«Los Centros de Innovación Territorial que presentamos en Somiedo serán el cerebro para detectar focos de innovación, y los Grupos de Desarrollo Local, el brazo armado»
[Entrevista] JAIME IZQUIERDO, Comisionado para el Reto Demográfico de Asturias
Esther MARTÍNEZ/ Las Regueras
Jaime Izquierdo (Langreo 1958), Comisionado para el Reto Demográfico de Asturias, estudió Geología en la Universidad de Oviedo. En su larga trayectoria destacan puestos de relevancia en los gobiernos estatal y autonómico y numerosos premios de alto nivel, todo relacionado con el futuro del medio rural y su papel en la era postindustrial.
-Empezó con el Leader y acaba con los Centros de Innovación Territorial (CIT). Es como una criatura que evoluciona. Los CIT van a estar formados por administración pública, privada, asociaciones empresariales. ¿Cómo van a interrelacionar?
-Veo que conoces bien la historia de las políticas rurales (risas). En este momento estamos ante un nuevo ciclo, una renovación profunda de cómo debemos enfrentarnos en este ya avanzado siglo XXI —estamos en la tercera década— a la inserción del medio rural desde lo local en lo global, en lo contemporáneo, en la sociedad general y en el territorio regional. Como dices, en 1991 constituimos el primer grupo de desarrollo rural (GDR) en Asturias en la comarca oriental aprovechando la iniciativa comunitaria LEADER y después el modelo de los GDRs se extendió a toda Asturias. Con anterioridad, el consejero de Agricultura Jesús Arango había avanzado en los 80 con propuestas muy interesantes en materia de desarrollo rural territorializado (el plan Eo-Oscos). En 1991, el objetivo era la diversificación económica del medio rural y la reivindicación de lo rural como territorio complejo y no solamente como un espacio físico para la producción primaria. Ahora, una vez que la diversificación económica es un hecho y la visión de lo rural como un territorio complejo está consolidada, el objetivo es la innovación para reconsiderar el valor del campo y reposicionarlo como un espacio viable con economía propia, singular y diferente de las economías urbanas o industriales, un lugar atractivo para vivir y así superar los graves retos que lo acucian: el despoblamiento, el abandono de los agroecosistemas, la falta de oportunidades, los problemas ecológicos locales y globales, la conservación activa del patrimonio, una nueva visión del concepto de conservación de la naturaleza, etc. Lo rural debe aspirar a relacionarse de tú a tú con la ciudad y no seguir relegado por ella. Con respecto a la interrelación entre lo público y lo privado se mantiene la misma posición que ya se inició con los GDRs, en donde lo público, lo privado y la relación con lo social es marca de la casa. Los CIT rescatarán una función originaria del LEADER —ya en 1990— de laboratorio y el desarrollo de proyectos de emprendimiento local innovadores que, lamentablemente, se fue perdiendo a medida que los GDRs se fueron convirtiendo en un instrumento de financiación de proyectos empresariales. Los CIT serán un centro de detección, apoyo y dinamización de iniciativas de inteligencia territorial que prestará, principalmente, apoyo a los GDRs para formular y diseñar proyectos de innovación territorial.
«El campo debe aspirar a relacionarse de tú a tú con la ciudad y no seguir relegado a ella»
– ¿Qué papel tendrán entonces los GDR en este nuevo paradigma?
-Serán los detectores en el territorio de los focos de innovación territorial, los “sensores” que nos digan dónde hay movimiento local. Serán ellos los encargados de percibir dónde se están dando “puntos calientes”, dónde hay asociaciones vecinales, procesos emergentes de emprendimiento social que estén alineados con el concepto de “innovación territorial”. No, no se van a crear nuevas estructuras, el CIT, al menos el que estamos planteando para Asturias, No necesitamos nuevas estructuras, necesitamos nuevas visiones.
-¿Se tendrán en cuenta los GDR existentes, o la nueva “división territorial” que se está proyectando sobre el rural —periurbano, intensificado y campesino?
