Segundo sueño

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Luis G. Donate

Muy buenos días mis queridos contertulios. Escribo estas líneas mientras la lluvia y el viento azotan  la tierra. ¡Ya era hora! Me gustan  los días de sol como a cualquiera pero echaba de menos el golpeteo de la lluvia en los cristales, considero que invita a la escritura. Hechos ya los saludos de rigor, charla sobre el tiempo incluida y encontrándoos bien de salud, vamos directos al grano. Creo que el asunto a tratar os sorprenderá.

Hoy quiero hablaros de un tipo de sueño. No una ambición ni una meta a cumplir, sino ese placentero descanso que todos, cada uno en su medida, necesitamos cada noche. Sin embargo, la que nos ocupa es una variante antigua, a pesar de que muchos de los lectores quizá la hayan experimentado. Me refiero al segundo sueño.  Una modalidad en la que el descanso se divide en dos fases separadas por una vigilia. Fue algo común hasta finales del siglo XVIII, ya que estaba estrechamente ligado al trabajo agrícola. Los granjeros dormían más o menos hasta las cinco o las seis de la madrugada, momento en el cual se levantaban, atendían el ganado y volvían a dormir tras un  ligero desayuno hasta que llegase la mañana. Supe de su antigüedad hace relativamente poco, ya que habiendo vivido toda la vida en un pueblo, esto para mí era algo habitual. Según parece se remonta a la Edad Media y los expertos lo recomiendan como remedio contra el insomnio. Sólo espero que su efectividad no llegue tan lejos como para que este artículo os haya resultado soporífero.

Hasta aquí la disertación de este mes. Quizá esto no sea sino desdecir la afirmación final del último párrafo, pero si después de leer estas líneas os echáis una siesta, sabré que mis palabras siguen resultando inspiradoras. De cualquier modo, me considero afortunado por contar con vuestra atención en cada entrega. Quedo a vuestro servicio hasta la próxima

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