Publicado el: 04 Oct 2023

«Fuimos leyenda en Asturias escalando las principales cumbres»

José Manuel Suárez fundó el grupo de montaña de San Claudio, que llegó a tener 400 socios y por cuyo local llegaron a pasar 25 expediciones extranjeras

José Manuel Suárez

Patricia Bermejo / San Cloyo

[ Entrevista]

José Manuel Suarez Díaz-Estébanez (San Claudio, 1930) es un ejemplo de lucha, superación y trayectoria vital para todos nuestros jóvenes. Fundador del grupo de montaña de San Claudio, que llegó a tener 400 socios, fue también uno de los impulsores de la espeleología en Asturias.

-Cuéntenos dónde y cuándo nació, dónde vivían sus padres, cuándo se fue con su tía Lumi…

– Yo nací en San Claudio, el 17 de marzo de 1930, en el seno de una familia humilde. Mi padre, José de Sograndio, y mi madre Herminia de La Llama (San Claudio ). Tuve dos hermanas y ambas murieron muy pronto, de muerte natural, y anteriores al fallecimiento de mi madre. En 1932 me llevaron en caballerías a Linares (Proaza) para que mi madre cambiase de aires, único remedio paliativo para su enfermedad respiratoria incurable. Luego se hizo cargo de mi tía Lumi, por eso siempre digo que tengo «dos madres», pues ella me crió. Luego en Barcelona falleció mi tercera hermana.

– ¿Logró encontrar la casa de Linares dónde estuvo de crío y ver si sigue en pie?

-Si, si. La encontré, estuve allí, la tiene una gente muy amable, es una casina pequeñina, y me hizo mucha ilusión. En Proaza también viví en casa de Amalia la trapera, la madre de Santiago Barquí, que era el dueño de la sidrería L’Esbardu. Tengo mucha querencia por toda esa zona y sus edificios medievales.

– Su padre se había casado con su tía Lumi tras la muerte de su madre, y al estallar la Guerra Civil en 1936 se alistó con el grado de capitán de Artillería en las filas de la República. ¿Falleció en Sograndio, como consecuencia del sabotaje de uno de sus cañones?

-Yo lo viví muy pequeño, con 4 o 5 años, pero conservo mis facultades mentales perfectas y lo recuerdo perfectamente, al igual que cuando nos reunimos con él en el campo de la iglesia de Sograndio. Y recuerdo como lloraba Mesio el de Villamar en su sepelio, todo…

– ¿El Orfanato minero, qué recuerda de esa etapa?

– Bueno, jugábamos a la pelota, nos peleábamos mucho. Allí estuve un año. Iba a embarcar para Rusia con todos los niños del orfanato minero, a mi primo de Santa marina su madre lo dejó marchar, pero mi madre a mi no, me sacó cuando yo ya estaba en el barco y lo impidió.

– Luego se va con su madre a Barcelona. ¿Qué recuerda de los bombardeos?

– Horribles, la plaza de Cataluña, aquello si que era horroroso. Me escondía con mi hermanina de miedo en una esquina. Recuerdo privaciones de todo tipo, como refugiados.

– 1939. Finaliza la guerra. Se va a las escuelas públicas de Sograndio, ¿no?

– El maestro, Don Benito Gallo, gozaba de fama de educador. Aprobé el ingreso en tiempo récord. De los chicos mi recuerdo para César de la Albari y Gonzalo de las Casas de Faro, y de las chicas para Aurora la de Tante y Alicia la de Faro. Era una época de privaciones extremas para mí, de racionamiento de todos los productos básicos, fiscalización estatal de todos los productos del campo, carencia de dinero e incluso hambre en los años 40. Era la época de las fariñas con leche, tortos de maíz o boroña, patatas viudas y poco más. ¡Y dichoso el que los tenía!. Hubo épocas en las que no teníamos las 25 pesetas que costaban las “permanencias” del Instituto (cuota mensual ) y nos apuntaban en el tablón, con gran vergüenza para mí. Sólo tuve un abrigo en la posguerra y nunca tuve un juguete. Mi Primera Comunión la hice en la Capilla de San Roque, de San Claudio. De aquel dia recuerdo el chocolate con churros que nos dieron en la casa de Araceli, un lujo para la época y más para mi que no recuerdo haberlos comido nunca. Nos dio un recordatorio Manuel el cura. Yo iba vestido “normal pero decente”. Cuando se hizo la nueva iglesia la capilla fue derribada y nunca entenderé el por qué.

– ¿Cuando empezó su afición a la montaña?

