Rafael Vázquez
En el último artículo de Carlos Vicente León publicado en el diario La Voz del Trubia el 11/12/2023, titulado Memoria y Desmemoria Democrática, en respuesta a uno anterior del que esto escribe, dice el autor que se ha animado a responder porque la controversia puede contribuir a la difusión de los propósitos del movimiento memorialista de Grado, y solo con ese afán proselitista se anima a hacer algunos comentarios adicionales y que por su parte no llevará a cabo más réplicas para evitar repetirse.
Por mi parte no tengo ningún afán proselitista, mi único afán es mi compromiso con los ciudadanos en contribuir en la medida de mis posibilidades en construir consensos y lazos comunes, y por lo tanto combatir relatos que debilitan el diálogo y la democracia. La memoria, cualquier memoria, si no está basada en el consenso, y sirve para unir a los diferentes partidos, grupos y sensibilidades, no es una buena memoria.
En primer lugar haré algunas consideraciones generales sobre la idea de memoria colectiva. Posteriormente iré respondiendo a las ideas principales del artículo de Carlos Vicente, en el mismo o diferente orden en que el memorialista las ha expuesto.
IDEA DE MEMORIA
Antes de responder al artículo de Carlos Vicente creemos preciso decir unas palabras sobre la idea de memoria colectiva.
Ya hemos mencionado la diferencia entre memoria e historia en artículos anteriores. La memoria colectiva de un grupo se caracteriza por su naturaleza subjetiva, influida por experiencias y narrativas internas, siendo por lo general selectiva y sesgada. Por otro lado, la historia como ciencia busca un enfoque objetivo y metódico, basándose en investigación crítica y análisis riguroso de fuentes primarias y secundarias. La historia se construye mediante reliquias y relatos, contrastando diferentes memorias de grupo y en muchas ocasiones destruyendo dichas memorias.
En cuanto referida a un grupo, la memoria colectiva, está por lo general influenciada por los intereses, creencias y valores de dicho grupo, así como por grupos de poder, por lo que está expuesta a prejuicios, sesgos, falacias, etc. No quiere decir que sea necesariamente así, pero hay una alta probabilidad de que así sea.
En general la memoria colectiva o de grupo se identifica con los intereses prácticos y utilitarios de dicho grupo, en la dinámica de grupos en que está envuelto dentro de la sociedad.
Además en cuanto pensamiento y memoria de un grupo, con frecuencia se enfrenta al pensamiento y la memoria de otros grupos, en muchas ocasiones de modo enconado, lo que puede dar lugar a los conocidos episodios de espiral del silencio, efecto de cámara de eco, efecto boomerang, etc.
Con frecuencia se habla de la falsa dicotomía memoria (colectiva) y olvido. Desde nuestra perspectiva se trata de una falsa disyuntiva no solo porque puede haber diferentes memorias de unos mismos hechos, sino porque puede haber diferentes actitudes ante la misma memoria. Hay quien quiere dejar a los muertos en paz, para evitar reabrir heridas y hay quien quiere honrarles como un deber de memoria. También hay diferentes formas de olvido: hay un olvido por dejadez o falta de compromiso, y hay un olvido por responsabilidad con generaciones futuras, etc… Lo que sea lo mejor en cada caso depende del contexto y no se puede determinar a priori.
Nos parecen importantes estas reflexiones para responder al último artículo de Carlos Vicente. La estructura de nuestra respuesta consistirá en ir respondiendo a las ideas principales de su texto.
MEMORIA E HISTORIA
Dice Carlos Vicente en su artículo que existe una «pseudohistoriografía no académica y acientífica que hace propaganda política manipulando los hechos históricos con sesgo ideológico, y que abunda respecto del franquismo desde su propio origen hasta hoy, revivida para contrarrestar el movimiento memorialista». Así como una «desmemoria social forzada en la que se quiere instalar la derecha española respecto del antifranquismo».
