El espacio agrario tradicional de Priorio

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Los usos del terreno en cultivos, prados y huertas aún pueden rastrearse en la toponimia

A los pies del castillo la Llera cultivada con maíz y fabes en longueros. Sobre ella la ería de Otero. Año 1962. Fotografía ICGC. Fons SACE:20153. Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña.

Por Ángel de la Fuente/ Priorio

El geógrafo Manuel de Terán afirmó que la Geografía es una disciplina de ver y andar. Nunca se emitió una definición más certera. Los seres humanos nacemos, vivimos y partimos para el último viaje con cataratas cuya solución no es quirúrgica, simplemente se trata de estar en disposición de mostrar interés por conocer el medio en el que vivimos. La puesta en marcha de itinerarios por los diferentes pueblos de nuestra querida Asturias para dar a conocer el patrimonio natural y cultural asturiano es una iniciativa bienvenida y contribuirá a inocular el gusto por comprender el medio en el que nos movemos a lo largo de la vida. Estoy convencido tras la lectura de esta reflexión que quienes descienden desde el Cruce de Santa Marina de Piedramuelle a Las Caldas o desde La Carretona a Priorio se preguntarán por qué esos prados que no hace mucho tiempo fueron tierras de labor están en disposición escalonada o por qué tienen ese nombre y no otro.

La estructura agraria en esta parroquia ovetense obedece al modelo estudiado por Jesús García Fernández en su libro “Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias” publicado hace casi medio siglo. La unidad de explotación agraria tradicional asturiana fue la casería en la cual las erías constituyeron uno de los elementos que definió durante mucho tiempo el campo asturiano. Sin ir más lejos, la ciudad de Oviedo conserva un topónimo que corrobora esta situación -La Ería-. ¿Podemos imaginarnos que en un barrio urbano de clase media-alta hubo una ería? Difícil de admitir en este momento. Este espacio agrario perteneció a la parroquia rural de San Pedro de los Arcos; no en vano Carmen Ruiz-Tilve cuando se refiere a esta feligresía la asocia con la Arcadia feliz. Nada queda de la antigua ería ovetense borrada por el trazado de viales y solares que acogen bloques de viviendas, pero en los pueblos aún son perceptibles, aunque la explotación de la tierra vaya por otros derroteros. Priorio no es una excepción. Las erías en esta parroquia rural ovetense eran de labor y prado. Están documentadas las erías de Barbadiello, Pandiella y Otero dedicadas al cultivo y las erías de prado que producían hierba y pasto en Caldones y Ablón. La ería de Otero se asienta en la terraza fluvial del Nalón bajo la que se asienta la llanura de inundación -La Llera- y así lo atestiguan las esporádicas crecidas del río contenidas según la envergadura de la misma por una escollera construida en los años ochenta del pasado siglo. Ambas disponen de parcelas alargadas que obedecen al modelo de longueros y un camino que da paso a cada una de ellas. Todas tienen una cerca y un lugar de acceso común. Representan el modo tradicional de cultivo cuando producían el cereal panificable, la escanda, pues tras la cosecha las erías se abrían al ganado para aprovechar el rastrojo y de paso la presencia de los animales contribuía mínimamente al abonado de estas tierras. La llegada del maíz a partir del siglo XVII a Asturias y la introducción de la patata como alimento humano fue cambiando los usos de estas tierras de labor. El catastro de la Ensenada redactado en las casas de Ordiel -actual palacio de marquesado de Santa Cruz- el 11 de enero de 1752 aporta una información relevante en este sentido al informarnos de que las tierras de sembradura, todas de secano, dan pan un año y otro maíz y fabes, alternando sin descanso. Priorio en el siglo XVIII había eliminado el barbecho y practicaba una rotación bienal con cereal de invierno y cereal de verano-legumbres, de modo que entre la recogida de la escanda y la siembra del maíz la tierra descansaba casi un año. Nada dice La Ensenada de la presencia del tubérculo reina, la patata, en esta feligresía porque en su época tenía una escasa presencia en Asturias. Gracia Noriega publicó en 2003 y 2006 un artículo “El maíz y la patata” en el que constata la presencia de esta a partir del descubrimiento de América, pero su difusión no se intensificará hasta el último cuarto del siglo XIX entre otras cosas porque este nuevo fruto al no pagar diezmos y primicias fue condenado como la raíz del diablo por el clero desde los púlpitos. Nada de extrañar en aquella época y en otras más cercanas a nosotros, porque como bien dijo mi abuelo paterno Vidal de La Premaña al cura de Latores en 1955 ustedes tienen al dinero por Dios y la gloria para los pobres. Tampoco el catastro menciona el cultivo del mijo; no obstante, los topónimos Miarín en La Premaña y la Huerta Miares a la entrada del campo de golf de la que ya nada queda llevan a pensar en la presencia de este cereal.

