Vecinos, amigos y familiares de ambas Carangas celebraron la vida con las dos ‘chicas de oro’ del Valle, queridas, longevas y ejemplares mujeres
Juan Carlos Avilés / Caranga
«Habría que hacer un homenaje a Vinda y a Araceli, ahora que todavía lo pueden disfrutar». La idea se convirtió en propuesta, y la propuesta en acción. Todos los vecinos, especialmente los más cercanos a ellas, trazamos un plan y nos pusimos en marcha. Había que maniobrar con cautela para que no se enteraran, pues se trababa de una fiesta sorpresa, así que no podía escaparse el más mínimo detalle: la ornamentación, los regalos, los carteles-recordatorio, la música, las canciones de su época, y sobre todo, el condumio. Se trataba de que cada uno de los congregados aportaran algo de comida para que la dueña del restaurante donde se iba a celebrar el acontecimiento quedara libre de tareas. Dicho y hecho. ¿La fecha? El 11 de julio, a las cinco y media de la tarde, que Santa Aemet no daba lluvia. El día llegó por fin, y cuando Alicia trajo a las homenajeadas con la excusa de llevarlas a tomar un café reinaba el más profundo silencio en el interior del recinto. Al alcanzar la puerta comenzó a sonar una canción de Manolo Escobar, la concurrencia rompió en aplausos y dos guajes salieron a su encuentro con sendos y lustrosos ramos de flores. Sobre la ‘mesa presidencial’, una frase en relieve con la leyenda ‘Las Chicas de Oro’. Ni Vinda ni Araceli daban crédito al espectáculo que tenían delante de sus ojos. Se lo merecen con creces.
Toda una vida
Vinda y Araceli son de las mujeres más longevas de las dos Carangas. Vinda, 87 años y un carácter y sentido del humor envidiables, se crió en Las Agüeras pero desde que casó con un minero de Teverga vivió en la misma casa que ocupa ahora, en Caranga de Arriba. Es la tercera de cuatro hermanos. Sin embargo Araceli bate el récord de permanencia en Caranga de Abajo, pues desde que nació, hace 92 años, en una casina nada más pasar el puente que conduce a Teverga, no se ha movido prácticamente de allí. Es la superviviente, junto con otro, de nada menos que doce hermanos. Las dos viven solas, pero no lo cambian por nada, porque combinan a la perfección su aún bien llevada independencia con el apego y amor incondicionales a la tierra y el paisaje. Son un ejemplo vivo y fehaciente de las mujeres asturianas, arrojadas y arraigadas, que nos han arropado, cuidado y sostenido a todos con su trabajo, responsabilidad y empuje. Las dos conservan una cabeza perfectamente amueblada y llenas de sensibilidad, sabiduría y unas ‘salidas’ la mar de divertidas de las que hacen gala, cada lunes, en el mercadillo de Proaza, rodeadas de buenos amigos. Son, sin duda, unas auténticas ‘chicas de oro’.
A lo largo de esa memorable tarde hubo baile —que ellas secundaron sin dudarlo—, merendola, abrazos, felicitaciones (hasta un vídeo del ministro Félix Bolaños, que conoció a Araceli meses atrás en el restaurante) y un espléndido ambiente de familia y vecinos llegados de ambas Carangas, de Proaza y otras poblaciones limítrofes, así como de Oviedo, Gijón o Lugones. Incluso unas coplillas dedicadas a ellas que Sonia (Mirinda Sound) les cantó estupendamente. Pero sobre todo un envoltorio de inmenso cariño a estas dos paisanas insustituibles, lúcidas, simpáticas y modélicas de las que tenemos la inmensa dicha de seguir disfrutando. Y por muchos años.
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