– En mi infancia en Alp (Girona). En nuestras excursiones ya cogí afición, y al volver lo mismo, pero al Naranco. Pasados unos años varios amigos me dijeron: ¿por qué no creamos un grupo de montaña? Fui el presidente y llegamos a tener 400 socios aquí en San Claudio. La sede era el local de aquí debajo, en mi casa, empezamos con las excursiones y la gente se animaba. Hicimos exposiciones y hasta una tómbola. Nos federamos y empezamos a destacar 4 o 5, nos convertimos en la leyenda de Asturias escalando el Naranjo, los Pirineos, los Alpes… Representé a España en montañismo en Suiza y en espeleología en Austria. Me preguntaban ¿Cómo te las arreglas tú para que por San Claudio pasasen 25 expediciones extranjeras?, y respondí: «porque tengo muy buena cocinera». Se les invitaba aquí debajo a un vino, unos pinchos, y la fábrica de loza les daba un cenicero conmemorativo.

– ¿Siempre fue feliz en la montaña?

– En la montaña fui muy feliz y también lo pasé muy mal porque hubo salvamentos muy difíciles y con muertes, como un chico al que le di un curso, se mató, y fui yo a recoger el cadáver, dos chicos de Pumarín que fallecieron en Los Alpes, etc.

«Tito Bustillo fue alumno mío»

– ¿Cómo comienza su aventura con la espeleología?

– Luis Estrada (presidente de la Federación Asturiana de Montañismo) me llamó para que me hiciera cargo de la vocalía de espeleología». Yo le dije que lo que sabía de espeleología era meterme en las cuevas, pero se empeñó en que era muy hábil para hablar con la gente. Éramos unos intrusos pero yo daba los cursos a los geólogos. Fui presidente del comité regional Noroeste que comprendía Asturias, León, Santander y Galicia. El primer libro lo hicimos aquí en casa e imprimimos de forma manual 75 ejemplares para regalar. La espeleología era muy política, muy vinculada las juventudes de la Falange y eso causaba muchos problemas a la hora de la organización y las personas. Fui profesor de la escuela nacional, tengo la medalla de oro de los guías de montaña como agradecimiento y vinieron desde Jaca a dármela, llegué a llevar por la montaña una expedición de la Universidad de Tel Aviv, otra de Orly, también inglesas, polacas, catalanas, de todas partes

– ¿Es verdad que Tito Bustillo fue alumno tuyo?

– Sí, y era de los que destacaban, hicimos los cursos y les dije: para daros la medalla de cursillistas tenéis que hacer ahora todos una actividad por vuestra cuenta que quiero que sea una sima de más de 20 metros y la cueva de la Canal de Quirós. Había 4 o 5 que eran de Ribadesella y me preguntaron «¿Podemos hacerlo en Ribadesella?». Y fue cuando encontraron las pinturas. Él estaba en esa expedición, posteriormente tenían que hacer la otra parte, la cueva de Quirós y allí, cuando salió vio una ardilla, se quedó mirándola, se calló para atrás y se mató, entonces decidimos ponerle el nombre de la cueva Tito Bustillo a petición de Magín Berenguer. Yo mismo cursé la petición de que se colocase la cruz que hay en la entrada de la cueva.

– ¿Cual fue el pico más difícil que escaló?

– Quizá los Picos del Infierno, en Pirineos. Luego el Tercer Castillín, en Peña Ubiña, lo que llamamos “Vía San Claudio”, ahí estábamos 3 del grupo de socorro de la actividad de montaña, yo ya tenía más de 40 años pues escalé hasta muy mayor. Allí viví un rescate muy duro en el que estuvimos a punto de perder la vida ambos. Otra muy bonita de la que estoy muy orgulloso fue en Peñasanta de Enol. El paso más difícil fue en el Naranjo de Bulnes, un día en el que nos cogió la niebla arriba y no pudimos bajar de noche, allí nos las arreglamos con medio melón que tenía uno.

– ¿La anécdota más graciosa?

– Me llaman de Mieres, de la Guardia Civil, que resulta que hay uno subido en una chimenea de una fábrica, en lo alto, con una bandera de Asturias amarrado, que subió pero que ahora no sabe bajar y les digo «¿Y vosotros quienes sois y qué pinta ese ahí?». -Somos del Comité de Empresa y es el compañero que subió y ahora no sabemos qué hacer. Les dije: – pues por donde subió que baje…

– Y fuera del montañismo ¿A qué se dedicó profesionalmente?

– Me presenté con 19 años a las oposiciones de Caja de Asturias y éramos 500, yo fui el primero en terminar todo el cálculo mercantil y uno de los examinadores pensó que si había copiado o lo traía preparado, porque el cálculo siempre se me dio muy bien. Me llamaron como interino, pero no quise ir porque me salió un puesto de trabajo en otra empresa, en Castejón, donde me pagaban más y era un contrato fijo. Marché de esa empresa y luego pidieron la cuenta 80 personas y como aquí abajo tenía este local vacío creamos una empresa parecida en plan cooperativa, pero todos se consideraban dueños y lo dejamos. Estuve en la fundación del Centro Médico en 1978. Jamás he sido ambicioso ni interesado si no al contrario y rechacé muchos trabajos.

Deje su comentario

La Voz del Trubia