Otro espacio cultivable fueron los huertos. Se ubicaban cerca de las casas, producían hortalizas y berzas. Eran las llamadas gortinas y llosas. El topónimo La Gortina se mantuvo en La Premaña bajo la presa del molino aunque siempre la conocí destinada a pasto por el verano a última hora de la tarde y con árboles frutales. El lugar de Casielles mantiene en la zona El Barcu el nombre de Gortina y en el centro del lugar pervive la Llosa La Villa, una huerta de la que siempre presumía José Reniego en la que cultivaba lechugas, pimientos, tomates. Frente a estos cultivos la parroquia contó con cultivos arbóreos entre los que destacaron los manzanos y otros en menor medida como perales, cerezos, guindos, nisales y alguna parra; sin embargo, en el catastro no hay referencia alguna a la vid a pesar de conservar dos topónimos que así avalan su presencia, La Vide y Solaviña, junto con Las Viñas en Puerto. La ausencia de este cultivo en el siglo XVIII nos lleva a pensar en un pasado más remoto que ocupó terrenos calizos. La producción de hierba y pasto se asentó en las erías de Caldones y Ablón. La primera linda con la parroquia de San Tomás de Latores y se extendía hacia Piñera y La Premaña; la segunda a los pies de la Peña Avís llega casi hasta el lugar de Casielles. El aprovechamiento de los montes se centraba en la leña, rozo, pasto e incluso cultivo en caso de necesidad. Lluera es monte común y Avís es un bien de propios cuya contribución era recaudada por Manolín el Sacristán hasta su muerte con más de noventa años. Pertenecía la explotación a los vecinos del lugar de Casielles. Las consecuencias del éxodo rural, el incremento de la actividad profesional asociada a los sectores industrial y servicios, así como el envejecimiento de la población han ido transformando el paisaje agrario. ¿Quién recuerda la ería de Pandiella desde Priorio hasta la cerca del castillo y la fuente de Los Tres Caños cultivada en su integridad de maíz y fabes? ¿Y La Llera de maíz-fabes y patatas? ¿Y el Otero en Casielles? Solamente se mantiene grabada en la retina de los más ancianos y de los que hemos nacido en la década prodigiosa. La Llera ha acogido una piscina y una carretera de acceso a la EDAR en la antigua ería de Ablón y a punto estuvo de prestar su terreno a lo que luego fue el centro hípico El Asturcón. Pandiella está destinada a pasto, otro tanto podemos decir de Barbadiello en la que afortunadamente se han preservado los bancales sobre los que se ha ido construyendo un conjunto de viviendas unifamiliares de bastante buen gusto en un entorno bien orientado. Solamente perviven en la parroquia algunos huertos como recuerdo de un pasado que ya es historia y como entretenimiento para ir matando el tiempo como se suele decir por parte de los jubilados.

La recuperación de las viejas estructuras agrarias debería figurar en la agenda de los profesionales de la política para conseguir alcanzar los ODS en tanto que no se trata de generar un beneficio mercantil sino implementar un hábito saludable, porque si se recuperan las tierras de labor librándolas de las emanaciones pestilentes de las industrias cercanas contribuiremos a preservar el ecosistema y todos saldremos beneficiados. La apuesta por poner en valor los recursos endógenos contribuiría junto con otras políticas a acabar con la llamada Asturias vaciada, porque hasta ahora lo único que escuchamos es palabrería hueca, sin contenido, ni actuaciones concretas en el contexto del tan cacareado reto demográfico.¿ Alguien conoce en qué consiste? Si es cierto que está vigente dónde están los resultados. Considero más oportuno optar trabajar por atenuar los desequilibrios territoriales generados por el imparable crecimiento de los asentamientos urbanos a costa de la pérdida de efectivos en los pueblos y concluyo con la frase atribuida a San Bernardo de Claraval: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.

(1) Ería de Otero, (2) Ería de Pandiella. Fotografía de Samuel Ángel Vega Martínez.

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