-Sí, sí, por supuesto el CIT será una herramienta en diálogo permanente con los GDRs, nace para reforzarlos con nuevos objetivos y darles más fortaleza. El CIT por decirlo metafóricamente, será el cerebro de la innovación territorial y los GDRs serán el brazo armado que despliegue su capacidad e implantación en el territorio tanto para la detección de los emergentes procesos de innovación como para su acompañamiento cuando los proyectos se pongan en marcha. Con respecto a la identificación de las diferentes ruralidades no implica una división comarcal, ese es otro asunto, sino una identificación de las funciones y vocaciones propias de cada territorio rural en Asturias que sirven para orientar la acción innovadora . Con SADEI elaboramos desde el Comisionado el informe de “Aproximación a las tipologías de las zonas rurales de Asturias” que le vendrá muy bien al CIT para empezar a funcionar. Hay tres tipos de medio rural: el rural periurbano, que estuvo vinculado históricamente al abasto directo de la ciudad, y ahora debería recuperar y actualizar esta función agroecológica y combinarla con la función de espacio de ocio, recreo y contacto de proximidad entre los habitantes de la ciudad, el campo y la naturaleza; el medio rural intensificado, en nuestro caso en Asturias alrededor de la leche y la producción de pasta de papel y ahora también sobre el kiwi, también tendrá su orientación innovadora y, por último, el medio rural campesino, que ocupa en Asturias más del 70 % del territorio. Por lo demás, los territorios donde operan los GDR pueden tener internamente ámbitos territoriales de estas tres diferentes categorías. Por ejemplo, la ruralidad del GDR del Camín Real de la Mesa es eminentemente campesina en las parroquias y concejos más distales del centro, es periurbana alrededor de las villas como Grado y se ha especializado hacia el eucalipto, por tanto intensificado, hacia el Bajo Nalón. De todos modos, estos tres espacios son muy permeables entre sí y permiten complejidades locales. Es decir, es factible, y de hecho se da, que un concejo, por ejemplo, Candamo, tenga proyectos de innovación campesina alrededor de la idea de la casería, de producción seriada de kiwi o de agricultura ecológica de proximidad de corte periurbano. Desde el punto de vista territorial, en relación a los concejos que integran uno u otro GDR, el CIT no va a alterar la demarcación existente.
– ¿Los CIT tendrían un espacio físico, una sede, un lugar?
-Sí, pero no de nueva construcción. Lo importante del CIT será la calidad de su inteligencia y su visión territorial. Ahora toca cerrar un convenio, con un horizonte temporal 2023 – 2027, entre el Gobierno de Asturias y la Secretaria General para el Reto Demográfico del Ministerio que es la creadora e impulsora de los CIT en España de la mano y de la visión de Paco Boya, su secretario general, en una apuesta muy valiente y muy acertada.
– ¿Este despliegue de CIT tiene fases concretas?
-Acabamos de celebrar el primer encuentro nacional de innovación territorial en Somiedo que concluyó con una declaración que enmarca, a modo de digamos “constitución”, los principios generales y orientadores del concepto válido para todos los CIT de España.
«Sin educación para el arraigo no hay futuro para el campo»
– En un tema a tan largo plazo, pienso en el papel de la educación en los colegios rurales, en algún tipo de formación determinada que fomente, antes de atraer, retener.
-Seré claro: sin educación y, más precisamente, sin educación para el arraigo, no hay futuro para el medio rural. Al perder la educación y formación histórica que se impartía desde la casa campesina, iniciamos el declive de lo rural. Tenemos que buscar una alternativa contemporánea a aquella “formación profesional y vital” que generaba la casa, la familia y la comunidad campesina. En cualquier caso, tendremos que trabajar en paralelo. Es decir, educar a los críos que nacen en los pueblos en el valor de lo local —los críos de los pueblos tienen la oportunidad de ser biculturales, del ager y de la urbe; los de las grandes ciudades, no— para que llegado el momento puedan hacer su proyecto de vida en el pueblo y, también, trabajar en la integración de los nuevos pobladores. La innovación territorial debe trabajar en ese campo.
-Parece que la gente lo que busca en las zonas rurales como la mía y no encuentra son lugares para trabajar. Estamos viendo casos de pequeñas empresas que se van del concejo por no tener un espacio ni público ni de alquiler. ¿Se tiene en cuenta esta gran traba?
