No es el Nalón ni Las Caldas

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La confusión del título de un cuadro de Telesforo Fernández Cuevas

‘El Nalón a su paso por Las Caldas», de Teleforo Fernández Cuevas/ Museo de Bellas Artes de Asturias

Ángel de la Fuente

El cuadro ‘El Nalón a su paso por Las Caldas’ es un ejemplo de los diferentes paisajes que Telesforo Fernández Cuevas ha inmortalizado en sus lienzos. El gusto por el paisaje le vino de la mano de Vicente Arbiol que fue el introductor de este género en Asturias. Este pintor, litógrafo e ilustrador fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, representó a ésta en la de Oviedo y formó parte de la Academia de Bellas Artes de San Salvador, así como de la comisión de Monumentos Histórico-Artísticos con sede en Oviedo.

La composición se genera a partir de dos diagonales que dibujan cuatro triángulos en los que se enmarcan la montaña del fondo, el árbol en la margen izquierda del río y la vivienda, el lecho fluvial y el bloque calizo. La perspectiva está perfectamente conseguida a partir del álveo fluvial cuyo foco coincide con el punto en el que convergen las laderas que vemos en segundo plano. Además, el porte de la vegetación evidencia el efecto de esta técnica, pues la lejanía genera en nuestra percepción una disminución del tamaño de los objetos representados, en este caso la mancha vegetal que crece en las orillas del río.

El pintor ha optado por una paleta en la que dominan los tonos grisáceos, fiel reflejo de la atmósfera asturiana, y una gama de verdes con diferentes tonalidades que se aplican con distintos tipos de pinceladas. Domina en la prominencia que se identifica al fondo el trazo desdibujado, mientras que en el árbol y arbusto que vemos en primer término toma un carácter diminuto de modo que consigue trasmitir una sensación de movimiento sereno. La transparencia del pincel se reconoce en el cauce que acusa un estiaje inconfundible. Las laderas, al igual que la vegetación que trepa por el peñón calizo y por la red de diaclasas muestran manchas de color plasmadas con acierto en diversas tonalidades con una consistencia diferente si trata de la roca caliza o vegetación. Más o menos esta técnica se aprecia en el lecho del río poblado de cantos rodados que quedan al descubierto al estar en una estación veraniega.

El músico Carlos Rubiera manifestó en “Pieces” (Piezas) de la TPA en la sección “Museo” emitida el 8 de diciembre de 2007 que el pintor capta la luz de una tarde de agosto. Gracias a esta percepción el paisajista permite representar magistralmente la atmósfera que envuelve el fondo del cuadro, a la vez que imprime transparencia a las ennegrecidas aguas del río como consecuencia de la actividad minera. Luis Feás Costilla, periodista y crítico de arte, en la conferencia que pronunció el 7 de octubre de 2020 en el Ateneo Jovellanos dentro del ciclo “Recuperación de relevantes personajes asturianos olvidados” dijo que a Telesforo Cuevas nadie le podía impedir apoderarse de la luz.

Sin lugar a dudas Telesforo es considerado como uno de los pintores asturianos que mejor representa el paisaje tradicional asturiano del que hizo una idea dominante, la única, negándose incluso a abandonar su tierra para recibir enseñanzas pictóricas en Madrid como deseaba Carlos Häes que intentó convencerle para mejorar su formación, pero no lo consiguió. Se etiqueta dentro del realismo asturiano, pero con una reminiscencia que recuerda por un lado a la Escuela de Barbizon y por otro cada vez que contemplo los cuadros del entorno rural del concejo ovetense de este maestro me viene a la memoria la descripción magistral de los valles, ríos, montes, caseríos que Armando Palacio Valdés hace en ‘La aldea perdida’. Este cuadro despierta en quienes se paran ante él los sentidos del olfato y del oído porque transmite el frescor en una tarde de estío, la fragancia de la vegetación de ribera y el tenue hilo musical del tranquilo discurrir del escaso caudal.

El título del cuadro no hace honor al paisaje porque no es el río Nalón, es el río Caudal en Argame. La montaña del fondo es el Monsacro que se eleva tras la convergencia de las laderas a la altura del lugar en el que está el puente de hierro del legendario Vasco-Asturiano, lo que queda del primitivo apeadero de Parteayer y la mole caliza colonizada por una espesa vegetación que se ve desde el polígono industrial de Argame. ¿Por qué el artista ha elegido este título? Resulta un enigma. A primera vista cuando lo contemplamos de acuerdo con la denominación que le ha otorgado pensamos en la peña caliza que se asoma a lo que ahora se vino en llamar playa fluvial de Las Caldas, pero tampoco coincide porque en la realidad está en la margen izquierda y en el cuadro aparece en la derecha. Cuevas es un pintor proclive a modificar el paisaje y así lo hace en el cuadro “Castillo de Las Caldas” en el que el cauce del río no es real, solamente el peñón horadado que hay bajo el castillo, el edificio de esta fortaleza y la sierra del Aramo se han ubicado correctamente.

Telesforo Fernández Cuevas fue un ovetense aferrado al terruño y su personalidad ha sido objeto de atención por diferentes personas. Ramón Pérez de Ayala en Pilares lo retrata en el personaje Arístides del que dice que es pintor de paisajes y bodegones. Juan Ignacio Gracia Noriega publicó en La Nueva España dentro de la sección ‘Entrevistas en la Historia’ una charla ficticia bajo el título “Telesforo Cuevas, pintor de buen humor’ en la que se acerca a la personalidad del artista. Finaliza de este modo: “¿Por qué nunca firma Fernández Cuevas?, responde: por ahorrar tinta. ¡Soy tan pobre!” Nuestro pintor ovetense fue considerado bohemio y su vida sobre todo al final rayó en la miseria, incluso se llegó a decir que a veces no pintaba porque no disponía de unos céntimos para comprar el color y mediante la entrega de cuadros conseguía pernoctar en algunas casas acomodadas y comer. Uno de tantos a los que el reconocimiento le llegó después de la muerte.

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