La premiada proyección contó con la presencia del protagonista, Edilberto Rodríguez, que con 25 años mantiene el oficio y recupera la cultura de sus mayores
Beatriz Álvarez / Teverga
En el siempre acogedor escenario de la Taberna Narciso de Teverga, se proyectó «El último de Arganeo» en la tarde-noche de ayer. La película documental dirigida por David Vázquez ha cosechado diferentes premios desde su estreno. La proyección contó con la presencia del protagonista, Edilberto Rodríguez, quien puso, con su actuación, broche de oro a una velada que se prolongó hasta bien avanzada la noche.
Desde pequeño, Edilberto Rodríguez (25 años) quiso ser pastor como su abuelo. «Yo soy del país, soy cabreirés, soy de aquí. Y tengo orgullo por mis tradiciones y por mis cosas. Desde que tuve uso de razón, siempre quise ser pastor como mi abuelo, y aquí estoy». Aunque sus padres tenían destinado para su hijo otro camino, estudiar y abandonar el agreste paisaje de una infancia en la que compartió mucho tiempo junto a sus abuelos, este chaval lo dejó todo para volver a Pombriego (Benuza, León) y cumplir su sueño. Desde entonces, sube cada año a los corrales de Arganeo, donde trabaja en la reconstrucción de los viejos corrales abandonados, y allí, en pleno monte, permanece el verano entero junto a su rebaño.
En comunión con sus animales y la no siempre favorable naturaleza, Edilberto atesora la sabiduría popular de un viejo, un niño que aprendió de sus mayores a quienes escuchó con atención y de quienes no desechó ni un ápice de su sabiduría, empapándose de sus conocimientos como la tierra que le acoge se empapa de la benéfica lluvia. Su forma de narrar sus recuerdos, su acento, el cabreirés, que reivindica frente al castellano «yo no te voy a hablar en castellano porque yo no te lo voy a enseñar», su trabajo en la recuperación, conservación y composición de cantares y bailes es retroceder en el tiempo, pero con una mirada viva y joven, una mirada que devuelve la esperanza a una tierra y a una forma de vida que envejece y está llamada a la desaparición.
Sus palabras, que pueden escucharse en el documental, emocionaron en diferentes ocasiones a los asistentes al tiempo que arrancaron sonrisas por su frescura. El respeto por la Naturaleza, el amor por sus animales, el uso de formas de curación de sus heridas de forma tradicional, una personal religiosidad combinada con notas de superstición, ambas innatas y tan presentes en el mundo rural, le llevan a afirmar con rotundidad que es feliz. En un mundo en el que la felicidad se mide en seguidores y likes, no deja de sorprendernos que este chaval sea feliz sin nada de eso, pero con todo lo que siempre fue importante: la tierra y el cielo, el agua y los animales, el respeto a nuestros mayores como ejemplo de vida.
El encuentro no solo sirvió para promover el intercambio cultural entre los presentes, sino también para generar conciencia sobre la importancia de salvaguardar y valorar las riquezas culturales y tradicionales que dan identidad a nuestros pueblos. Elecciones como la de Edilberto suponen mantener una forma de vida que, aunque pueda parecer lejana en el tiempo, sigue latiendo en el corazón de quienes la valoran y protegen. La proyección y la posterior fiesta popular congregaron a gran cantidad de público, «no cabía un alfiler», entre el que se encontraba Adrián Gayo, el joven alcalde de Teverga en un discreto segundo plano, que valoró muy positivamente la actividad y el talante y trabajo de gente como Jose Gradura, gestor de la Taberna Narciso, tan necesarios en la zona rural. En el local se dieron cita también muchos representantes de la cultura de la zona, auténticos protectores del folklore y la tradición que acudieron a apoyar y reconocer esta iniciativa y a sus protagonistas. Iniciativas culturales como la que está llevando desde la Taberna Narciso revitalizan la vida de un lugar, no solo Teverga sino también de todo el valle.
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