Por su labor gestionando durante años la cartería rural en Santa Marina, primero Antonio y más tarde Teresa son muy conocidos. En un tiempo en el que Quirós estaba habitado por más de 6.000 personas y en el que había cientos de cartas, forma única de comunicarse, cartas que venían de todas partes del mundo, no en vano Quirós repartió a hombres y mujeres por todos los continentes. La cartería de Santa Marina se ocupaba de todo el correo de esa parte del concejo: Cortés, Lindes, Cienfuegos y Villar de Cienfuegos, Ricao, Rodiles, Ronderos, Llanuces y Murias, pueblos más lejanos en aquellos días que hoy ir a Oviedo (por poner un ejemplo).

Antonio que compaginaba su labor con el oficio de lampistero sin descuidar las faenas de hombre de campo y, más tarde, Teresa, bajaban a Bárzana, recogían el correo y lo repartían entre el conjunto de carteros de su zona. La casa donde estaba la cartería, que sigue siendo propiedad de la familia, estaba a pie mismo de la carretera general, una casa abierta a los vecinos, con un ir y venir de gentes habitual, con mucha vida. «Si pasaba algún vecino, era normal echar el correo para los pueblos por él», nos cuenta su sobrina Isabel sino Emilio y Estrella de Ricao, Luis y Teresa de Cortes se ocupaban de subirlo.

Probablemente Teresa hoy vería con asombro la revolución de las comunicaciones, la próxima desaparición del correo postal como ella lo conoció, la sustitución de las cartas de amor por WhatsApp apresurados y emoticonos, las cartas de despedida en un frío correo electrónico, noticias que tardaban meses en llegar comunicadas de inmediato, videollamadas, hasta el teléfono como lo entendíamos se ha quedado obsoleto. Sin embargo, en mi opinión, la emoción de una carta, de unas letras, la liturgia de escribir a alguien no es comparable con nada.

Teresa, Teresina la de Pontonga, se adaptaría, seguro, mientras tanto, vive tranquila rodeada de los suyos, Isabel y José María y Ana, el resto de los sobrinos siguen en Méjico. Isabel la visita cada día, bajan a Oviedo, cantan juntas, pasean y van viendo pasar la vida con la lenta cadencia de quién ha hecho un camino de tan largo recorrido, arropadas por la gente que las quiere que somos muchos.

Teresina, con uno de los ramos recibidos por su cumpleaños número 100

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La Voz del Trubia