El puente de Caces

Inicio Ribera de Abajo El puente de Caces

La solución para salvar el río Nalón entre Priorio y Caces se hizo realidad a mediados de la década de 1940

Puente de Caces. Foto: Fanpage Valle de Las Caldas y su entorno

 

Ángel de la Fuente

La llegada del ferrocarril y la apertura del establecimiento regentado por don Eleuterio Díaz pueden considerarse dos hechos que contribuyeron a buscar una solución para salvar el río Nalón entre Priorio y Caces que se hizo realidad a mediados de la década de 1940. Antes de esta fecha el paso se efectuaba en una barca y de ello dio cuenta Azorín en 1905 cuando publicó el 31 de agosto en ABC el artículo “En Caldas de Oviedo. Todo es uno y lo mismo”. El ilustre escritor de la generación del 98 viajó desde San Esteban de Pravia hasta Caces en el tren de la tarde para pernoctar en el balneario de Las Caldas lo que conllevó vadear el río en un batel al que se accedía desde el apeadero por un empinado camino que discurría por el frente de la terraza fluvial oculto por un pequeño bosque. Lejos quedaba el intento de cruzar el río Nalón bajo la Peña Avís por un malogrado puente allá por los lejanos siglos XV-XVI, pero era necesario acometer esta obra de ingeniería para vertebrar las comunicaciones entre ambas márgenes del Nalón. Los vecinos de Puerto, Caces-Siones y Priorio en el año 1992 solicitaron al Ayuntamiento la construcción de un camino que pusiese en comunicación la estación de Puerto del Ferrocarril Vasco-Asturiano con los pueblos limítrofes a la misma. Ese mismo año el alcalde de Oviedo don Enrique González Pelayo, demandó al ministerio de Fomento la construcción de un puente sobre el río Nalón que facilitase la movilidad de los vecinos de Priorio y el pueblo de Las Caldas hacia Caces, Puerto y viceversa. Había nacido el puente de Caces como se suele decir.

La llegada de la República coincidió con el inicio de las obras que quedaron paralizadas como consecuencia de la Guerra Civil. Jugará un papel importante en la construcción del puente don Eleuterio, pero como suele ocurrir en Asturias todas las obras pasan por diversos avatares. Una crónica periodística titulada “Las Caldas. Un puente… que nunca se termina” denuncia el abandono del pueblo de Las Caldas porque las obras solamente se realizan durante algunos días de los meses de agosto y septiembre, de modo que solamente se han hecho las cepas y la carretera, si así se puede denominar al trayecto que transcurre entre Las Caldas y El Barquín. El ingeniero municipal Ildefonso Sánchez del Río trazó en el año 1932 un proyecto de camino entre Las Caldas y el río Nalón, pero suponía cruzar previamente el río Gafo. Este proyecto fue modificado porque afectaba a mil trescientos veinticinco con veinticuatro metros cuadrados a la finca del castillo y como no podía ser de otra manera nunca se llegó a realizar la propuesta original. Además, implicaba construir el puente aguas abajo de la desembocadura del río Gafo. El anónimo cronista culpó del retraso a la diputación y no dudó en ratificar el compromiso del ilustre vecino de Caces con esta obra. Por fin en 1945 los pueblos de Las Caldas y Caces quedaron comunicados por un puente que lejos de ser proyectado para el futuro fue para el pasado, hecho este típico de nuestro país. Contaba con una calzada solamente y no permitía el cruce de dos vehículos, pero no se puede negar que facilitó el movimiento de personas y mercancías entre las dos parroquias. Esta obra propició unos años después la puesta en servicio de la línea de autobús explotada por la desaparecida empresa Álvarez González y CIA SRC que unía Soto de Ribera con Oviedo pasando por Palomar, Puerto, Caces, Las Caldas, Piñera, Santa Marina de Piedramuelle y Latores.

