Publicado el: 24 May 2022

Brañaivente, el pueblo sin vecinos

La localidad es ejemplo de los males que forzaron el éxodo del campo

Una casa abandonada en Brañaivente, en Salas/ Manolo JIménez

Manolo Jiménez/ Salas

La historia de Brañaivente guarda escondido el secreto del Santo Grial demográfico en nuestra región. Si como dicen los sociólogos y geógrafos, en el movimiento de los pueblos y en el éxodo poblacional siempre hay algo que impulsa la huida (push) y algo atractivo que ejerce de llamada (pull)… ¿qué ha llevado a que una población de 300 personas haya desaparecido en unas pocas décadas?

El camino abandonado al Paraíso

Iniciamos la marcha en Malleza en dirección a La Barraca. A un kilómetro de nuestro destino sólo ganado rumiando sosegadamente el paso del tiempo. Junto a Casa Claudio nos detenemos: una explotación comercial que albergó más de 300 gallinas en su tiempo, hace 30 años, y donde se celebraban la fila o filandón. Allí Celestino Fernández Pico, nieto de pobladores de Brañaivente, nos desvela que justo donde nos sentamos, en las sillas del bar, sus abuelos asistieron a una boda. No en vano, Lola y Claudio, almas de este negocio, tan pronto empaquetaban huevo como te vendían una bata o servían un banquete. “Eran otros tiempos”, aduce su hija Carmen. Por entonces la braña de sus antepasados tenía colegio, y los vecinos se contaban por cientos. Hoy de esa actividad ganadera y agraria no queda ni el camino, invadido por la maleza, irónico eco del nombre de la parroquia (Malleza).

La merma poblacional, cuestión de Estado

En abril el Gobierno asturiano anunció nuevas medidas para combatir el descenso poblacional, especialmente en áreas rurales. Más de 40 concejos llevan lustros perdiendo constantemente población y la región se ve ya por debajo del psicológico umbral del millón de habitantes. Si ejemplificamos esta lacra en Brañaivente nos encontraremos con el testimonio de moradores quienes disienten entre sí a la hora de definir aquel tiempo lejano.

Brañas que sufrieron la rudeza del campo y del ganado, con caminos difíciles y sin servicios básicos pero con libertad y espíritu de superación. Los accesos aún hoy son complicados, y ni siquiera en el siglo XXI podemos acceder en coche, (parte del camino hubimos de hacerlo a pie) así que no es fácil imaginarnos, tal y como relatan algunos vecinos de San Cristóbal, un pueblo cercano a la Braña, a esas gentes a caballo, De aquellas edificaciones pertenecientes a unas 30 familias se mantienen en pie unas pocas roídas por el rudo aire del norte que azota cada invierno la colina, mientras otras semidesnudas son devoradas frugalmente por la vegetación que las cubre como un espeso manto. Un paisaje espectral del que emana una brusca sinfonía en forma de cencerrada para romper el atroz silencio de las malladas.

El eco de los nenos en la braña

En 1950, tras años de idas y venidas con el ganado, Brañaivente empezó a registrar los primeros asentamientos permanentes, hasta poco a poco alcanzar 30 casas, 300 habitantes y 60 niños y niñas, en su colegio. No tenían luz ni agua, los accesos eran muy deficientes y servicios básicos como el saneamiento eran una quimera pero en aquellas colinas las voces de los críos eran un canto de esperanza que animaba a los mayores. Eran años de duro trabajo, largas y arduas jornadas hasta para los más pequeños que después del colegio tenían que echar una mano en casa. Eran pobres pero al menos tenían vida.

De Malleza a Gijón

Ahora sabemos que muchos vecinos se fueron a Gijón atraídos por la pujanza de la industria asturiana. A partir de los 60 la gente de Brañaivente buscó otro porvenir mejor en otras tierras. Los jóvenes anhelando más confort, según relata Celestino Fernández Pico, y los mayores aunque resistentes al cambio, concluyeron que esas condiciones no eran las adecuadas para su vejez. Francisco Miranda, socio de fábrica de chorizos de la Unión y conocido por ser el “practicante” de la zona, hizo de benefactor, a petición de los vecinos. Ante sus peticiones, el gobierno instaló puntos de luz y otros servicios. En agradecimiento, la braña le cedió parte del monte, pero los últimos se fueron en los 70.

Comida fraternal para recordar… u olvidar

Desde 2021 los Riesgo, una de las dinastías vaqueiras descendientes de los moradores de estos montes, junto a los Feito o los Cano, se reúnen para conmemorar aquellos momentos.

Hay cierta leyenda sobre la realidad rural asturiana. Vivir en el pueblo es maravilloso pero su testimonio no corresponde precisamente con la Arcadia feliz. Eran tiempos que mezclan sinsabores y amarguras con el espíritu de superación del ser humano. ¿Puede el campo, la libertad, la naturaleza, compensar las estrecheces de aquellas condiciones? Esa pregunta que parece ser la respuesta al éxodo rural, y a la sangría demográfica que nos asoma, en relación al viaje que hicimos, sólo la pueden responder los vecinos y descendientes de esta tierra. Sólo unos pocos regresan en verano para atender esos pastos. Brañaivente aúna nostalgia e ironía en su nombre: un lugar del que muchos se fueron para no volver.

 

 

Comentarios:
  1. Aurelia Rubio Cano dice:

    Soy de Vegacebron, justo enfrente de Brañaivente, tengo 58,y he trabajado varios años en éste pueblo,y lo de 1950 fueron muchos años antes,k se fundó el pueblo

  2. Jaime dice:

    Una pena lo de «niños y niñas». Por lo demás muy emocionante.

  3. Arturo dice:

    Si, el fantastico articulo queda empañado por eso de ¨niños y niñas¨.
    Por lo demás, como apunta Jaime, muy amena lectura. Por más contenido así! (Y menos correcciones políticas redundantes)

  4. Claudio Almad dice:

    Hola.
    Soy Claudio Almad de Buenos Aires Argentina.
    Mí abuela paterna se llamaba María Palmira Rodríguez Feito y sus padres: Luis Rodríguez Gallo y Perfecta Feito Riesgo. Todos de Braiñaivente.
    Una alegría saber de esos apellidos siguen vivos.
    Slds

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