El Bar Ponteo echa el cierre tras 40 años de buen comer

José Manuel Fernández se jubila el 1 de diciembre, tras cuatro décadas al frente del restaurante merendero

José Manuel Fernández, alma del restaurante bar Ponteo, en San Claudio / Rafa Balbuena

Rafa Balbuena / Trubia

El Bar Restaurante Ponteo, veterano establecimiento hostelero en la localidad ovetense del mismo nombre, cierra sus puertas. Será a finales de este mes de noviembre, cuando le alcance por edad la jubilación a José Manuel Fernández, arrendatario del local desde 1987 y alma de un restaurante merendero que, a día de hoy, sigue haciendo las veces de verdadero centro social y punto de encuentro vecinal en esta zona del oeste del concejo de Oviedo.

Concluye así una etapa vital para él y, por desgracia, prosigue también la escalada de cierre de pequeños negocios en el tramo que va de Fuente La Plata a Puente Gallegos. “Esto primero fue una cuadra, luego un bar tienda y desde 1975 es bar restaurante y merendero”, explica José Manuel mientras atiende a un par de clientes fijos, “de los que vienen todos los días”, en una mañana lluviosa en la que apenas se percibe actividad fuera del entorno del local. Dentro, desde la barra, José Manuel ha visto la evolución de todo el área de San Claudio en estos 36 años, constatando que “esto cambió mucho, y en los últimos años a peor”. Lejos quedan los tiempos en que “por San Mateo o en Martes de Campo se llenaba esto y la parte de atrás (señala al merendero) y vendíamos 100 ó 120 cajas de sidra”. O el éxito entre la concurrencia de “los chorizos, el tocino y el pan de Cangas”, añade mientras prepara unas tapinas de este manjar que sigue siendo santo y seña del local, productos cuya calidad controla y escoge con buen ojo: costumbre de familia, que procede del concejo cangués y que siempre estuvo vinculada al campo.

“Supongo que voy a echarlo de menos, y claro que da un poco de pena, pero esto últimamente fue un cierre detrás de otro”, insiste Fernández a la hora de razonar lo que le queda de tiempo al Bar Ponteo. “Primero cerró la fábrica de Loza, luego fueron cerrando la de ladrillos de Ruisánchez, igual que lo que había de cementos de El Caleyo o de Fábrica de Trubia”, relata. Es reflejo de la vida diaria en San Claudio: cae la industria, la juventud emigra, los mayores se jubilan y al final quedan solo las segundas residencias que convierten la localidad en un barrio dormitorio de Oviedo. “Antes de la pandemia aún había bastante vida, vecinos que venían todos los días a echar la partida, ahora eso tampoco hay”, añade con resignación. O las reuniones en torno a una mesa que convocaban en el restaurante personajes “como Gabino (de Lorenzo) o el Brigada Calvo”, rememora con una sonrisa José Manuel. “Con el brigada llegábamos ha años a reunir 120 o 130 personas, una vez al mes”. La carta, con platos generosos y a buen precio como la ternera o el cordero asado, los callos, el cachopo, las costillas a la brasa o el pulpo a la gallega o con gambas, da buena idea de que en Ponteo se venía a comer “bien”, en el sentido de no quedar con hambre bajo ningún concepto. José Manuel sonríe ante la observación, quizá confirmando que los clientes satisfechos, los que vuelven una y otra vez, son los que hacen la mejor publicidad de cualquier local hostelero. Y ello a pesar de que, a veces, son detalles en las infraestructuras los que marcan el ocaso de núcleos como Ponteo, La Lloral o Malpica: “la carretera (la AS-371, de Oviedo a El Escamplero) está dejada de la mano de Dios: todo son zigzags, curvas y además está el radar de Fuente La Plata, del que pocos vecinos de San Claudio se habrán librado”, observa con sarcasmo. “Pero además, desde que cerró el Hospital (en El Cristo) por aquí ya no pasa la gente que venía de Grao o del Occidente: cogen la autovía para ir al HUCA nuevo y aquí, ya ves, la carretera está desierta”.

En todo caso, ahora toca descansar. “Yo estuve de hostelero en Madrid, en la Manga del Mar Menor y ahora yo y mi mujer volvemos a Oviedo”, refiere el hostelero, echando la vista atrás y consciente de que a partir del 1 de diciembre el cambio va a notarlo. “Vendremos por aquí de vez en cuando, pero claro, no va a ser lo mismo”. Y antes de que salgamos de vuelta a Oviedo, mientras otro habitual echa la partida en la tragaperras y la televisión escupe noticias de guerra y gritos de tertulianos, José Manuel nos enseña y comenta algunas fotos y recuerdos que conserva tras la barra, a la vez que vamos notando la sensación, cada día más frecuente, de que el pasado se va apoderando por completo del presente en zonas como estas, especialmente castigadas por lo económico y el envejecimiento. Es lo que trae un cierre. Fuera sigue lloviendo, y empieza a hacer frío. En más de un sentido.

Redacción
Publicado por
Redacción

Entradas recientes

Arte entre vacas en Yernes y Tameza

El aula vital acogió la clase de acuarela al aire libre de Tarsila Jiménez, organizado…

hace % días

La sala de reuniones de la fábrica de armas lleva ya el nombre del General Elorza

La sala de reuniones de la fábrica de armas de Trubia lleva ya el nombre…

hace % días

El tren histórico a Trubia ya tiene sus billetes a la venta

El tren histórico Mieres-Trubia realizará su primer recorrido el 14 de septiembre, dentro de las…

hace % días

Las fiestas de Premoño, por todo lo alto

El pasado fin de semana, las fiestas de Premoño tuvieron un gran éxito. La celebración…

hace % días

El Principado busca ubicaciones para un ‘coworking’ en Las Regueras

El consejero de Ciencia, Borja Sánchez visitó con la alcaldesa, Maribel Méndez, zonas en las…

hace % días

Stop Baterías Candamo cuestiona la legalidad de la subestación eléctrica de Romió

Guerra total en Candamo contra las instalaciones eléctricas. El pasado sábado los vecinos agrupados en…

hace % días