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Clara y yema

Inicio Trubia Clara y yema

Luis G. Donate

Bienvenidos una vez más a este rincón donde los pensamientos brotan como las setas en otoño, unos elevados y otros sabrosos, como en el caso que hoy nos ocupa. Me alegro de teneros aquí de nuevo y con ganas de entrar en materia, vamos allá, es un asunto de dos yemas como poco.

Hace poco tuve una conversación que motivó el presente artículo. En ella, se llegó poco a poco y sin prisa a tratar sobre la insospechada naturaleza filosófica de algo tan aparentemente anodino como son los huevos fritos. Concluí a raíz de aquella tertulia tan iluminadora que este plato resume como ningún otro la apabullante diversidad del pensamiento humano. Hay tantos enfoques como personas. Unos sólo comen la yema, otros la clara, algunos echan sal o incluso azúcar. Están los que buscan que la yema quede cocida y los que la prefieren líquida para mojar pan. Los que los comen con callos pero no con jamón y patatas o al revés y por supuesto la clásica disyuntiva entre tener o no puntilla. Como veis, hay en efecto, un huevo frito para cada persona. Un plato que llega al alma y da pie a debates tan encarnizados como ese de si fue primero la gallina o lo que hoy nos ha entretenido.

Hasta aquí llega hoy la exposición, podemos concluir que tenía huevos, sin duda. Espero que hayáis disfrutado, incluso los que no soléis comerlos y le hayáis sacado algo en claro. Yo por mi parte, me despido y quedo a vuestro servicio hasta la próxima.

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