Cien años de Casa Alonso

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El negocio de Pontecastru, a cargo de Pilar Arnaldo, acogió a más de 300 asistentes para celebrar su fundación en el verano de 1923

La familia Arnaldo posa en la celebración del centenario / E.M.

Esther Martínez / Tineo

Pilar Arnaldo, escritora, profesora de instituto y quinta generación al cargo de Casa Alonso en Pontecastru (Tinéu), fue la encargada de dar la bienvenida a los más de 300 asistentes el pasado 4 de agosto a la celebración del centenario de su establecimiento. A su lado Carmina Rubio, su madre y Manuel Arnaldo, su marido.

El negocio resiste abierto a pesar de la lacra de la despoblación que ha hecho mella especialmente en esa zona del suroccidente. La casa fue fundada en agosto de 1923 por Alonso Arnaldo y su esposa Teresa Arnaldo. «Fue además de hogar de una familia extensa, comercio y chigre. Esta familia siempre estuvo y está cuando se los necesita, que es lo más grande que se puede decir de una familia.», afirmaba Pilar.

Una finca en el valle del río Xinestaza, fue la oportunidad que vio aquel primer Arnaldo de 29 años, para instalar una negocio y aprovechar igual que en los pueblos cercanos, el ser carretera de tránsito en un lugar a medio camino entre lo agrícola y lo minero. En el valle, confluyen cuatro importantes municipios del suroccidente Tineo, Belmonte, Cangas del Narcea y Somiedo y en este cruce de caminos, se construyó una gran casa con galería y balcones, siguiendo la corriente arquitectónica de la incipiente burguesía rural. En la parte baja el local del comercio tres puertas al exterior, y en una zona para atar caballerías, además de un aparcamiento. «Un establecimiento que se resiste a claudicar. Fue un negocio integral chigre, fonda, casa de comidas, tienda en la que se podían encontrar alimentación, ferretería, calzado, ropa, material escolar, piensos para el ganado, aperos de labranza.», continúa, Pilar Arnaldo.

La siguiente generación, sus padres, vivieron tiempos de una gran pujanza económica debido a la minería que complementaba la economía campesina. Todo ello hizo del negocio un referente en la zona. Carmina Rubio con apenas 20 años, contribuyó como cocinera a que Casa Alonso despuntara como restaurante y durante unos años fue lugar de celebración de muchas de las bodas de la zona. Se amplió en los 70 a la actividad, estanco y un taxi Land Rover de nueve plazas que trasladaba a los vecinos a ferias, a la villa e incluso a parturientas y recién casados y hasta como servicio de pompas fúnebres.

Fiestas con tocadiscos

Los pocos vecinos que quedan y los que volvieron a celebrar el siglo de vida, recuerdan con mucho cariño, las fiestas con tocadiscos de los domingos, los amagüestos, la fiesta del turista, la primera televisión ante la que se reunían para ver «Un, dos, tres», y tantos buenos momentos en los que casi toda la vida de la zona, pasaba por casa Alonso cuando el valle era un hervidero de actividad.

«En los años de la diáspora rural, los jóvenes se fueron, la natalidad cayó en picado y los negocios se cerraban. Por muchas casualidades y por una historia de amor, Casa Alonso sobrevivió, por ese especial imán del lugar, de atraer a personas extraordinarias. En la primera década de este siglo Manuel, mi marido, llego a esta casa para continuar el legado. Somos una familia entera trabajando por la continuidad del viejo bar, sacrificando aspectos de nuestra vida por dar continuidad al legado familiar heredado de nuestros antepasados», corrobora Arnaldo, que no se lamenta de haber tomado la decisión de la continuidad porque son una familia entera luchando por mantener la larga y saludable vida de la que goza el establecimiento, en el que aún se mantiene la partida diaria de cartas. Pilar Arnaldo en su faceta de escritora, dibujó acertadamente en su libro de relatos, El ríu la fame, el papel de las mujeres de la ribera del Xinestaza, y afirma que las historias de Casa Alonso darían para otro libro bien extenso.

Se reivindicó en este aniversario, el gran papel social que estos locales cumplen, como lugares de encuentro y convivencia y como nexo del tejido social de las aldeas. Los licores alienados en las estanterías, conviven con los cubos colgados del techo y las conservas. Tras el mostrador un amable y dispuesto a la conversación, Manuel Arnaldo, recibe a los clientes para lo que precisen. Ya quedan pocos lugares como estos y menos en una aldea tan pequeña, por ello la portavoz del bar finalizó su discurso con un guiño a los representantes municipales y autonómicos, «hoy que hay varios políticos entre el público, aprovecho para decir que esto no es solo un lugar de ocio o de venta, es el corazón de la aldea, el lugar de información, de servicio, y quiero pensar que algo contribuye a la buena convivencia en Pontecastru».

Pote con cabeza de cerdo

Alonso Arnaldo allá por 1923 además de buen ojo para los negocios, era conocido por ser uno de los chavales que pedían el aguinaldo por los pueblos, enmascarado como mandaba la tradición. Quizá nunca imaginó que después de una guerra, del cierre de las minas, del cese de la actividad agraria y una pandemia, cien años más tarde, Casa Alonso sigue atrayendo clientela. Y en el menú a veces, como hace un siglo, se ofrece pote de berzas con cabeza de cerdo, lacón y chorizo. El recién nombrado Consejero de Medio Rural, Marcelino Marcos, la diputada del PP, Cristina Vega y la alcaldesa de Tineo, Montserrat Fernández, se encontraban entre los invitados, además de una extensa representación del mundo del folclore asturiano que amenizó el fin de fiesta.

La alcaldesa, Montserrat Fernández junto a la diputada Cristina Vega con Pilar Arnaldo y Carmina Rubio / E.M.

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