El sembrador sembrado, el ‘nombrador’ ya es Hijo Adoptivo de Grau

Fernando Beltrán protagonizó en la capilla de los Dolores un emotivo acto que reconoce oficialmente su vinculación al concejo moscón

Fernando Beltrán, en la plaza de Lise, sobre un banco que asemeja un libro, antes de la entrega/ Plácido Rodríguez

Plácido Rodríguez/ Grau

La mañana se brindó lluviosa, como si no pudiese evitar la empatía de sus gotas con el semblante emocionado y húmedo de los versos y las lágrimas que empaparon el interior de la Capilla de los Dolores.

Ocurrió el sábado 28, en la entrega de la mayor distinción que el Ayuntamiento puede conceder a una persona no nacida en el concejo, cuando Fernando Beltrán, con la voz quebrada por la emoción, sembró la intriga en forma de pregunta: “¿Qué se espera de alguien al que acaban de proclamar Hijo?”

Y los asistentes esperamos con impaciencia serena a que el nuevo Hijo Adoptivo resolviese el interrogante.

Tal vez Fernando consiguió que la palabra Hijo se subiese, sobre la marcha, al conocido poema de Machado, tal vez nos hizo volver la vista atrás.

Primero fue el Cronista Oficial, Gustavo Adolfo Fernández, quien retrocedió en el recuerdo de aquella primera llamada en la que, siendo bibliotecario, escuchó atento la sugerente propuesta de una voz a la vez sugerente. Al otro lado del teléfono Fernando perpetraba el inicio de un acto transformador, pretendía sembrar un aula con metáforas.

Después tomó la palabra el Secretario de la Fundación, Manuel García Rubio, quien, con ese gesto de afabilidad incorruptible, dio algunas claves acerca de la manera característica e intransferible con la que Beltrán asume la tarea de nombrar, la tarea de sembrar para sembrarnos.

El también poeta, también amigo, Javier Lasheras, no pudo evitar el elogio en la semblanza, posicionando el corpus poético del condecorado al más alto nivel de su generación, tal vez resituando, en el camino que nos mostrara Machado, a alguien que en palabras de Lasheras “viene con la nieve encendida en los bolsillos de su alma”

La concejala de Cultura, Elsa Suárez, dejó que su semblante emocional se acabase de contagiar, más si cabe, por ese halo seductor de las palabras que envuelve la oratoria de Beltrán, del que dijo: “la palabra altruismo lo invade y tiene el poder de trasmitirlo”.

La Consejera de Cultura, Berta Piñán, fue mucho más Berta que Consejera, fue mucho más amiga que cargo público, fue mucho más poeta que política. También volvió la vista atrás, e hizo una cronología de su relación con Beltrán: primero como poeta, después como persona, más tarde como amigo. “Fernando fala de la desnudez y del pudor de la Poesía y cree en ella como una ferramienta transformadora”. Ensalzó la bondad del poeta y también, me atrevo a decir, la suerte de poder “trabayar dando nome a las cosas”.

De alguna manera Leopoldo Sánchez Torre, Gerente del Patronato del Aula, adelantaba el suspense de formular preguntas al público: “¿A qué ayuntamiento se le iba a ocurrir adoptar un poeta?”. Aunque, en este caso, tanto la respuesta como el propio poeta iban implícitos en la interrogación. ¿El ayuntamiento? Estaba claro, y “si hay un poeta susceptible de adoptar, ese es Fernando”. “Uno es de donde están sus libros. Por eso Fernando es de Grau, porque sus libros están en Grau.”

El Alcalde, José Luis Trabanco, asumió su faceta institucional, ensalzando la trayectoria del homenajeado, resaltando su galardón de Moscón de Oro. También dejó claro que el nombramiento de Hijo Adoptivo es la máxima distinción que se puede entregar a una persona no nacida en el concejo, transmitiendo la unanimidad de todos los grupos municipales en el acuerdo.

Por último Fernando, poeta, nombrador, dando las gracias a todos los amigos que colaboraron en silencio con el Aula de las Metáforas, recordando la fragilidad del proyecto, sintiéndose un moscón más: “nada une más que el barro de las casas natales”.

Beltrán, rebelde, revelador, eterno emocionado, consiguiendo que la palabra “Hijo” vuelva la vista atrás y encuentre a la palabra “Padre”. Y en esa mirada retrospectiva el hijo se topa con el padre, abogado, ajedrecista, y la herencia que le dejó: una gabardina, un paraguas, una caja de ajedrez en la que una palabra se adelantaba a la futura adopción. ¿Qué palabra? ¿Grado, Grao? Aunque también podrían realizar la misma función anticipatoria Grau o Prámaro, o la que el Cronista Oficial utiliza con ironía desmitificadora, Moscolandia.

Al final del acto, Fernando, el desapercibido que no pasa desapercibido, a la espera de una sorpresa. Beltrán, sentado en un banco con forma de libro creado para la ocasión, un banco-libro en el que está escrito uno de sus poemas.

Fernando Beltrán, el de la poesía habitada y habitable, el ya adoptado: “Hijo”.

José Luis Trabanco, Berta Piñán, Fernando Beltrán, Elsa Suárez y Leopoldo Sánchez Torre, tras el acto

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