El río avisa

El otoño del año 1976 el río en lo que se puede considerar un guiño avisó de lo que ocurriría si no se actuaba pronto. Un agujero en la calzada a la entrada del puente en la parte de Las Caldas fue la señal. La administración reaccionó inmediatamente con el envío de camiones cargados de rocas de dimensiones considerables. Jesús El Xastre fue uno de los vecinos que contempló el sellado de aquel enorme boquete y con la sabiduría que le caracterizaba dijo que si no se echaba hormigón no serviría de nada lo que estaban haciendo. Así fue. El mes de mayo del año 1977 fue pluvioso y el Nalón incrementó el nivel de sus aguas que llevaron por delante el arranque del puente en la margen derecha del río. Todos, jóvenes y mayores, vieron lo que contenían los muros de contención, arena negra y cantos rodados. Sin comentarios. Durante algo más de un año duraron las obras y la comunicación a pie se pudo hacer sin ninguna garantía, primero se colocó una escalera similar a la que se usaba para acceder a las tenadas entre el cauce del río y lo que quedaba del puente. Enseguida se dieron cuenta de esta barbaridad y fue sustituida por otra con dos barandillas, pero cada vez que el río crecía no se podía hacer uso de ella. Sin prisa fueron transcurriendo las obras a cuyo frente estuvo un encargado que José Antonio González (Ultramarinos La Vizcaína) lo bautizó con el apodo “Salmonete”. Las consecuencias de esta catástrofe fueron evidentes pues la panadería, el almacén de piensos Biona, el suministro de gas butano, el médico, la farmacia, las paradas de taxi, el balneario… estaban ubicados en Las Caldas y las comunicaciones con Puerto y Caces por carretera debían hacerse por Soto de Ribera a través de un carretera estrecha y con abundantes curvas. Había pasado algo más de un año cuando la prensa publicó “Ya se pasa por el puente de Caces”. El texto menciona que el recién restaurado puente de Caces facilitará la comunicación en una de las zonas más bonitas de las afueras de Oviedo. El puente siguió prestando servicio durante otros veinte años más, pero era necesario acometer la construcción de uno nuevo o en su defecto actuar en las márgenes del Nalón y así lo expresó nuestro inolvidable José Reniego en una de sus composiciones publicadas en el álbum de las fiestas patronales: “Es muy necesaria la escollera / para que nos quedemos sin la Llera. / Para mí es lo más urgente / porque además de la Llera nos quedamos sin el puente / y perjudica a mucha gente. Yo quizás no lo veré porque no soy un chiquillo, / pero como no hagan algo para impedirlo/ el río Nalón pasará por la Llera enfrente del castillo. / Como el Nalón pase por la Llera / quedamos incomunicados por ferrocarril / y no volvemos a tener puente en todo el año 2000 / y los del río pallá por carretera / para ir a Oviedo tendrán que ir por Trubia o por Soto de Ribera”. El 29 de mayo de 1998 se inauguró el nuevo puente en el marco de una actuación de mayor calado, la mejora de los catorce kilómetros de la carretera local de primer orden AS-322; sin embargo, lo que menos importaba era la construcción de un nuevo paso mucho más ancho que el anterior, con dos calzadas y dos amplias aceras, pues aquel acto fue el escenario del cainismo del PP asturiano, y así se deduce del titular: “De Lorenzo asiste a un acto de Marqués por primera vez desde su enfrentamiento. El alcalde abandonó la inauguración del puente de Las Caldas tras proponer al Presidente la rehabilitación del balneario, sin recibir respuesta”. El espectáculo fue tremendo. La consejera de Cultura retiró la mano en el momento del saludo y su compañero el consejero de Fomento manifestó “Hoy es el momento de hablar del puente, no del balneario”. El nuevo puente tiene una longitud de noventa y cinco metros y el coste ascendió a ciento setenta millones de pesetas lo que supuso un 14,42% de un presupuesto de mil ciento setenta y nueve pesetas en el que se incluía la carretera que une las localidades de Santa Marina de Piedramuelle con Soto de Ribera. Una placa en la margen de Las Caldas recuerda este día. Es sencilla, nada tiene que ver con la que se colocó en una pequeña fuente en La Rienda medio siglo antes. Responde a la época histórica en la que vivía nuestro país porque recuerda con nostalgia a la vieja Roma. Un medallón con un retrato de perfil del quien fue considerado el impulsor de aquella obra recuerda a los emperadores romanos de la dinastía Flavia y el texto es una loa a su tesón: “Recuerdo imperecedero que los vecinos de Caces, San Juan de Priorio (Las Caldas) y Puerto dedican a D. Eleuterio Díaz por su constante desvelo por la consecución del puente sobre el Nalón. Año 1945”. La mejora en las comunicaciones beneficiaría como no podía ser de otro modo a su floreciente negocio, de ahí su interés. Algo similar ocurrió años después cuando se lanzó la idea de un puente desde Caces a la cueva de Lluera en Priorio, un ejemplo de lo que se considera una babayada. El puente que favorecería la movilidad de los vecinos estaba justificado independientemente de los intereses particulares, pero la propuesta de un nuevo paso para acceder al santuario solutrense de La Lluera era absurda como otras tantas que se producen en Asturias, que dan para un monográfico.

La apertura de esta infraestructura implicó el derribo del viejo puente del que solamente permanece en el lecho del río el arranque de las cepas, precoz ejemplo de economía circular, ya que aprovecharon como elemento constructivo los cantos rodados del río.

Deja un comentario

La dirección de email no será publicada.