Al principio de este artículo hemos hablado de las memorias de grupo, clase, etc. La pluralidad y conflicto de memorias es consustancial a toda sociedad política. Cada partido político quiere no solo elaborar su propia memoria de los hechos, sino además convertirla en hegemónica respecto a las memorias del resto de partidos. No solo eso, sino que cada partido, o alianza de partidos tendrá sus propios guardianes de la memoria, movimientos memorialistas, etc. Estos movimientos memorialistas de partido, en nombre de la verdad, la justicia, la moral acusarán a los partidos de la oposición de no respetar a las víctimas, de no respetar la dignidad de los muertos, etc. Les acusarán de lo peor y llevarán tan lejos sus acusaciones como la lógica de su relato sobre la memoria y las instituciones les permita.
Lo peor de esta dinámica de grupos y de relatos, es que cuando alcanza cierto nivel de intensidad, puede llegar a dividir enormemente a la población y crear importantísimas fracturas sociales. Así como llegar a deslegitimar a los partidos rivales como alternativas legítimas en el juego democrático.
Es importante como ciudadanos críticos ser conscientes de esta realidad. La memoria colectiva no es la que dicen los políticos, sobre todo si la dicen desde un solo bando ideológico. Y sobre todo si pretenden que la memoria solo puede ser una y la quieren imponer por decreto ley. La memoria, si no se escribe comparando memorias, contrastando diferentes memorias, y no suscita amplísimos consensos entre grupos ideológicos muy diferentes, con frecuencia obedece sólo a intereses de partido. Por más que usen todos los aparatos del estado para imponerla y por más ruido que hagan asociaciones, y movimientos memorialistas a su servicio.
Que un movimiento memorialísta acuse a tales o cuales partidos de desmemoria, falta de moral, falta de legitimidad, etc, no debe causar sorpresa. Estos movimientos son una continuación de la política y de las luchas entre partidos por otros medios, como decía Clausewitz en relación a la guerra (“La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.
En otro momento de su artículo niega Carlos Vicente que la ley de memoria democrática sea de un solo bando u orientación política, o que sea necesaria una “reconciliación” entre españoles, lo que en su opinión es un mero anacronismo, pues a fecha de hoy solo hay (o debería haber) un bando no necesitado de reconciliación con nadie: el bando de los demócratas que condenan los crímenes totalitaristas y, por eso, también los franquistas, y que quiere reconocimiento y reparación para todas las víctimas, esto es, las que a fecha de hoy falta por identificar y rehabilitar e, incluso, exhumar.
En democracia nunca hay un solo bando, el de los demócratas. Los demócratas están siempre divididos en distintos partidos y corrientes, con diferentes ideas, valores y sensiblidades y con frecuencia el enfrentamiento entre ellos es tal, que llegan a deslegitimarse mutuamente o se acusan de herederos de tal o cual dictadura, o fascismo pretérito. La idea de que hay dos bandos, los demócratas y los totalitarios forma parte precisamente de la simplificación propia del juego político, y de muchas asociaciones de memoria que son una continuación de esos mismos partidos.
La tensión entre opciones políticas es inevitable y no necesariamente negativa, pero cuando esa tensión escala hasta el punto de acusar a partidos democráticos de fascistas, totalitarios o de tratar de ilegalizarse mutuamente, la reconciliación es necesaria. En general siempre lo es, pero cuando el juego o las dinámicas políticas centrífugas van rompiendo y eliminando todas las instituciones y elementos de unión de la sociedad, entonces se torna una necesidad urgente.