-Tenemos desde hace años identificados los grandes obstáculos. El asentamiento de nueva actividad con base digital, o de otro ámbito, en zonas rurales depende de muchos factores pero existe uno determinante, la conectividad para el acceso a internet. Ha habido un avance muy importante porque diferentes tecnologías han confluido para dar solución al problema. Las grandes operadores no despliegan banda ancha en las aldeas pero los fondos públicos compensan este déficit del mercado con programas como los PEBA que subvencionan a las operadores para que desplieguen fibra óptica en pequeños núcleos. Por otra parte, operadores locales de wifi ofrecen servicios muy económicos, como Sestaferia o Air Asturias. Y, por último, soluciones mundiales con satélites de órbita baja comienzan a dar cobertura en cualquier ubicación donde exista red eléctrica. En Asturias este tipo de servicios ya se pueden contratar con Start Link. Solucionado el problema de conectividad la presencia de teletrabajadores en las aldeas o pequeños negocios digitales en zonas rurales será posible, si a esa conectividad se suma la disponibilidad de servicios que permitan una calidad de vida aceptable. Más allá de todo esto, es cierto que la legislación tan profusa y segmentada dificulta el asentamiento de nuevas visiones y actividades en las aldeas.
«Hay que plantearse reformar ciertas políticas de los 80 y 90 que a veces y paradójicamente dificultan la conservación de lo que se quiere proteger»
– ¿Se puede simplificar la burocracia y de reducir el conflicto ya palpable del rural/campesino y el neorrural?
-Eso espero. Tenemos una sobrerregulación y una compartimentación administrativa que prohíbe, dificulta o dilata no ya la puesta en marcha de la innovación sino incluso la tramitación de proyectos ordinarios. Y más aún: tendremos que reflexionar también sobre la idoneidad de algunas políticas. Como la urbanística, la de conservación del patrimonio cultural, de la naturaleza y de los espacios protegidos y plantearnos si hay que reformar las políticas puestas en marcha en los años 80 y 90 y que, en ocasiones y paradójicamente, no solo impiden la innovación sino que dificultan la propia conservación de lo que se quiere proteger. No es buena noticia que lo salvaje se esté comiendo lo doméstico o que los grandes incendios forestales se estén produciendo precisamente en los territorios que hemos declarado “espacios protegidos”. No estoy diciendo que la reforma sea fácil, pero hay que abrir ese debate. Hace años que algunos reivindicamos, con poco éxito, la necesidad de estimular las pequeñas economías agroecológicas e históricas del territorio sin cuya activación no es posible la conservación del patrimonio natural. Respecto a los choques entre los que vienen al rural y los que están hay que verlo caso a caso. En algunos casos hay conflictos pero en muchos otros la convivencia es magnífica, rica y fuente de nuevas oportunidades.
-Muchas gracias y disculpe por el interrogatorio.
– Al contrario: estoy muy agradecido porque —no sé si lo saben los lectores, pero quiero que se sepa— tú y yo hace muchos años que navegamos por el océano de lo rural con el mismo rumbo, con ideas compartidas, tú desde una biblioteca de pueblo, el concejo de Las Regueras y la prensa local y yo desde donde la Administración pública me situó en los distintos momentos de mi carrera. Por cierto en Las Regueras se está dando un proceso de emprendimiento ecosocial alrededor de la castaña Valduna que es un magnífico ejemplo de innovación territorial. Un proyecto humilde, sensato, cargado de sentido común, de sentido de la historia y emocionante que combina la capitalización natural del territorio —volver a plantar castaños y cuidar los castañeos— pensando en los futuros habitantes del concejo, la conservación de la identidad local —la castaña Valduna es marca del territorio en Las Regueras— y la vinculación de la comunidad social con la conservación un árbol totémico para los campesinos desde hace milenios, como es el castaño. Que sepas además que eres una pionera: esta es la primera entrevista que me hacen sobre la innovación territorial y me alegro que seas tú la que la hace y haya sido en un periódico local como LA VOZ DEL TRUBIA el que la publique. Personalmente me alegro también de cerrar un circulo profesional, que empecé hace más de 30 años con la puesta en marcha del primer GDR en el Oriente de Asturias y cierro ahora —me jubilaré este verano—ayudando a plantar la semilla de un CIT en Asturias que espero crezca y se haga grande. Grande como un castaño Valduno.
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