El misterio templario de la iglesia de Linares

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El arquitecto Jesús Arango documenta la huella indiscutible de la orden en un templo salense de finales del siglo XVII

La iglesia de Linares, en Salas

L. S. Naveros/ Salas

Un argayo en la carretera entre Pravia y Salas obligó al arquitecto praviano Jesús Arango a utilizar una carretera alternativa para ir a su trabajo en el Ayuntamiento salense. Comenzó a pasar por Linares, y así tropezó con un misterio escrito en piedra: la iglesia del pueblo es, con toda claridad, un hito templario. “Lo primero que vi fueron dos columnas sin uso estructural colocadas a ambos lados de la fachada principal, al modo del Templo de Salomón. En arquitectura nada está por casualidad: alguien tomó la decisión de hacerlo así, y además lo pagó, porque no es barato. Visité la iglesia y ahí saltó la sorpresa: es indiscutiblemente templaria”, relata Arango.

La simbología de la misteriosa orden se acumula en la iglesia salense: está orientada de este a oeste, como el Templo de Salomón; dos columnas Boaz y Jakim flanquean la entrada principal, en cuyo dintel aparece la V invertida, a modo de compás; una vidriera orientada al oeste deja pasar la luz de forma que un haz ilumina a determinada hora la corona del Cristo, una imagen que además no tiene cruz, ya que los templarios no querían venerar al Madero, considerado un instrumento de tortura; la forma octogonal, considerada mas perfecta por su similitud con el círculo, se repite en el templo, que además conserva un ‘árbol de la vida’ de ocho brazos para sustentar la cúpula de la torre, que se apoya sobre ocho columnas. Queda además la huella de la escalera de caracol que subía hasta la torre y en uno de los dinteles hay una cruz del Temple tallada en relieve.

El arquitecto Jesús Arango

“La iglesia es obra del cantero Ordiera, pero este complicado y bellísimo diseño no es del cantero: alguien se lo encargó, y alguien lo pagó. Ése es el misterio que ahora hay que desentrañar”, señala el arquitecto, que se ha embarcado en una investigación histórica del entorno. “Madoz habla de una iglesia asociada a un monasterio con foso, y en efecto, he localizado restos de grandes sillares que podrían pertenecer a esa edificación. La finca, entre dos ríos, se llama ‘Monasterio’, así que ha quedado el recuerdo en la toponimia”, apunta Arango, que ha documentado además en las inmediaciones un palacio con ermita perteneciente a la casa de Alba.

El arquitecto ha planteado sus hallazgos al Arzobispado, y se ha entrevistado con el archivero de la Catedral, Agustín Hevia Ballina, que le informó de que “era posible la presencia de la orden de San Juan”, aunque lamentablemente no se conserva el libro de fábrica. También ha puesto el caso en manos de la Dirección General de Arquitectura, en Madrid. Y es que es imprescindible compromiso de las Administraciones para conservar el templo, “tiene un valor incalculable”.

La vidriera
El árbol de la vida
La cruz templaria

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