La memoria es importante, pero no menos que la necesidad de convivir con el diferente, por eso hay que construir memorias colectivas que pongan el recuerdo, siempre necesario, al servicio de la reconciliación. Y eso no es de derechas o de izquierdas, sino un imperativo práctico de toda sociedad. Así quedaba recogida esta necesidad en el manifiesto por la «reconciliación nacional» que propuso desde la clandestinidad el Partido Comunista de España (PCE) en junio de 1956 y que fue transmitido por Radio España Independiente:
«Existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en «rojos» y «nacionales», para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos. […]
El Partido Comunista de España, al aproximarse el aniversario del 18 de julio, llama a todos los españoles, desde los monárquicos, democristianos y liberales, hasta los republicanos, nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, cenetistas y socialistas a proclamar, como un objetivo común a todos, la reconciliación nacional. […]».
MEMORIA Y POLÍTICA
Dice Carlos Vicente que sus declaraciones en un artículo anterior donde declaraba que la derecha española democrática sea heredera del franquismo no es una acusación, que al contrario, debe reconocerse el mérito de los jerarcas del Régimen que se reconvirtieron en demócratas y pilotaron la Transición (esto no es un sarcasmo, aunque lo parezca). Y que lo que sí es una anomalía política es que la derecha democrática, 45 años después de la Transición, se mantenga en una posición acrítica o amnésica con la historia, y no consiga ver en el franquismo un régimen criminal condenable; en esto sí se diferencian del resto de la derecha y la izquierda europeas, que desde su propio origen se incorporaron al movimiento memorialista con el reconocimiento de las víctimas de las autocracias, tanto de izquierdas como de derechas.
El Partido Popular condenó el franquismo en diferentes ocasiones. Condenó el golpe de Franco en el Congreso y prometió honrar a todas las víctimas de la Guerra Civil, el 20-N de 2002, donde quedó aprobado por unanimidad, ayudar a los exiliados y reabrir fosas comunes (El PP condena el golpe de Franco y promete honrar a todas las víctimas de la Guerra Civil | España | EL PAÍS (elpais.com)) Ahí está la hemeroteca para comprobar esta y el resto de condenas del franquismo que ha hecho desde entonces.
Cada partido o bando ideológico intentará imponer en la dinámica política de partidos sus héroes y sus demonios, propios y ajenos, como parte de su agenda política. No tiene nada de anómalo. El problema ocurre cuando esta agenda incluye deslegitimar al rival político, eliminarlo como interlocutor válido, utilizando para ello las instituciones y poderes del estado y a las asociaciones y movimientos memorialistas.
No importa que los partidos en la oposición sean partidos perfectamente legales y reconocidos nacional e internacionalmente y que su sentido de Estado haya quedado fuera de toda duda a lo largo de su trayectoria, los partidos en el gobierno, del signo que sean, buscarán identificarlo con fuerzas, o procesos antidemocráticos. No importa que el resto de partidos tenga un pasado similar, con episodios igual de tenebrosos. El PP tiene los mismos vínculos con el franquismo, que el PSOE con la dictadura de Primo de Rivera, que el PNV con el racismo, o que ERC con el golpismo durante la II República. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, dijo Jesús, y sus palabras se revelan aún hoy proféticas aplicadas al campo de la política.
«Sesgo de doble estándar» es el término que se utiliza en sociología del conocimiento para describir la tendencia a aplicar diferentes criterios o estándares a diferentes grupos o situaciones, lo que puede resultar en un trato desigual o injusto. Este sesgo puede manifestarse en varios ámbitos, como el racial, de género, socioeconómico, político, etc. Como hemos indicado más arriba, la memoria colectiva es susceptible de incurrir en este tipo de sesgos.
MEMORIA Y ÉTICA
Señala Carlos Vicente que «Cuando se reprochan sentimientos revanchistas, animosidad contra la reconciliación y ataque a la fraternidad entre españoles, en el movimiento memorialista no nos sentimos aludidos, porque contamos con la superioridad moral de que la democracia se haya impuesto frente a las tiranías violentas. En realidad, solo deberían sentirse incomodados con la reivindicación de la memoria los que todavía creen que se puede legitimar a la “media España” antidemocrática. Las víctimas son quienes fueron represaliados por razones ideológicas (de cualquier bando) y los verdugos quienes impusieron su verdad con violencia».
