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Pueblos y soledad

Manuel García Linares

El que quiera oir que oiga…y el que quiera ver que vea; con frecuencia cerramos los ojos para no ver y los oídos para no oir, porque nos asusta la realidad con que nos encontramos al acordarnos de Santa Bárbara cuando truena, y los truenos, últimamente surgen, con ímpetu, bajo el efecto de las fuertes tormentas políticas provocadas en las comarcas rurales porque, aumenta la fauna, gracias a su protección, mientras la especie humana se va extinguiendo porque nadie la protege… y los afectados… cerramos los ojos porque no queremos ver, y nos tapamos los oídos porque no queremos oír, pero de pronto nos quedamos solos y, sin embargo, queremos que nos presten todas las atenciones a las que tenemos derecho: educación, sanidad, comunicaciones… resumiendo: estado de bienestar. Todos queremos catedrales… pero sin feligreses. Este verano lo hemos acogido con unas ansias tremendas de libertad, hemos relacionado con un tremendo deseo de recuperar el tiempo perdido por ello nos volcamos con la locura de fiestas y bacanales. En el pasado, los pueblos, tras pasar por duras vicisitudes, se volcaban a trabajar, codo con codo, buscando el producto de la tierra para saciar las necesidades. Los vecinos y familiares se ayudaban mutuamente y al recoger la cosecha, siempre había una merienda, amenizada por una gaita o una acordeón. Así nacieron las fiestas, celebrando la recolección de las cosechas. Han cambiado los tiempos, ahora no hay cosechas, pero tampoco tenemos quien coseche, por eso ahora lo que celebramos es la posibilidad de que nos quiten la mascarilla y “oficialmente” decreten que ya podemos ir y venir con libertad porque se ha erradicado el “virus”, y de pronto vemos, con gran alegría como los pueblos recobran vida, hay reencuentros de vecinos y familias…y lo celebramos con fiestas, sin cosechas. Al final se baja el telón y las gentes, al terminar la libertad de sus vacaciones, se van ausentando a la vez que los pueblos vuelven a esa realidad de la España vaciada.

En estos últimos meses se ha vivido con intensidad y esperanza, oyendo mítines y ofertas de soluciones… pero pasadas las elecciones, nos volvemos a encontrar con la cruda realidad, con nuestra soledad. Todos los candidatos han ofrecido, pero ahora nadie nos da las soluciones. Los pueblos vuelven a la soledad y aunque algunos vayan salvando su estatus, si no alcanzamos una base social esencial, será difícil la recuperación.

Quien quiera oir, que oiga, quien quiera ver, que vea.

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