Cliford, el perro que enamoró a Somiedo

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Un golden retriever con pedigrí, auténtico mago del escapismo, hizo en sus 15 años de vida amigos en todo el concejo, y era un habitual de las calles de la Pola

Cliford, el perro más querido de Somiedo junto a su inseparable amigo Lucas Álvarez / Tino Álvarez

Manuel Galán / Somiedo

Cliford nació un 19 de marzo de 2009 en Aguasmestas. Can de pedigrí, enseguida llamó la atención de sus cuidadores por su inteligencia. Cuando Tino y Julia fueron al almacén de la empresa Asina a la entrada del concejo somedano, no tuvieron ninguna duda. “Escoged éste” les dijeron. “Es el más listo”. Y es que, cada amanecer, Cliford era el único cachorro de la camada que aparecía fuera de los palés que les protegían del exterior. Pronto se convirtió en el perro de la Pola por su simpatía, cercanía y por su tremenda inteligencia. “Sabía perfectamente dónde le querían y dónde no era bien recibido. Su sitio favorito en La Pola era El Parador. Allí, José Luis y Matilde le daban restos de potaje del día. Podía estar varias semanas fuera de casa durmiendo a la puerta del restaurante”, señalan Tino y Julia, sus dueños, al unísono. También paraba mucho en el Agrolab y en El Templo del Sorbo junto a otro grupo de perros.

Fueron innumerables las veces que el can somedano escapó de los cercados que Tino, su dueño, le puso en sus casi 15 años de vida. Recuerda que “en uno de los últimos viajes a Madrid, le puse pastor eléctrico y alambre por encima. Cuando llegamos, había mordido el alambre y saltado por encima del pastor para escaparse del recinto. Nada le detenía”. Era un perro muy sociable. Allá donde sabía que le querían, iba a saludar con un ladrido seco para reclamar comida.

Y es que Cliford tenía el don del escapismo. Olía el celo a distancia y era capaz de estar un mes fuera de casa atraído por alguna hembra de El Valle, Aguino, Perllunes e incluso El Puerto. “En una de sus aventuras al Coto de Buenamadre, casi no lo cuenta” señala Tino. “Un grupo de mastines le dio tal paliza que pensamos que no sobrevivía. A los dos días estaba como nuevo”. En cuanto se recuperó, volvió por sus fueros. “En otra ocasión comió veneno y la veterinaria le dio dos días de vida, pero al poco tiempo estaba como si nada”. Más vidas que un gato. Era habitual ver a Cliford ir y venir por el camino de las arrodadas con vecinos o turistas de paso con su andar inconfundible, su movimiento de caderas y el pelo amarillento de los revolcones en cucho. “Un día le lavé a conciencia con jabón y a la media hora apareció de cucho hasta las orejas. En ese momento me di cuenta que no valía la pena bañarle”. Cliford era ingobernable, no había quien le atara en corto hasta casi los últimos días de los quince años que vivió intensamente.

Se conocen de él, al menos, tres camadas con Sidra, border collie y su pareja de hecho, quien, tumbada junto a él, le acompañó en sus últimos días. “Todos los perros de las tres camadas son iguales a Cliford, con el mismo carácter. Son buenísimos, aunque, eso sí, no valen para cuidar del ganado. En cuanto pueden, se escapan”, apunta Tino.

Piden una estatua para Cliford

Cliford se crió junto a Lucas, el pequeño de la familia y casi de su misma edad. “Eran inseparables. Protegía a Lucas del acceso al río. No dejaba que se acercara. Se ponía delante para protegerlo con su cuerpo” comenta Julia. “Lucas se apoyaba en Cliford para caminar. Aprendió con él. Incluso compartían las galletas, que Cliford mordía con una suavidad increíble”.

En Pola son muchas las voces que claman porque Cliford tenga una estatua como la de Rufo, el perro cruce de mastín y pastor alemán tan querido en Oviedo. Todo se andará, pero es seguro que no habrá perro tan querido como este golden retriever con pedigrí que vivió como quiso en la capital del concejo somedano.

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