Publicado el: 11 Dic 2023

Memoria y desmemoria democrática

Carlos Vicente León Jiménez

Activista del movimiento memorialista de Grau

Aunque creo que Rafael Vázquez se repite con su artículo del 3 de noviembre – por volver, en sustancia, a lo que escribió el 23 de septiembre, y ver contradicciones donde no las hay -, pienso que la controversia puede contribuir a la difusión de los propósitos del movimiento memorialista, y solo con este afán proselitista me animo a hacer algunos comentarios adicionales que por mi parte no darán lugar a más réplicas, por no repetirnos ambos.

No existe la historia “objetiva”. Eso sí, la historiografía académica es honesta y trata de ser imparcial y, por eso, utiliza un método científico para contrastar memorias individuales o colectivas con otras fuentes, consolidando la memoria social o desacreditando la desmemoria o la simple mentira. Esto no debe confundirse con la pseudohistoriografía no académica y acientífica que hace propaganda política manipulando los hechos históricos con sesgo ideológico, y que abunda respecto del franquismo desde su propio origen hasta hoy, revivida para contrarrestar el movimiento memorialista. Pero, en todo caso, no se puede reclamar que los historiadores hagan leyes porque no es su función, sino la de los políticos del legislativo. Otra cosa es que sea consenso en de la comunidad científica de historiadores la necesidad conocer la verdad ocultada sobre la Guerra Civil y el Franquismo, y de acabar con la desmemoria social forzada en la que se quiere instalar la derecha española respecto del antifranquismo.

De otro modo, creer que la ley de memoria democrática es de un solo bando u orientación política, o que es necesaria una “reconciliación” entre españoles, es un mero anacronismo, pues a fecha de hoy solo hay (o debería haber) un bando no necesitado de reconciliación con nadie: el bando de los demócratas que condenan los crímenes totalitaristas y, por eso, también los franquistas, y que quiere reconocimiento y reparación para todas las víctimas, esto es, las que a fecha de hoy falta por identificar y rehabilitar e, incluso, exhumar.

Con todo, que la derecha española democrática sea heredera del franquismo no es una acusación. Al contrario, debe reconocerse el mérito de los jerarcas del Régimen que se reconvirtieron en demócratas y pilotaron la Transición (esto no es un sarcasmo, aunque lo parezca). Lo que sí es una anomalía política es que la derecha democrática, 45 años después de la Transición, se mantenga en una posición acrítica o amnésica con la historia, y no consiga ver en el franquismo un régimen criminal condenable; en esto sí se diferencian del resto de la derecha y la izquierda europeas, que desde su propio origen se incorporaron al movimiento memorialista con el reconocimiento de las víctimas de las autocracias, tanto de izquierdas como de derechas.

Cuando se reprochan sentimientos revanchistas, animosidad contra la reconciliación y ataque a la fraternidad entre españoles, en el movimiento memorialista no nos sentimos aludidos, porque contamos con la superioridad moral de que la democracia se haya impuesto frente a las tiranías violentas. En realidad, solo deberían sentirse incomodados con la reivindicación de la memoria los que todavía creen que se puede  legitimar a la “media España” antidemocráta. Las víctimas son quienes fueron represaliados por razones ideológicas (de cualquier bando) y los verdugos quienes impusieron su verdad con violencia; esto no es tan difícil de reconocer. Y en el movimiento memorialista queremos saber quiénes fueron, dónde están y qué injusticias se cometieron para rehabilitarlos y reparar moralmente su memoria ante sus familiares. Es así de fácil, pero hay quien lo quiere hacer difícil.

Finalmente, no puede dejar de contradecirse el recurso al retorcido argumentario sobre ETA que es comodín de la derecha para casi todo. La violencia política de ETA y otros grupos criminales, incluido el GAL, fue vencida por la aplicación del Estado de Derecho democrático, y ninguno de los atentados producidos quedó sin investigar y, eventualmente, enjuiciar y castigar; ni de repararse a las víctimas. Ampararse en las víctimas de ETA para negar a otras víctimas de violaciones de derechos humanos su reparación es, además de hipócrita, inmoral. Por lo demás, no deja de ser llamativo que le esté costando más a la derecha española renegar del franquismo que a la izquierda abertzale del terrorismo, que ya es decir.

Para concluir, quiero aprovechar disputa para difundir que la Asociación Memorialista de Grado Alcalde Carlos Barredo dispone de más de 300 Consejos de Guerra de personas de Grado que fueron injustamente enjuiciados y condenados. Por eso, si algún familiar tiene noticia de antepasados represaliados durante la Guerra Civil y el franquismo, del bando que sea, le animamos a que contacte con nosotros para solicitar la anulación de las sanciones y la obtención de los documentos de reconocimiento y reparación que la Ley de Memoria Democrática, aunque tarde, hoy prevé.

 

Comentarios:
  1. Rafael dice:

    Este artículo y los anteriores sugieren que el movimiento memorialista sirve a ciertos partidos políticos, utilizando la memoria colectiva con propósitos políticos. La memoria, que debería ser de todos y promover la reconciliación y resiliencia comunitaria, se está empleando con objetivos partidistas.

    Además, se observa una importante indiferencia e insensibilidad hacia otras memorias, como la de las víctimas de ETA. Dice en su artículo que se han resuelto todos los crímenes y reparado a las víctimas. Le invito a visitar la página de COVITE, que no deja de denunciar las decenas y decenas de crímenes de ETA de los que se aún desconoce la autoría material o que condenados por pertenencia a ETA figuren en listas de partidos políticos, o se profanen tumbas de víctimas de ETA. Hacia esta memoria de las víctimas, se evidencia una marcada desmemoria.

    Acabo de enviar un nuevo artículo a este diario donde desarrollo estas y otras ideas.

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