Es muy propio de los partidos políticos, y de los movimientos que son una extensión suya, el conocido como sesgo de categorización, que es la propensión a reducir a las personas a categorías simplistas, ignorando la complejidad de sus identidades y experiencias individuales. Categorías como víctimas y verdugos, demócratas y totalitarios, herederos de la dictadura y herederos de la democracia, media España democrática y media España antidemocrática, verdad y falsedad… no pueden tomarse y utilizarse a la ligera y hay que sospechar siempre cuando estas categorías no dimanan de la historia, o de los tribunales, o de las propias urnas, sino de los partidos políticos y asociaciones afines, sin más respaldo que el de ellos mismos y sus afines.
De lo contrario podemos incurrir en otro sesgo que la sociología del conocimiento llama egocentrismo moral, que es la creencia de que uno tiene un sentido del bien y del mal superior al de los demás, lo que suele conllevar a la intolerancia, el juicio y la discriminación.
CONFLICTO DE MEMORIAS
Dice Carlos Vicente que ETA es comodín de la derecha para casi todo. La violencia política de ETA y otros grupos criminales, incluido el GAL, fue vencida por la aplicación del Estado de Derecho democrático, y ninguno de los atentados producidos quedó sin investigar y, eventualmente, enjuiciar y castigar; ni de repararse a las víctimas. Ampararse en las víctimas de ETA para negar a otras víctimas de violaciones de derechos humanos su reparación es, además de hipócrita, inmoral. Por lo demás, no deja de ser llamativo que le esté costando más a la derecha española renegar del franquismo que a la izquierda abertzale del terrorismo, que ya es decir.
Una de las peores expresiones de la lucha entre partidos y las leyes de memoria que impulsan cada uno, junto con las asociaciones memorialistas de uno y otro bando, es el olvido selectivo de otras memorias de víctimas igualmente dignas de rememorar y reivindicar
No todos los crímenes de ETA se han resuelto. Sigue sin conocerse el autor material de decenas y decenas de estos crímenes. Siguen produciéndose homenajes a presos etarras y hay un blanqueamiento constante de los crímenes de la banda terrorista. Hace pocas semanas atacaron la tumba de Buesa en Vitoria, destrozándola con pintura y excrementos tan solo un día después del sabotaje sufrido por el monolito que recuerda en el campus de Álava su asesinato y de su escolta Jorge Díez en febrero de 2000,
Recientemente EH Bildu presentó a siete expresos de ETA condenados por asesinato en sus listas al 28-M, en varios casos concurriendo en los mismos municipios en los que cometieron los crímenes. Además, otros 37 expresos de ETA condenados por pertenencia o colaboración con la banda terrorista engrosaban las listas en Euskadi y Navarra. La asociación COVITE fue una de las asociaciones que con más contundencia denunció estos hechos. Finalmente ante la presión popular y las críticas Bildu retiró a los etarras con delitos de sangre de sus listas, pero el resto de candidatos que fueron condenados por pertenencia y colaboración con ETA siguieron en las listas.
Resulta particularmente llamativo el doble estándar que se emplea ante una memoria de víctimas u otra en función de qué partido la apoya o es más afín. Por eso es particularmente importante que la ciudadanía sea consciente y crítica y conozca esta dinámica perversa a que puede dar lugar la dinámica entre partidos, en temas tan sensibles como la memoria de las víctimas.
CONCLUSIÓN
Para concluir solo quiero invitar a los ciudadanos, a todo el que esto lea, al pensamiento crítico (crítica en el sentido de cribar, de clasificar, comparar, contrastar) y vigilante frente a los que se presentan como guardianes y garantes de la verdad, la memoria y la moral, tomados en términos absolutos, y coincidentes además con un bando ideológico, y usan este relato para deslegitimar a todo el que no comparte esa verdad, memoria y moral, negándoles la condición de interlocutores legítimos en el juego democrático, en igualdad de condiciones.
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