La escuela indiana de Sama de Grado

El edificio alberga una maravillosa colección de azulejos que narran la historia del Quijote

La fachada de la escuela./P.F.

Patricia F. Bermejo / Caces

Cualquiera que desee disfrutar de una ruta histórico-artística única, en un paraje maravilloso por su belleza y su etnografía, y conocer, además de hórreos, paneras, y palacios blasonados dignos de más que mención, uno de los edificios más singulares y quizás más desconocidos por la mayoría de la gente de esta región, no puede dejar de leer estas líneas e irse al precioso pueblo de Sama de Grado a conocer su antigua escuela, donde podremos deleitarnos gracias a la huella indiana, del más bello exponente de la gran obra cervantina en Asturias: el Quijote reflejado y narrado, escena por escena, en cada uno de sus azulejos. Para mí constituyó una experiencia única que me hizo investigar todo lo posible al respecto y hoy quiero plasmar un poco de la misma pues es digna de ser compartida.

Me gustaría comenzar diciendo que la financiación y construcción del edificio sede de la escuela nacional de Sama de Grado (que albergaría dos unitarias, una para cada sexo), con la intención de ser donado al municipio, fue asumida por el indiano Adolfo Prieto Álvarez, nacido en Sama y residente en México. El proyecto de construcción fue encargado en Madrid al arquitecto José Fonseca y fechado el 16 de abril de 1930 y en 1932 las obras ya estaban finalizadas, aunque no empezase a funcionar como escuela hasta 1938. Esta obra es digna de mención como uno de los mayores exponentes de la aportación que, entre 1870 y 1936, realizaron los indianos y emigrantes a la escolarización y progreso social en la Asturias rural. Según los datos de Benito Castrillo Sagredo, inspector de enseñanza primaria, contábamos con 350 escuelas primarias de origen emigrante. ¡Casi nada!.

El diseño arquitectónico de la escuela de Sama de Grado, llamado Grupo Escolar Maria Josefa, nombre con el que el donante honraba la memoria de su hija, constituye un edificio de una singularidad especial y de indudable calidad estética. No deja de resultar sorprendente encontrar en el zócalo de una escuela rural asturiana una muestra de la azulejería de Triana (Sevilla) de tanto interés y calidad plástica. En este edificio se exhibe la más hermosa colección de 122 azulejos, realizados “a la cuerda seca”, con motivos relativos al Quijote. En ellos podemos observar escenas tan conocidas como la lucha de los molinos de viento, el manteamiento de Sancho, la propia muerte del ingenioso hidalgo, u otras menos populares relativas a la venta y sus andanzas por los caminos de La Mancha.

Es fácil imaginar a los escolares de los años 20 boquiabiertos ante la contemplación del brillo y los colores de las escenas del Quijote, al igual que así me he quedado este año yo, colocadas a la altura de sus inocentes ojos. Caballero y escudero irrumpen en la fantasía de los niños y niñas de una sobria aldea, ávidos de cuentos y aventuras infantiles, capaces de fascinar su imaginación.

Esta magia es posible por el singular empeño de un indiano en acercarles, en su versión más plástica y seductora, la figura más emblemática de nuestra literatura. Y ello, con un claro afán de permanencia, exhibiéndola en las paredes, perdurable, no efímero papel.

Si nos acercamos y nos fijamos bien en la superficie de los azulejos notaremos que están dibujados y coloreados siguiendo una singular técnica que permite que los colores se mantengan aislados unos de otros, dando sensación de relieve. Este es el resultado que se obtiene al aplicar la antes mencionada por mí técnica de la “cuerda seca”. Se trata de un procedimiento desarrollado por los árabes destinado a conseguir la utilización de diversos óxidos metálicos en una misma pieza de cerámica sin que se mezclasen y que a su vez permitía definir los dibujos geométricos que tradicionalmente se venían utilizando en las placas cerámicas. Para ello, sobre el dibujo previamente trazado, se colocaba una cuerdecilla tensa que , impregnada en grasa, marcaba las diferentes secciones que serían coloreadas con el esmalte correspondiente. Esta cuerda al cocer las piezas desaparecía dejando unos surcos profundos sin colorear que formaban la trama del dibujo. Sevilla tenía desde el S.XVI una larga tradición en la elaboración de paneles de azulejos decorados por muy diferentes técnicas, y en el S.XIX, una serie de fábricas entre las que destaca la de loza de La Cartuja, al de Montalbán, la de Laffite, la de Santa Ana, y las de Mensaque dan un nuevo impulso al mundo de la cerámica y los azulejos, y de ahí que fuese Sevilla la escogida para la elaboración de los de Sama de Grado.

Los azulejos de Sama pueden ser del taller de Mesaque o de Ramos Rejano, ya que ambos trabajaron la “cuerda seca” y lo que sí está claro es que es una producción que nace de la mano de los mejores maestros azulejeros de Triana.

Los azulejos referentes al Quijote se entremezclan ante nuestros ojos con los que narran dichos, sentencias y refranes españoles, en los cuales la primer palabra siempre empieza por la letra capital enmarcada en un recuadro especialmente decorado y, a continuación, el resto del refrán o dicho con letras mayúsculas y en varios renglones. Su particular es la decoración afiligranada típica de las vajillas de la época y el lugar con los mismos verdes , azules y amarillos. No son dichos recogidos del Quijote pero sí tienen todos un marcado carácter didáctico, ideales para una escuela, donde la sabiduría popular imprime un trasfondo de prudencia y cautela ante lo desconocido.

En verdad les digo que acercarse a Sama de Grado, acceder al bello entorno de la escuela, rodeada de césped perfectamente cuidado, conocer el edificio, la estatua que representa al indiano antes mencionado, y dedicar un buen rato a visualizar esta majestuosa obra de arte que representan estos azulejos del Quijote es algo que merece y mucho la pena. Se lo recomiendo a todos, y finalizo con unas letras de la obra cervantina, como no podía ser de otro modo: “En un lugar de La Mancha , de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor….”. Y en el 2022 uno aún puede conocerle: ¡vayan a Sama de Grado a verle!.

Algunos de los azulejos/ Patricia F. Bermejo

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